A raíz de la última encuesta de Invamer, donde el candidato presidencial de Coalición Colombia queda de primero en la intención de voto con un 18.5%, seguido de Gustavo Petro con 14 y pico %, al Dr. Sergio Fajardo se le subieron los humos con este resultado, y dio por hecho su victoria indiscutible en las elecciones presidenciales, sin tener en cuenta las demás fuerzas políticas que apoyaron los acuerdos de La Habana.
En efecto, el candidato manifestó que no participará en la consulta interparlamentaria de marzo para elegir el candidato en la primera vuelta entre los sectores que apoyaron los Acuerdos de Paz. “Tenemos como punto de encuentro la lucha contra la corrupción y el clientelismo, y eso hace que una unión con el Partido Liberal no tenga sentido”, dijo Fajardo en diálogo con la emisora Blu Radio.
No me parece una posición sensata para enfrentar la posibilidad real de que el bloque de poder de la ultraderecha reaccionaria se una y llegue al poder para “Hacer trizas” lo que queda del Acuerdo de Paz.
Está bien que hay que empezar a combatir la corrupción y el clientelismo desde el inicio de la campaña pero con políticas de fondo que vayan al corazón del problema, como la reforma política y electoral que hundieron los senadores y representantes de “Cambio Radical”, pero desechar desde ya la posibilidad de un candidato único a la presidencia por consenso o por consulta en las elecciones parlamentarias de marzo, con el argumento de la lucha contra la corrupción en general, no tiene sentido porque la corrupción y el clientelismo es un cáncer que hizo metástasis en todas las instituciones del Estado, y solo con políticas de fondo que cambien las estructuras institucionales, económicas, políticas y sociales se podrá combatir este fenómeno, y no con declaraciones generales, voluntaristas, sobraderas y altisonantes que no llegan a ninguna parte y que más bien suenan a demagogia electoral.
Si Fajardo se siente tan firme en las encuestas, pues con mayor razón debería medírsele a la consulta interpartidaria de marzo para poder contar con una sólida unidad de los sectores democráticos y progresistas que podría abrirle la puerta en su carrera a la presidencia de la República.
La salida de Fajardo fractura la unidad de las fuerzas democráticas y pone en serio peligro la consolidación de la paz y la construcción de la apertura democrática.
Está bien que desenmascare la política en cuerpo ajeno que están practicando los procesados y condenados, delincuentes de cuello blanco desde las cárceles del país, como en efecto lo está denunciando De la Calle, frente a muchos avales de la Dirección del Partido Liberal, o como lo hizo público un informe presentado por la Fundación Paz y Reconciliación, según el cual son más de 30 los candidatos herederos del caudal electoral de otros congresistas y políticos que han enfrentado cargos por parapolítica y otros hechos cuestionables.
“Por ejemplo, Richard Aguilar, candidato al Senado por el Partido Cambio Radical, es hijo de Hugo Aguilar, condenado a nueve años por la Corte Suprema de Justicia por sus relaciones con el bloque Central Bolívar. Busca reemplazar a su hermano en el parlamento.
Luis Emilio Pato Tovar, candidato a la Cámara de Representantes por el Centro Democrático, es heredero político de Julio Acosta, condenado por concierto para delinquir.
Antonio José Correa, candidato al Senado por Opción Ciudadana, es heredero de Enilce López, la Gata, condenada por el delito de lavado de activos, homicidio y nexos con las Auc.
El hijo del condenado por homicidio Kiko Gómez también busca llegar al Senado. Álvaro Ashton, recientemente capturado, quiere dejarle su curul a su sobrina política, Laura Fortich. Algo similar buscan el Ñoño Elías y Musa Besaile, que apoyan las candidaturas de sus respectivos hermanos” El Espectador-12-Dic-2017.
Estamos de acuerdo con la denuncia, pero despreciar el mecanismo de la consulta entre los partidos y movimientos que están por la paz democrática con el argumento de la lucha contra la corrupción y el clientelismo no es más que un verdadero sofisma de distracción que le pone palos a la rueda de la unidad por pura vanidad personal y que, además, pone en serio peligro la posibilidad real de un Gobierno de transición hacia la construcción de la Paz y de la apertura democrática.
Por eso el Dr. Fajardo y los demás candidatos que están por la implementación y desarrollo de los acuerdos de La Habana deberían buscar por todos los medios un mecanismo de unidad que asegure un próximo gobierno para la paz y la reconciliación nacional.