No había muerto Pablo Escobar cuando María Victoria Henao logró sacar a sus hijos Juan Pablo y Manuela de Colombia. Era noviembre de 1993. Tomaron un avión de Lufthansa rumbo a Múnich porque el gobierno de Helmuth Kolhn al parecer le había abierto las puertas. Desde una caleta en el barrio San Juan de Medellín su esposo alcanzó a celebrar. La aligeraba las cosas para continuar con su huida perpetua. Tenía que escapar de muchos: Los Pepes estrechaban el cerco con los sanguinarios hermanos Carlos y Fidel Castaño y don Berna a la cabeza; este último le había lanzado un rocket a su apartamento en Medellín.
Desde entonces los Escobar Henao habían hecho del último piso de Residencias Tequendama en Bogotá su hogar. Tocaron las puertas de 53 embajadas y todas se estrellaban contra su cara. La esperanza estaba puesta en Alemania. Cuando estaban a punto de aterrizar en Múnich el avión tomó inesperadamente rumbó de regreso a Bogotá. El poder del Presidente Cesar Gaviria se había hecho sentir. Pablo Escobar desde su caleta en Medellín bramaba de rabia. Se descontroló hasta romper su código de seguridad y llamó insistentemente a su hijo Juan Pablo. Firmó entonces su sentencia de muerto. El Bloque de Búsqueda y los Pepes lo tenían interceptados. El 2 de diciembre, apenas quince días después caía abaleado en Medellín.
Con la desaparición de Escobar empezó el calvario para su viuda María Victoria Henao. Durante siete meses permaneció encerrada con sus hijos en Residencias Tequendama. Con recursos limitados, el gobierno de Gaviria presionaba para que abandonaran el lugar incluso con amenazas de que les retirarían los escoltas. Los enemigos eran muchos. En diciembre de 1994 se abrió la primera puerta para salir del país: Mozambique los recibiría si invertían la fortuna heredada en la lejana isla africana.
Llegaron tras un largo vuelo con escalas en Lima, Buenos Aires, Ciudad del Cabo y Johannesburgo. El tedioso viaje de dos días les dio el tiempo para escoger los nombres de sus nuevas identidades a partir de una guía telefónica que cargaban. Juan Pablo se bautizó Sebastián Marroquín. María Victoria se llamaría María Isabel. Manuela ahora sería Juana. El entusiasmo de la nueva vida fue breve. La permanencia en Mozambique no superó los cinco días. Un país devastado por una guerra civil no tuvo ofrecerles nada distinto a un apartamento sin energía eléctrica; la comida escaseaba y la universidad donde estudiaría Juan Pablo era un precario garaje. Decidieron asumir los riesgos y tomar el camino de regreso a Colombia.
Los cogió la navidad del 94 en el aire. Llegaron en escala a Buenos Aires el 24 de diciembre y allí María Victoria se la jugó. Sin darle vueltas tomó a sus hijos y entraron a inmigración. Pasaron el filtro. Y allí se quedaron.
Desde 1996 viven allá. Nada fue fácil. Manuela tenía problemas y miedos inimaginables; no superaba la ausencia del papá. Los recuerdos la atropellaban. Cuando le pidió en su cumpleaños cinco un unicornio y Escobar se le ocurrió regalarle un caballo con un cuerno de toro pegado en una cruel cirugía que terminó matándolo por una infección. Por ella Pablo Escobar había sido capaz de hacer nevar en Nápoles, su hacienda en el ardiente Magdalena Medio. De esa niñez feliz pero caótica no sólo le había quedado de recuerdo la sordera de su oído derecho después del bombazo que le propinó el Cartel de Cali al edificio Mónaco en 1988: también le había quedado la costumbre de dormir debajo de la cama como si se tratara de la caleta que tatas veces lo salvó de la furia de los enemigos de Pablo.
La vida se volvió amable en Buenos Aires., María Victoria estudió diseño de interiores, marketing, relaciones humanas, inglés. Rebajó 37 kilos en apenas ocho meses. Solo un traspié le amargó su camino cuando como consecuencia de una acusación de lavado de dólares por Usd 200 mil y un par de carros, terminó condenada a seis años de cárcel pero solo pagó dos detenida.
María Victoria, quien se hace pasar por María Isabel Santos vive en un apartamento de Palermo Soho y disfruta los fines de semana en la casa campestre en Tigre, en las afueras de Buenos Aires. Una reposo que podría estar llegando a su fin. La Fiscalía Argentina encontró las pruebas suficientes para asociarla con el narco colombiano José Piedrahita, quien fue detenido por la DEA el pasado 30 de septiembre, en un negocio para comprar el café de Los Angelitos, uno de los más emblemáticos de Buenos Aires en el que las autoridades dicen tener identificada una operación de lavado de activos que en Argentina da cárcel.
A los Escobar Henao les queda difícil desmarcarse de la sombra de Piedrahita quien está preso por lavar 10 y 15 millones de dólares desde el año 2008 a través de un megaproyecto mobiliario en el exclusivo sector del Pilar en las afueras de Buenos Aires. En la intermediación habrían ganado un 4.5% de comisión.
Llegó el sindicación en un momento en que los Escobar Henao creían estar entrando en el hall de la fama en Cannes donde Juan Pablo –Sebastián Marroquín- logró presentar su proyecto documental Escobar exposed en el que por primera vez su mamá y su hermana le dan la cara a las cámaras. La tranquilidad de nuevo parece esquiva, sobre todo ahora cuando se vislumbra que José Piedrahita va a abrir la boca y contará todo lo que sabe. Maria Victoria y Juan Pablo son un plato irresistible para el gobierno de Trump