Un grupo de respetadas e inteligentes mujeres presididas por la dirigente Ángela María Robledo enderezaron una petición al CNE con el propósito de que obliguen jurídicamente al candidato Rodolfo Hernández para que concurra a los debates públicos como lo mandan los principios democráticos, no hacerlo sucintamente transgrede la Constitución porque en la democracia no puede existir actos de camuflajes o secretos, toda vez que ella se puede definir de diversas formas, pero la definición siempre debe incorporar la visibilidad o transparencia del poder.
Y eso debe ser así por su enorme peligrosidad debido a que existe un poder al que el mismo Bobbio llama “invisible”, y que se incrusta en el poder visible o legal, y el cual tiene, como una de sus manifestaciones, “al gobierno subterráneo”, lo que es inaceptable en democracia, porque permitirlo es imponer la consigna de ‘quítate tú para ponerme yo’ deja intactas las formas patrimonialistas en el ejercicio del poder.
Cuando se llega a la vida no se puede pretender que uno es adánico y que la humanidad nació con uno. La retrospectiva de la historia nos recuerda que la república romana y las italianas del renacimiento tenían en común con las democracias contemporáneas un fuerte ingrediente de “gobierno por discusión” como lo denominó el pensador John Stuart Mill.
En apretada síntesis es el gobierno de opinión pública que, a través de la representación política bien construida se traduce en decisiones de Estado. Y ese componente es el que suprimen por igual todas las formas de cesarismo: se acaban la discusión, el debate, el parlamento, la libre expresión pública de las ideas, la libertad de organización y manifestación y, desde luego, la libertad de elección y de participación en las decisiones públicas.
El gran amigo del expresidente Macri, Ángel Beccassino mentor del candidato Rodolfo Hernández le ha insinuado que no asista a debates, ”Che como te vas meter en esa chichonera, Petro no es el Consejal ” lo que nos indica , que la política electoral depende mucho más del marketing que de programas y propuestas.
Por eso mismo en la Argentina de la dupla Macri-kirchner se adoptó una llamativa estrategia frente al surgimiento de cualquier escándalo: si hay corrupción, que no se note; y si se nota, que no se pueda probar. Con el tiempo, se corrigió ese lema añadiendo la idea de que si la corrupción se nota y se puede probar, el funcionario involucrado debería dejar su cargo, no por ladrón, pero sí por chambón. fueron demostrativos de aquella concepción particular.
Pero agregar lo más grave hace muchos años en advertencia de los anteriores criterios leí un pensador italiano el profesor Virol de la escuela de Turín discernió sobre la decadencia de las pretensiones democráticas de la actualidad, a la que llamó kakistocracia o el gobierno de los peores.
Este fenómeno se comienza a generalizar en las castas políticas que ocupan puestos de mando; lo vemos desde el gamonal hasta en las universidades, y cada vez que hay elecciones gana terreno una tendencia con visos decididamente retardatarios y que no tiene ningún reparo en presentarse públicamente como ultraderecha.
Los votantes de esa tendencia –expresada en partidos que con pocos matices auspician políticas racistas, rencorosas, estigmatizadoras, excluyentes y autoritarias– van dejando atrás los escrúpulos que generaciones anteriores sentían cada vez que recordaban que derecha significaba privilegios para unos pocos, desarticulación de los Estados benefactores, minimización de los programas sociales, contención de los salarios y mano dura para los cuestionadores del modelo.
En estos tiempos de entrampamiento político es la marca fundamental de nuestra realidad gubernamental: la imposibilidad de erigir un Estado democrático y la latencia restauradora del autoritarismo, donde la gobernabilidad se ha debilitado, aunado la franja de población aquiescente con la inmovilidad política que dimana y se origina por la calumnia, odio, rencor y estigmatización, ha corroborado que no se puede hacer política, buena política, toda vez que hay “dirigentes” que ni siquiera no se conocen la historia de la nación que pretenden representar, de la ciudad y de la comunidad.
Entonces el debate político actualmente en Colombia es el despliegue y desarrollo de esa latencia restauradora de los peores días republicanos, la de la exclusión, el servilismo, la marginalidad, que la elite del conocimiento, las personas decentes, la burguesía, rechazan paladinamente.
Articulada y perfilada la contienda electoral entre Gustavo Petro y Rodolfo Hernández lo que se descifra es un combate denodado entre democracia y autoritarismo y no como equívocamente se afirma que es entre izquierda y derecha, lo que pugna abiertamente con la democracia que en congruencia detesta los regímenes autoritarios, que se expresan en el que el sentido de las palabras está congelado. En las democracias, ese sentido está sujeto a revisión periódica.
Ello permite disidencia y debate. E impone la necesidad de ser persuasivos. En las democracias, no se convoca a la obediencia, sino al ejercicio de la convicción. Cuando ello no ocurre, cuando las palabras se vuelven portadoras de contenidos indiscutibles, la democracia tambalea. Y mucho cuando esa rigidez se traduce en hostilidad hacia el otro, que es lo que practica Rodolfo Hernández con el hijueputeo, los golpes y los ultrajes propios de su ideólogo Adolfo Hitler.
Con los partidos tradicionales conservatismo, liberalismo, CD, cambio radical, de la U, la democracia también se ha pervertido y ha servido como mecanismo para sojuzgar y someter a los más amplios sectores de la población. La democracia elitista, gamonal- feudal es lo contrario de democracia, aunque sus teóricos nos la quieran presentar como tal.
Hay que sacarle provecho hasta donde se pueda, usarla para alcanzar el poder, pero la responsabilidad para lograrlo no es de la democracia (concepto intangible) sino de los partidos no sólo de oposición sino la del buen ciudadano, con el concurso de las mayorías convencidas de sus programas.
¿Qué facilita y hace esto posible? Cuando el gobierno por discusión, esencia de la democracia, se degrada y convierte en un artificio para satisfacer apetitos particulares de estafadores, y aleja su atención de los sentimientos y los pensamientos del público (o, por qué no, del pueblo), se abre un enorme flanco a los ímpetus dictatoriales de los santones que claman por la salvación mistificada del cuerpo nacional.
Por ello el populismo no es una doctrina económica, sino un fenómeno político que se entiende mejor si primero se describe la estructura medular del cesarismo. Julio César se hizo emperador de Roma cuando colapsó la República. A pesar de sus virtudes en la época, la República había sido corroída por la corrupción, la decadencia del Senado y su separación del pueblo romano, es un calco y copia de lo que estamos viviendo en Colombia.
Los escribas del establishment, aduladores, estafetas e instructores del autoritarismo, conspiradores contra la democracia local han instalado otro tema que es un refrito, toda vez que se trata del “riesgo Petro”, que de trasluce en se va castigar la riqueza expropiando, lo que es propio de los regímenes socialistas enemigos de la propiedad privada criterios que no se le ha oído ni leído a Petro ni muchos a sus asesores doctores en economía Luis Fernando Medina, Ricardo Bonilla y Diego Guevara.
Lo que pasa es que el autoritarismo se limita en defender sus intereses y hay un antecedente vergonzoso de esta ideología que postula que, para que haya seguridad , tiene que morir una parte de sus habitantes, desconociendo la dignidad humana, por eso convocan a la permanente de la militarización del país.
Rodolfo Hernández el que afirma que ataca el neoliberalismo, debe saber que ese modelo económico las malgastó y aniquiló el debate público e hizo trizas la idea de que en el espacio público triunfa siempre 'el mejor argumento' como lo afirma Habermas.
Además, hasta donde me ha sido posible, he explicado que confundir el combate a la corrupción con la Idea errátil y perversa de perseguir y defenestrar políticos como gallitos de peleas, con el ingrediente de que en las elecciones de muchos candidatos elegidos a lo largo del perímetro nacional estuvieron inclinadas, mancilladas, ensuciadas por campañas sistemáticas de fake news que no apelan a enaltecer las cualidades de un candidato sino a defenestrar con calumnias al rival, que desvían mañosamente la atención de la sociedad hacia la dinámica de la venganza por quienes han abusado de los poderes públicos y eso lo ha apreciado la élite del conocimiento colombiano, y las más lucida de ella comenzando Antanas Mockus y Alejandro Gaviria los rectore de dos mejores centro académicos del país, Cecilia López, Rodrigo Uprimny, Rudolf Hommes.