Casi dos años después, profesores, padres de familia, alumnos y comunidad educativa en general han tenido sus primeros contactos en el marco del retorno a la presencialidad.
Después de tanto tiempo apartados de las aulas de clases, lo normal es que se haya generado una ruptura profunda, un trauma en el proceso educativo y no solo en el tema académico, si no en la concepción misma de la escuela y el colegio como los escenarios naturales de los niños y jóvenes.
Seguramente será necesario un proceso de readaptación para que los jóvenes vuelvan a considerar la idea de la escuela como su segundo hogar.
En el caso del Cauca este proceso puede resultar arduo por las particularidades propias de un entorno condicionado por las actividades ilegales, principalmente por los cultivos de uso ilícito, su transformación y distribución.
Y esta reflexión parte de la experiencia propia de unos maestros de una zona rural del norte del Cauca, que en sus primeras impresiones han encontrado a unos estudiantes transformados físicamente, como es natural por el paso del tiempo.
Los que eran niños, ahora son adolescentes; los de los últimos cursos ya empiezan a dar los primeros pasos en la adultez. Pero su manera de ser y de ver el mundo también ha cambiado, y desafortunadamente para mal.
Durante casi dos años fuera de las aulas, muchos de estos jóvenes se han visto tentados a buscar un jornal en los cultivos de coca o marihuana o a participar en los procesos económicos que giran alrededor.
Antes manejaban útiles escolares, hacían tareas y ayudaban en las labores del hogar, ahora manejan dinero, han comprado buenos teléfonos celulares, ropa.
Y eso para un adolescente que está en pleno proceso de ‘ajuste’ y formación de su personalidad es una especie de veneno. Por lo tanto, las primeras impresiones que han tenido los educadores son las de unos jóvenes impacientes y desinteresados.
Este fenómeno sin duda representa un gran reto para toda la comunidad educativa. ¿Cómo lograr que estos muchachos deslumbrados por el dinero fácil, encandilados por el oropel, vuelvan a interesarse por su educación?
No es un asunto fácil y se va a requerir el concurso de todos los actores, empezando por las secretarías de Educación, de lo contrario muchos de estos jóvenes acabarán desertando para siempre de las aulas escolares.
Y el hecho de que un solo joven abandone sus estudios para ir a vender su fuerza laboral en un cultivo de coca, en un laboratorio de procesamiento de droga, o en la milicia que protege el negocio, es una pérdida irreparable para la sociedad en su conjunto.