A finales de marzo de 2020, a raíz de la tragedia de los sucesos con el coronavirus en España, el escritor Antonio Muñoz Molina dijo que por primera vez en la vida pública de su país prevalecía el conocimiento y la experiencia frente a la opinión. En los medios, principalmente extranjeros, aparecen los epidemiólogos, virólogos e infectólogos, algunos menos informados que otros y algunos más vanidosos que otros. En general, el desdén hacia el conocimiento científico ha caminado a superar, al menos en los periódicos más serios y ecuánimes —que luchan contra los esloganes y mentiras sistemáticas de políticos oportunistas— a los gurués a sueldo, quienes ven en esta pandemia la oportunidad de extender el autoritarismo.
Molina sigue diciéndonos que son los hechos y su cuantificación e interpretación sin sesgos los que ahora van más allá de la opinión privada basada en el poder y la oportunidad de ampliar sus intereses. Después de pasar un tiempo, se ve que el desafío por los hechos y la objetividad tiene un techo cuesta arriba. La revista Semana, hace quince días, decía en sus Confidenciales que la curva colombiana de la infección se había aplanado. Trump, por ejemplo, ha quitado el apoyo económico a la OMS y de paso a su filial regional, la OPS, justo cuando más se necesitaba a este organismo global para avanzar en el conocimiento, insuficiente e impreciso, del coronavirus. En Colombia, un economista Bernal que se dice asesor del presidente Duque, trata a los médicos y al personal epidemiológico de ignorantes en su irresponsable intento de forzar a acabar con la cuarentena. Vemos con aprehensión, a semejanza de cómo se perseguía la campaña del sí para los acuerdos de paz de La Habana, que la opinión desde el poder persigue al conocimiento.
El SARS-CoV-2, de la familia de los coronavirus, es un virus exitoso en su diseminación. Según David Quammen, la pandemia no era sorpresiva, era más bien predecible pero los gobiernos no se molestaron en prepararse. Es un caso semejante al cambio climático. Como especie, los humanos somos responsables de estas situaciones. A partir de esta pandemia, es más urgente que nuestros hábitos de consumo y de vida deberán replantearse.
El conocimiento sólido y preciso es importante entonces a la hora de separar la opinión sesgada y las fake news de quienes se quieren lucrar de la ignorancia, apoyándose sistemáticamente en el descrédito de epidemiólogos y personal de salud que viven en carne propia el estrés de la pandemia.
Por otra parte, las necesidades de elementos de protección para el personal de salud, ha generado un debate entre las sociedades científicas y el Ministerio de Salud colombiano, que en palabras de su propio ministro, es un intermediario de los flujos de dinero para el personal y hospitales, otorgados para la pandemia por el Ministerio de Hacienda. El senador Cepeda ha dicho que se trasladen fondos del Ministerio de Defensa directamente a hospitales para estar listos en caso que la pandemia no se contenga y las UCI del país sean insuficientes. Se han desnudado las iniquidades y las debilidades del sistema de salud colombiano y de la intermediación, generadora de la corrupción; se ha puesto en entredicho general la ley 100. El ministro de defensa parece más preocupado por Venezuela siguiendo las directrices de Pompeo, funcionario de Trump, que en el diseño y en llevar a cabo un plan oportuno para poner a trabajar el ejército, por ejemplo, en infraestructura sanitaria de los municipios más apartados de Colombia.
Por otra parte, al plantear el gobierno una apertura de la cuarentena inteligente después del 27 de abril, hace eco de los diferentes gremios y empresas que ven cerca la caída de sus negocios y las posibles declaraciones de quiebra. Según del diario La República, el gobierno ha destinado capital a varios frentes. Hay una gran cantidad de anuncios diarios del gobierno en los medios tradicionales, sin embargo hacen falta hechos tangibles. ¿Están llegando estas ayudas a a las personas?, ¿a la gente del rebusque diario, a los pequeños negocios, al trabajador del campo?
La cuarentena inteligente someterá al personal de salud a nuevas exigencias y nuevos hechos. Se esperaría que el gobierno nacional, departamental y municipal se apoyen en equipos de expertos, que dejen atrás las opiniones, los caprichos y a inexperiencia de los asesores habituales. Hay que hacer preguntas: ¿El gerente para la pandemia nombrado por Duque, corresponde a este tipo de asesores? ¿Algunos gobernadores han hecho lo mismo? ¿El Ministerio de Salud saldrá de su papel restringido de intermediario de los flujos de dinero? ¿La Superintendencia de Salud funcionará por alguna vez en su existencia? ¿Se ha tratado de hacer una estrategia regional a nivel de Latinoamérica para que los gobiernos se ayuden y apoyen frente a la pandemia que no respeta fronteras ni linderos?
Los gobiernos deben poner atención a la información proporcionada por los científicos y las recomendaciones de los expertos. Esta información es generalmente contrastada y verificada. Lo deseable es que sea tomada en cuenta y se haga explícita en las decisiones políticas frente a la diseminación de la pandemia. Si no es así, ¿se llorará frente a la leche derramada?
Lecturas
David Quammen: “Somos más abundantes que cualquier otro gran animal. En algún momento habrá una corrección”, por Marc Bassets, en El País de España, 19 de abril de 2020.