Viví en un barrio lindo en el corazón de Sincelejo (Sucre), lleno de esperanza, bulla y jolgorio. Debido a la carpintería, la principal fuente de empleo e ingresos económicos del barrio, este ha ganado prestigio regional y nacional. De hecho, es conocido como el barrio de los carpinteros y artesanos, cuya gente es capaz de convertir un tronco de madera en una verdadera obra de arte.
Pues bien, en este barrio era costumbre estar tranquilos en cualquier esquina, jugar en la calle los juegos típicos de la región caribe colombiana, el quemao, la lleva, el stop, el avión, las escondidas, el congelao e inclusive las corralejas (tradición típica heredada de los españoles).
Si bien es cierto que en el barrio la carpintería y el trabajo con madera generan cientos de empleos directos y muchos más indirectos, también vive mucha gente que se dedica a otras actividades como la docencia, la psicología, la enfermería y la abogacía. Además, hay policías, políticos, ganaderos, agricultores, comerciantes formal e informales, músicos, diseñadores de moda, coreógrafos, mototaxistas, taxistas y un sinnúmero más de oficios que hacen que este barrio sea hermosamente diverso.
La tranquilidad de antaño que describo en el segundo párrafo cesó algún tiempo con el fenómeno del paramilitarismo que azotó y sometió al país y sus instituciones hace una década, en el gobierno del expresidente Uribe. Esos azotes del paramilitarismo también llegaron al barrio por medio de la llamada “limpieza social”, desgracia que nos quitó padres, hijos, hermanos y vecinos inocentes; desgracia promovida por sectores políticos de ultraderecha y ejecutada por su brazo armado, las AUC. Sin embargo, con la captura de políticos relacionados con el paramilitarismo y de jefes de las AUC, el barrio nuevamente llegó a ser lo que siempre ha sido desde sus inicios: territorio de paz.
Esto duró un tiempo hasta hoy. La intranquilidad y el miedo nuevamente se están apoderando de las familias del barrio. No hay chance de salir de noche por temor a que suceda lo que les ocurrió a tres chicos que dejaron su casa para literalmente perder la vida. Estos homicidios se han producido en menos de un mes, chicos con un montón de errores, pero llenos de virtudes; chicos que no alcanzaron las oportunidades que otros hemos tenido. Seguramente hay muchos que se alegran de que los estén matando porque son “delincuentes”, pero en esa alegría inmoral y carente de amor por el otro aplauden el accionar de un sicario que no tiene ninguna autoridad moral para enjuiciar a otro y mucho menos acabar con su vida. La Policía está en un patrullaje constante debido a las amenazas existentes contra otros jóvenes habitantes del barrio, a los que les han dado inclusive plazos para que se vayan, en caso de no hacerlo, los matarán.
Y aunque es costumbre en la región hacer de las esquinas un lugar de encuentro, un espacio donde se plantean soluciones a los conflictos bélicos internacionales y obviamente a los nacionales, en el barrio Las Américas de Sincelejo esta tradición está pasando a la historia debido al miedo que sienten los habitantes de la inseguridad que azota a la ciudad y de las amenazas al mejor estilo del paramilitarismo.
En el barrio donde aprendí a ser mejor cada día, donde me enseñaron a tratar con respeto al otro, donde recibí mi primera oportunidad de trabajo de manos de un empresario de la madera y que tuvo la fortuna de tener como vecinos a varios personajes del acontecer nacional (como el mismo maestro de la salsa Joe Arroyo, a peloteros de grandes ligas, jugadores de fútbol profesional, concejales, fiscales, jueces y demás), ahora ya no se puede salir. La zozobra es la nueva vecina. El sicariato son los nuevos visitantes. Las armas son la moda.
El deseo de esta nota no es otro que llamar la atención de autoridades policiales, la Defensoría del Pueblo y la Personería para decirles que ningún ser humano merece atravesar una situación así, sentirse inseguro en su propio barrio ni dejar de salir por miedo. Así mismo, quiero decirle a aquellos que se han propuesto sembrar balas en Las Américas y regar sangre que no evitarán que sigamos siendo un territorio de paz, que repudiamos sus acciones y les exhortamos a que no continúen sembrando terror donde siempre ha reinado la paz. Su accionar no evitará que sigamos promocionando la paz.
Al señor alcalde de Sincelejo y al concejal José David González Villamizar (electo por votos de este barrio), los invitamos a que se manifiesten en contra de estos violentos con programas deportivos, recreativos, educativos y culturales para que los jóvenes tengan más alternativas que la delincuencia común.
A los miembros de la junta de acción comunal quiero felicitarlos por el esfuerzo desinteresado y limitado de recursos que hacen por medio de campeonatos, talleres, y demás actividades con las que están constantemente ayudando a cuidar la niñez del barrio. Por favor no desfallezcan en ese emprendimiento.