En este 2021, y a pesar de las restricciones sanitarias, se ha incrementado considerablemente el éxodo masivo de migrantes centroamericanos, del sur de México, haitianos e incluso africanos y del Oriente Medio cuyo propósito es hacer realidad el sueño americano.
Pero no solo migran personas adultas sino también niños y adolescentes no acompañados que se lanzan a esta peligrosa aventura sin medir las consecuencias. Y es que el 60 % de los niños centroamericanos se encuentra totalmente desprotegidos pues pertenecen a familias desestructuradas y de bajos recursos, niños y niñas huérfanos o no deseados, no escolarizados, abandonados o que escaparon de sus hogares a raíz del abuso o el maltrato.
Se les han negado el derecho a la niñez y a muy corta edad se transforman en adultos que carentes de afecto y amor son capaces de empuñar una pistola y asesinar a cualquiera por un par de zapatos o un celular.
Para entender que haya familias capaces de enviar a sus hijos menores de edad en solitario a EE.UU. tenemos que remontarnos a la historia de Moisés cuando el faraón ordenó a las parteras que mataran a todo varón hebreo recién nacido para evitar el crecimiento excesivo de la población extranjera esclavizada en Egipto.
Entonces, su madre decide meterlo en una canasta de mimbre y lanzarlo al Nilo esperanzada en que alguien lo encuentre y lo salve. En muchos casos se puede aplicar el símil: “Mijo sálvese, saque los papeles, estudie y cuando trabaje, mande las remesas en dólares”.
Y no solo eso, sino que los alientan a que abracen la bandera de barras y estrellas y se alisten en las filas del ejército más poderoso del mundo -tal y como ya lo han hecho más de 157.000 soldados de origen latinoamericanos.
El éxodo bíblico se ha multiplicado en estos últimos dos años por culpa de varios factores como el impacto de huracanes Iota y Eta, que azotaron el territorio de Honduras, Guatemala y Nicaragua y que sembraron a su paso la muerte y la destrucción dejando campos inundados, pueblos arrasados y miles de damnificados.
El cambio climático echó a perder las cosechas y después de las tempestades, la sequía achicharró la tierra. Y encima para rematar comenzó la pandemia del coronavirus que ha agudizado aún más las desigualdades, la marginalidad y el desempleo.
A esas castas empobrecidas de perdedores no les queda otra opción que jugarse la última carta al todo o nada. Si es que en EE.UU hasta los perros gozan de un nivel de vida incomparablemente superior al de cualquiera de ellos ¿acaso los seres humanos son menos que una mascota?
¿De qué vale trabajar duro para tan poca remuneración? Derrotados y sin futuro la única alternativa es pedir una visa a los EE.UU, Canadá, a Europa o Australia. En la mayoría de los casos son rechazados por no demostrar suficientes lazos con el país de residencia (nómina, cuentas corrientes, propiedades, empleo o familia).
Así que desesperados queman las naves y venden la casa, los muebles, los enseres y electrodomésticos, se empeñan o piden prestado a los bancos o entidades financieras presentando de fiadores a sus propios familiares y amigos porque sin una buena cantidad de dólares sería imposible hacer realidad el “sueño americano”.
Los migrantes tienen que contratar a los polleros y coyotes que son los que controlan la ruta de los trailers o el cruce de la frontera ya sea por túneles, atravesando el desierto a pie o en balsa por el río Bravo. Así que bajo coacciones y una advertencia de que si no pagan la deuda todos los meses cuando empiecen a trabajar en EE.UU -intereses incluidos- serán sus familiares los que sufran las consecuencias.
No se puede perder más tiempo pues a partir de los 45 años empieza la tercera edad; se vuelven viejos, inservibles, incapaces de aguantar ese ritmo vertiginoso y frenético que marca el capitalismo depredador.
¿Por qué los miserables tienen que amar un país que los condena a la indigencia? No hay que ser adivino para saber cuál va a ser el fatal desenlace de esta tragedia: estirar la mano a ver si los buenos samaritanos se compadecen con regalarles unas moneditas.
Disputándose en medio de los basurales con las ratas, cucarachas y zopilotes un pedazo de carroña o recogiendo por las calles el cartón, el plástico y de chatarra para venderlo en las recicladoras. La patria es algo abstracto e intangible y las banderas e himnos nacionales no te dan de comer.
Con un par de dólares diarios producto del trabajo informal es imposible que se mantenga dignamente una familia. Hacinados en unos tugurios infectos sin los servicios básicos y lo peor soportando un ambiente infernal donde las maras y la delincuencia organizada impone sus leyes a sangre y fuego: chantajes, sobornos, extorsiones o cobro de piso es el pan nuestro de cada día.
Los sicarios sin mediar palabra raptan a sus hijos para enrolarlos en sus ejércitos particulares y a esclavizar a sus hijas en las casas de lenocinio.
Todos quieren escapar y rehacer sus vidas o renacer en los EE.UU o Canadá pues saben que la pobreza se hereda de padres a hijos y están predestinados a una humillante existencia de siervos y peones.
La única posibilidad de progresar es convertirse en delincuentes, mafiosos o narcotraficantes. Las élites que detentan el poder político y económico jamás van a renunciar a sus privilegios sino es por medio de la lucha armada.
Y la situación es aún más catastrófica en las áreas rurales donde los campesinos harapientos y descalzos con sus azadas remueven la tierra yerma que no produce más que zarzas y cardos.
La sentencia es inapelable y nadie va a conformarse con sufrir una agonía lenta y dolorosa que no conduce más que al camposanto. Se da el caso de cientos de pueblos de Centroamérica y México que se han quedado deshabitados y donde solo permanecen los viejos pues los jóvenes emigraron a la ciudad o al extranjero. Es tal la decadencia que algunas comunidades indígenas están al borde de la desaparición ya que ni siquiera las madres paren hijos.
La CELAC y la CEPAL, con el auspicio de México quieren reactivar económicamente la zona del Triángulo Norte de Centroamérica, más Chiapas, pero EE.UU, que es el principal inversor se ha quedado al margen. La intención es lanzar una especie de plan Marshall para Centroamérica y el sur de México, un proyecto integral de cooperación y desarrollo que frene las causas estructurales de la migración.
Según sus impulsores se invertirá en un plazo de cinco años 45.000 millones de dólares. Los supuestos mecanismos de cooperación multilateral como la banca de desarrollo, donantes y agentes privados, la Unión Europea, las onegés, fomentarán los programas sociales que combatan la pobreza endémica, la violencia, la corrupción, el desempleo, la falta de vivienda, servicios de salud y educacionales.
Se proyecta una zona libre de impuestos, complejos de maquiladoras y de industrias tecnológicas. Los gobiernos beneficiarios de estas ayudas tendrán que demostrar su honorabilidad con el objetivo de que no se desvíen los recursos como es habitual en estos casos.
Desde muy temprana edad hemos aprendido de memoria las consignas que trasmite la propaganda imperialista a través los medios de comunicación de masas.
Nos han alfabetizado con sus símbolos y códigos del “american way of life” y sus mensajes subliminales que no hace más que machacarnos el cerebro las 24 horas diarias. Embriagados por los cantos de sirena decidimos venderle el alma a Walt Disney.
El Dios dólar nos embruja y alucinados nos rendimos de rodillas recitando el “in god we trust”. Porque el imperio se alimenta con la sangre fresca de nuestros hijos, ya sean bebés, niños, adolescentes, jóvenes o adultos decididos a inmolarse en el altar de los sacrificios.
Es tal el fanatismo por llegar a los EE.UU que miles de balseros cubanos y haitianos se han lanzado al mar Caribe en los últimos 30 años en embarcaciones artesanales arriesgando sus vidas por alcanzar las costas de la Florida. Se estima que más de 40.000 clandestinos perdieron la vida ahogados o devorados por los tiburones.
Los migrantes se han organizado en caravanas porque estas les brindan protección y seguridad y, además, les garantizan algo muy importante y es que llegarán a su destino con vida. Para publicitar las convocatorias utilizan canales como el Facebook o en el WhatsApp que anuncian la fecha y hora de partida de las caravanas que en la mayoría de las ocasiones salen desde San Pedro Sula o Tegucigalpa, en Honduras.
La migración de centroamericanos tiene como objetivo obtener una visa humanitaria de refugio o asilo al denunciar ante los agentes fronterizos que son perseguidos políticos o amenazados por los grupos delincuenciales o maras.
Los halcones de los carteles vigilan las trochas, lo caminos, las carreteras o a las vías del tren avisando del paso de los clandestinos. Los carteles y mafias que son las que hasta la frontera estadounidense asaltan el tren la Bestia para robarles, secuestrarlos y exigir un rescate a sus familias o sino directamente esclavizarlos o enrolarlos en sus ejércitos o la trata de blancas, otros se venden como mercancía del tráfico de órganos o para que sirvan de “mulas” y meter droga en los EE.UU.
Y en algunas ocasiones y sin ningún motivo aniquilarlos a balazos no sin antes someterlos a execrables torturas. No pueden confiarse ni en la policía o el ejército que están compinchados con los grupos delincuenciales.
La inseguridad reinante se ha cobrado miles de vidas que a veces ni se reportan, o sea, que es imposible conocer el número de víctimas ni judicializar los crímenes.
Cabe destacar dos hechos horripilantes: la masacre de los 72 migrantes en San Fernando, Tamaulipas, en el 2010 y la de 16 migrantes guatemaltecos en Camargo, Tamaulipas, en el 2021. Con toda razón dicen algunos investigadores que este “viacrucis” está jalonado de fosas comunes y cadáveres que se tiran a los ríos o a los barrancos.
La clave está en que los países tercermundistas críen niños sanos y fuertes y cuando se hagan mayores marchen al norte a engrosar los ejércitos de mano de obra barata, el capital humano esencial: brazos robustos, espaldas resistentes que doblen el lomo y se rompan el espinazo en las maquiladoras, plantas de procesamiento, braceros, obreros, proletarios, esclavos fieles y obedientes dispuestos a entregar sus vidas para garantizar el crecimiento infinito del sistema capitalista.
No importa vender su cuerpo, la fuerza de trabajo o el conocimiento de cerebros fugados; doctores, científicos, médicos, mercenarios que vienen a recoger a manos llenas la cosecha de dólares bien verdecitos. ¿Cómo mover entonces el complejo engranaje de los medios de producción?
Religiosamente hay que trabajar a destajo todos los días de la semana, más horas extras incluidas, adaptándose a la filosofía anglosajona del “time is money”.
La diferencia de salario entre México y EE.UU es de seis a uno, la ganancia de un año de trabajo en EE.UU representa seis años en México. Nadie puede competir con sueldos de 10 dólares la hora y los fines de semana 15 dólares que en general se gana el sector servicios. Producir más mientras la clase trabajadora gana menos.
La plusvalía como lo escribió Carlos Marx “el valor no pagado del trabajo del obrero que crea un plusproducto del cual se hace propietario el empresario, que es en esencia la explotación.
Los inmigrantes latinoamericanos (que ya son más de 50 millones), los llamados “mexicans” “latinos” o “hispanic”-apelativo en el que se engloban todas las nacionalidades- son los que, por ejemplo, han convertido a California en la quinta economía del mundo, pues el 70 % de los trabajadores de la construcción de Texas son inmigrantes y el 50 % indocumentados.
Mientras las remesas que envían a sus familias desde EE.UU se cuantifican en miles de millones de dólares y son las que aseguran la paz social en muchos de nuestros países. Las remesas que recibe México representan el 4 % del PIB (40.000 millones de dólares)
Centroamérica es una región de 50 millones de habitantes y 20 millones de miserables, es decir, el 38% de la población (ha aumentado en dos millones como consecuencia de la pandemia del coronavirus) más del 60% sin educación, sin salud, servicios básicos.
Y encima explosión demográfica en cambio de remitir, aumenta imparable. Se necesitarían 11 generaciones para que un niño que nace pobre alcance un mejor nivel de vida.
Aunque los gobiernos intentan aplicar diversos programas de asistencialismo y ayudas sociales a todas luces son insuficientes. Ocho de cada diez centroamericanos son vulnerables a la pobreza; salvadoreños, guatemaltecos, hondureños o nicaragüenses se ven empujados a emigrar a EE.UU para escapar del hambre, la violencia, el desempleo y la falta de oportunidades.
Las desigualdades y los problemas estructurales impiden vivir en una democracia plena, abrazar una cultura de paz y no violencia y tener un desarrollo equitativo en el que nadie se quede atrás.
Y este fenómeno no se va a detener pues el “efecto llamada” se amplifica a través del Internet y los teléfonos celulares con sus cantos de sirena que nos obnubilan.
Se han tejido redes sociales vía Twitter, Facebook, WhatsApp, Instagram mediante las cuales se comunican con sus familiares o sus amigos en EE.UU donde los animan y los invitan a compartir ese oasis de esplendor donde como el rey Midas todo lo que toquen se convierte en oro.
La migración de parias centroamericanos tiene como objetivo obtener una visa humanitaria de refugio o estatus de asilo en a la frontera norte denunciando que son perseguidos políticos o amenazados por los grupos delincuenciales o maras.
Los que tienen preferencias son los ciudadanos de Nicaragua, Venezuela o Cuba. Mientras que los nacionales de países como Haití, Salvador, Honduras, Guatemala o Ecuador tendrán que esperar el largo trámite de sus expedientes que puede durar años.
En las caravanas vienen niños menores no acompañados porque tienen la posibilidad de pedir asilo por razones humanitarias o reagrupación familiar, hay madres embarazadas que quieren parir al otro lado de la raya para que sus hijos tengan papeles americanos, y también enfermos, paralíticos o discapacitados que buscan un sistema de salud que los ampare.
En los años setentas y ochentas (en el marco de la Guerra Fría) se desataron las guerras civiles en Centroamérica inspiradas en la revolución cubana que causaron miles de muertos, heridos, desaparecidos exiliados y miles y miles de desplazados y de refugiados que buena parte emigró a EE.UU, Canadá o Europa (la primera ola migratoria del siglo XX).
Tras la intervención de los EE.UU los grupos guerrilleros no pudieron materializaron los objetivos propuestos y tuvieron que sentarse a negociar con los respectivos gobiernos. Los insurgentes entregaron las armas y firmaron la paz en los renombrados Acuerdos de Paz en Centroamérica Esquipulas I y II, ejecutado sobre los trabajos llevados a cabo por el grupo de Contadora entre 1983 y 1985.
“La paz firme y duradera” se supone que irían a implantar la democracia y cooperación económica para enfrentar la desigualdad y los problemas estructurales y abrazar una cultura de paz y no violencia.
Con el fin de las hostilidades las partes en conflicto apostaban por la reconciliación nacional, elecciones libres, desarme de las fuerzas militares, asistencia a refugiados y desplazados gracias a una inversión de millones de dólares por parte de la comunidad internacional.
Los responsables de los tratados de paz presumieron en su día que fueron los más exitosos del siglo XX. A 35 años los tratados de Esquipulas I y II por el camino de la paz en Centroamérica ha representado el más absoluto fracaso.
Los grupos guerrilleros izquierdistas (Farabundo Martí en el Salvador, los Sandinistas en Nicaragua, la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca y el EZLN en Chiapas-México) pretendían redimir millones de pobres y transformar las sociedades completamente sumidas en la miseria, el subdesarrollo, la represión militar o la corrupción. Pero agotados por el desgaste de una guerra inmisericorde tuvieron que desmovilizarse e integrarse a la vida democrática.
Creyeron que la democracia sería la fórmula salvadora, pero muy por el contrario ha demostrado que todo ha sido una mera alucinación pues se ha afianzado aún más el dominio del neoliberalismo explotador, los narcoestados mafiosos, las maras, la delincuencia organizada, militarismo y el gamonalismo.
Centroamérica se ha convertido en una de las regiones más convulsas del planeta. Las dolorosas consecuencias de la derrota de la insurgencia guerrillera es el éxodo de miles y miles de migrantes que buscan la salvación en los EE.UU. Se rindieron, ya no quieren luchar por su país y su máxima aspiración es adquirir la nacionalidad americana.
Ya de nada valen las revoluciones izquierdistas, ahora lo que manda es la consigna neoliberal del “sálvese quien pueda” y escapar siguiendo el rumbo del faro que más brilla, la estatua de la libertad.
Más de 1.5 millones de personas fueron detenidas en la frontera con EE.UU (la mitad de estos mexicanos) por las autoridades del Servicio de Aduanas y Protección Fronterizo en lo que va corrido de este año que lo convierte en un nuevo record nunca visto en la historia. más de 150.000 personas han cruzado ilegalmente a EE.UU, mientras 610 han muerto en el intento.
Los hijos de migrantes indocumentados son tratados como delincuentes y se encierran en jaulas (“la perrera”) separándolos de sus padres aplicando la política migratoria de “tolerancia cero”.
Para menores (UAC) no acompañados se acogerán a la ley de Protección Integral de Niños, Niñas y Adolescentes tutelados por un juez. Esto les permitirá solicitar la residencia legal permanente en los EE.UU
Muchos tienen parientes que los están esperando en EE.UU con la intención acogerlos (reunificación familiar) y debe asistir a la audiencia en la Corte de Inmigración y seguir los procedimientos judiciales para defender su derecho de asilo.
Cerca de 14.000 menores (entre niños y niñas) migrantes están bajo la custodia de los EE.UU (Departamento de Salud y Servicios Humanos y la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza) La mayoría son adolescentes, pero hay centenares que tienen menos de 12 años.
El rio Suchiate marca la frontera artificial entre México y Guatemala y es donde en estos momentos están retenidos miles de migrantes de distintas nacionalidades en tránsito a los EE.UU.
Los gobiernos de México, Salvador, Honduras y Guatemala (países de triángulo norte de Centroamérica) por orden de Washington han tenido que movilizar sus fuerzas armadas para detener a esa “plaga de miserables” e impedirles alcanzar la frontera norte.
Es extraño ver unos ejércitos compuestos en su mayoría por indígenas reprimiendo a sus propios hermanos de raza pues solo los diferencian los uniformes militares.
Los ilegales no se resignan y se infiltran por el segundo anillo de protección fronterizo utilizando las trochas clandestinas para esquivar la Guardia Nacional mexicana que los persiguen con perros, drones y helicópteros.
Se está construyendo un muro militar movilizando soldados guatemaltecos, mexicanos o salvadoreños a órdenes de Washington. La única solución es detenerlos y deportarlos a sus países de origen.
Atención que EE.UU tiene un problema interno pues en su territorio existen más de 50 millones pobres (que se ha incrementado en el último año a causa de la pandemia) y 11 millones de migrantes ilegales.
Además, la tasa de desempleo se ha disparado hasta el 10% en un claro síntoma del comienzo de una recesión que afectará gravemente el crecimiento económico.
Donald Trump apostaba por la represión armada pues solo a base de balazos se podía disuadir a los “mojados” de cruzar la raya.
Fomentando el odio hacia al migrante pobre de tez morena y de lengua española al que hay que discriminar, rechazar e ignorar.
A principios de 2018 la Guardia Nacional se movilizo en la frontera de sur con México para detener el avance de los “nuevos bárbaros”, combatir el contrabando y el narcotráfico. Y no solo amenazó a las caravanas que intentaban colarse sino también invadir militarmente a México con 250.000 soldados como si se tratara de Afganistán.
Porque según sus propias palabras los mexicanos (donde caben todos los latinoamericanos) no son más que unas “razas inferiores” de delincuentes, violadores, narcotraficantes y asesinos, y por ende los peores “terroristas”.
Trump fue el principal impulsor del “muro del apartheid” que en este momento tiene una longitud de 1.100 kilómetros. Además, entre sus maquiavélicos planes pensó reforzarlo con vallas electrificadas, campos minados, y hasta fosos con cocodrilos.
La frontera entre EE.UU y México tiene 3.169 kilómetros y por ahora es prácticamente imposible controlarla al 100%. No es de extrañar que se imponga la ideología neofascista en un imperio que se fundó a base del genocidio y el exterminio de las tribus indígenas.
A partir de la entrada del nuevo presidente demócrata Biden aparentemente han cambiado las políticas anti inmigratorias. La diferencia con la anterior administración de Trump es que la patrulla fronteriza ya no devuelve a los menores de edad no acompañados a México.
Cerca del 90% de los niños y jóvenes tienen un familiar que puede acogerlos en EEUU. Adultos solteros y familias están siendo expulsadas con el fin de la de evitar la propagación del coronavirus. Los solicitantes de asilo deben esperar en México a que su caso se resuelva.
Los candidatos a pedir asilo que hayan llegado a EE.UU a través de un tercer país seguro serán rechazados.
Cuando Biden asumió su mandato se comprometió a revertir muchas de las políticas fronterizas de línea dura de Donald Trump, por considerarlas inhumanas.
Incluso planea regularizar a los “dreamers” (jóvenes indocumentados) y no deportarlos, así como priorizar los derechos de los trabajadores agrícolas y a miles de beneficiarios del programa de estatus de protección temporal de personas que ya están en EE.UU provenientes de países con condiciones extraordinarias y peligrosas se les permita tramitar la residencia permanente en EE.UU. Uno de los puntos más relevantes es que se ha cancelado la construcción del muro con México.
Joe Biden no puede permitir que la crisis migratoria en la frontera sur se desborde pues el costo político sería altísimo.
Precavido envió la vicepresidenta “humanitaria” Kamala Harris a Guatemala a disuadir a los centroamericanos de su obsesión por alcanzar la libertad y la felicidad en “wonderland”: “hay que hacer más difícil la migración. No vengan a EE.UU. Vamos a asegurar nuestra frontera porque ponen en peligro la seguridad nacional”.
Los que siguen a la espera o han sido deportados y lo intentan nuevamente que se lo piensen dos veces y desistan de lanzarse a esa incierta aventura en la que se juegan la vida.
Biden está decidido a recuperar la confianza en la democracia y el bienestar social lanzando una especie de Plan Marshall o una Alianza para el Progreso como la que implementó Kennedy en 1961 para contener el comunismo en América Latina.
Es urgente invertir de manera inmediata más de 4.000 millones de dólares en el Triángulo Norte de Centroamérica y el sur de México para crear industrias y empleos dignos y de este modo revertir la migración descontrolada.
Pero lo que no se ha previsto es que ya estalló la Guerra de las Maras a causa de la persecución policial y militar iniciada por el presidente Bukele del Salvador y que ya se extiende por los países vecinos. Este será otro de los de conflictos que desestabilicen todavía más una de las regiones más violentas del mundo.
Los límites entre México y EEUU se considera el primer anillo fronterizo; Tecun Human- Tapachula el segundo anillo y el tercero ahora se localiza en Necoclí, en la costa caribe colombiana en los límites con Panamá.
Esta pequeña población del golfo de Urabá ha sido invadida literalmente por más de 20.000 migrantes de todas partes del mundo (principalmente de Asía, de África, el Caribe y Suramérica) decididos a desafiar la impenetrable selva del Darién para adentrarse en Panamá y desde allí continuar su viaje rumbo a la tierra prometida.
Washington ya ha dado la orden al presidente derechista proyanqui Duque y a su homólogo panameño el también derechista y proyanqui Laurentino Cortizo de que los detengan.
Pero por más obstáculos y ejércitos que movilicen las caravanas de migrantes no se detendrán por tres razones poderosísimas: bienestar, prosperidad y respeto a los derechos humanos. Ni siquiera levantando un muro del océano Pacifico al océano Atlántico o militarizando los anillos fronterizos porque sea como sea los hambreados clandestinos se infiltrarán ayudados por las mafias y los traficantes de seres humanos.
Un negocio que genera unas ganancias de 8.000 millones de dólares anuales. 10.000.000 de personas en Centroamérica necesitan urgentemente ayuda humanitaria, el 14,2 % de la población en Centroamérica pasa hambre, el 37 % sobrevive en inseguridad alimentaria y el 26,8 % en la indigencia. El flautista de Hamelin interpreta su cautivadora melodía a la que es imposible sustraernos.
Desde hace siglos que estamos inmersos en una confrontación norte- sur según el imperio o la potencia que nos haya colonizado; ya sea España o Inglaterra o Francia.
El imperialismo yanqui militarmente es el triunfante gracias a sus intervenciones e invasiones que impusieron la doctrina Monroe. Nos han condenado a ser colonias bananeras de carácter extractivistas cuya misión es la de explotar los recursos naturales y las materias primas para exportarlas al Primer Mundo.
América Latina se han quedado estancada en el atraso y subdesarrollo lo que supone el principal motivo de migrar a los países del Primer Mundo.