Pirry no se amilana ante nada. Él es pura adrenalina, él es honestidad. Sus fans estábamos felices porque volvía al ruedo en febrero pasado con sus denuncias atrevidas. Una de sus periodistas estrellas, Diana Salinas, hizo una investigación sobre unos predios en Risaralda que eran propiedad de Mauricio y de su padre, Óscar Tulio Lizcano y que estaban siendo reclamados por víctimas de despojo en un proceso de restitución de tierras. Esto hizo que Mauricio Lizcano, al parecer, moviera cielo y tierra para que el programa nunca fuera emitido. Ni siquiera Pirry, con su prestigio, pudo reversar lo inevitable, lo que creíamos era una práctica que ya no se usaba, la de usar el poder para acallar al periodista.
Pero pasó frente a nosotros y nadie hizo nada. Aunque eso sí, diez meses después volvió a aparecer la justicia. La Procuraduría no va a dejar que se vendan esos predios. El supuesto negocio se le habría caído a Mauricio Lizcano. Dios no castiga ni con palo ni con rejo. Esto no solo sería un triunfo para nosotros sino para Pirry y para el periodismo nacional. Qué bueno que el periodismo sirva para algo y cumpla la función de frenar al poderoso. Con la supuesta censura impuesta hacia Pirry —la misma FLIP elevó en su momento su voz de protesta— Mauricio Lizcano no solo se echó la soga al cuello sino que se ganó el desprecio de gran parte de Colombia quien nunca lo quiso, quien siempre lo vio como otro delfincito de provincia con ínfulas de mandamás.
Ya vemos por qué se retiró del Congreso. Se preparaba para lo que venía encima. Mientras todos van a olvidar a Mauricio Lizcano el gran Pirry pasará a la historia como uno de esos pocos hombres que tuvo la valentía de hablar en este país de sordos y alcahuetas.