El 30 de septiembre de 2018, el entonces alcalde de Medellín Federico Gutiérrez le dio un golpetazo mortal a Roberto Escobar y como único hermano vivo de Pablo Escobar tenía que dejar el sustento que lo había mantenido en los años tristes de su vida: su casa museo, donde cientos de aficionados de todas partes del mundo venían a honrar el recuerdo del Capo, era cerrada para siempre.
Al igual que su hermano, el Osito siempre intentó hacerlo todo por debajo de cuerda y mientras se derrumbaban otros íconos de Pablo Escobar en la ciudad como el edificio Mónaco, su casa museo funcionaba y todavía este domingo 9 de junio era promocionado así a través de Airbnb.
El plato fuerte era conocer al Osito, el nombre con el que siempre fue llamado el mayor de los Escobar Gaviria. Hasta antes de la recaptura de John Jairo Velásquez Vásquez, mejor conocido como Popeye, los tours eran acompasados por la voz apresurada y llena de mentiras del autoproclamado “Sicario de confianza de Pablo Escobar”. A pesar de que la desaparición del sicópata le hizo perder caché al Tour, siguió funcionando. Entre las especificaciones de Airbnb figuraba lo siguiente:
Del 12 al 15 de julio estaba todo disponible:
La atención de Roberto Escobar le daba para ser calificado con los más altos puntajes en AIRBNB:
Roberto Escobar era un comerciante honesto que había hecho una fortuna a mediados de la década del setenta con una fábrica de bicicletas. Incluso, patrocinó varios equipos de ciclismo y de automovilismo a los que bautizó con su apodo, el Ositto. Sin embargo, la vorágine de billete verde y balas que despertó su hermano Pablo Escobar también lo arrastró a él y de qué manera.
En 1991, cuando su hermano decidió escuchar el llamado que le hacía el padre Rafael García-Herreros a deponer las armas y entregarse a la justicia, Roberto Escobar también lo hizo. Sin embargo, en 1992 después de que asesinaron a sus dos socios, Kiko Moncada y Fernando Galeano, los Pepes, sigla del grupo armado llamado Perseguidos por Pablo Escobar, manejado por el Cartel de Cali, empezaron una cruzada contra todo lo que oliera a Escobar y la venganza lo alcanzó en la cárcel de Itagüí.
Una carta bomba llegó a su celda y le explotó en la cara. La bomba no lo mató, pero lo dejó parcialmente ciego. Un año después, el 2 de diciembre de 1993, su hermano fue abatido en Medellín. Roberto Escobar, sin salir del país, supo hacer el quite a sus enemigos. Se refugió en su casa en El Poblado y ahí está, fundido en los recuerdos, sabiendo explotar al máximo los recuerdos de su hermano, el monstruo.
El Osito dice que no extraña nada, que está mejor así, viviendo sin la ostentación del pasado. Sin embargo, había aprendido a hacer billete hablando de su hermano y ahora, cuando Daniel Quintero, el alcalde de Medellín, ordenó demoler de la casa museo, algo que debió haber ocurrido hace mucho, poco a poco el fantasma de Escobar se termina de exorcizar en la ciudad.