En la región Caribe solemos usar la expresión “Se le fueron las luces” para indicar que alguien dejó pasar una oportunidad o que, de forma tonta e ingenua, cometió un error garrafal. Esta última acepción es justamente la que trasciende del artículo publicado el día de ayer en Las 2 orillas, titulado: ¿Cuánto cuesta el alumbrado navideño en Colombia?, que firma Fabio Andrés Olarte Artunduaga.
En su falible escrito Olarte reclama que este año Medellín gastó 21 mil millones de pesos en alumbrado navideño. Y añade textualmente: “un monto que no vendría nada mal invertir en programas de salud para los habitantes de las comunas o en apoyo a los estudiantes de los barrios menos favorecidos”. Más adelante, identifica a las víctimas: los habitantes de la ciudad de la eterna primavera de cuyo bolsillo salió aquella desorbitante suma, y señala al responsable: las Empresas Publicas de Medellín (EPM), entidad que financió la mega obra de 30 millones de bombillas led, 800 kilómetros de manguera luminosa, 11 toneladas de papel metalizado, 170 de hierro, y un sofisticado desarrollo tecnológico, que los paisas y cerca de 1.100.000 turistas podrán apreciar hasta el próximo 11 de enero.
Para refutarlo ni siquiera es necesario mencionar el significado de la navidad para la gran mayoría de las culturas de tradición judeo cristianas del mundo, pues eso corresponde a la orbe espiritual de millones de seres humanos en todo el planeta (un tema que se omite de plano en el artículo), pues las solas cifras que el mismo columnista aporta sirven para rebatirlo. Es claro que el señor Olarte olvidó hacer algunos cálculos con sus propios números: 1.100.000 turistas le reportarían a la ciudad ingresos operacionales por encima del billón de pesos, una cifra 50 veces mayor a los 21.000 mil millones invertidos por la EPM. Es decir, si se tratara de un negocio particular no habría con que compararlo, pues su utilidad estaría alrededor del 1000%. No se olvide además que de ese billón de pesos una parte importante ingresa a la arcas del Municipio en forma de impuesto. De donde podrán tomarse luego para la inversión en los programas sociales que tanto reclama el querellante.
Cabe aquí mencionar un aspecto que el columnista igual ignora u omite de manera intencional, y es el referido a las esferas de responsabilidad en la constitución del Estado colombiano; los temas sociales, de educación y de salud pública de la capital paisa no son competencia de las Empresas Públicas de Medellín, lo que hace que aquellos no sean precisamente asuntos de su orden de prioridades. Es a la entidad territorial y los organismos legalmente establecidos para tales fines los que tienen la responsabilidad de ocuparse de tales problemáticas. Además, dicho sea de paso, nada garantiza que si la EPM deja de oprimir el interruptor de las luces navideñas por un solo año eso sirva siquiera para mitigar los profundos problemas sociales de la ciudad.
Pensar que una ciudad con graves problemas sociales no puede darse el lujo de hacer inversiones en el alumbrado navideño es compartir la posición retrograda de que los pobres no tienen derecho a comprar en los grandes almacenes de cadena, adquirir un televisor Led full HD o una nevera tipo No frost doble puerta con el argumento inicuo y excluyente de que tienen otras necesidades que cubrir. Si así fuera, el país mismo tendría que sumirse en la teoría de que somos un territorio de paracos, mafiosos, drogadictos, corruptos, guerrilleros, delincuentes, intolerantes, ebrios al volante, etc., y, en concordancia, no se debería invertir un solo centavo en nada que tenga que ver con mostrar la cara positiva de Colombia ante el mundo o en aquello que pudiera hacernos la vida un poco más cómoda o más feliz.