Gustavo Petro lanzó una prueba de fuego a Santos. En un contundente discurso ante más de 100 mil personas reunidas en la Plaza de Bolívar de Bogotá y en las calles aledañas, Petro demostró cómo el Procurador no tiene la potestad para destituirlo sino que además – al atribuirse esa función –, está desconociendo la autoridad del Presidente de la República, quien según la Constitución Política de Colombia, la Convención Interamericana de DD.HH. y la Ley Estatutaria de Bogotá, es el único que podría removerlo de su cargo siempre y cuando exista un fallo condenatorio de un juez penal.
Es más, el burgomaestre de Bogotá dejó claramente planteado que el presidente Santos ya debía haberse pronunciado sobre esa arbitrariedad. Es decir, que el presidente ha permitido el irrespeto de su investidura y por tanto, es cómplice de la violación de la Constitución. Además, Petro le notifica al presidente que así como los enemigos de la Paz lo quieren destituir a él, pronto irán por Santos. Es un fuerte y alarmante llamado de atención.
La democracia de calle y participativa que el alcalde Petro está construyendo con el pueblo bogotano y colombiano, ha puesto contra la pared a Juan Manuel Santos, quien representa la democracia agonizante que ha utilizado la oligarquía neo-granadina para eternizarse en el poder. Petro ha demostrado cómo la sentencia del Procurador que lo pretende destituir, es una jugada a tres bandas que han lanzado los enemigos del proceso de Paz para minar la precaria confianza que se está construyendo en La Habana y para provocar una situación que puede desencadenar un Golpe de Estado militar a nivel nacional.
La secuencia de la situación es la siguiente: Si se concreta la destitución de Petro, ya sea porque el presidente Santos se haga el de la vista gorda o porque termine respaldando plenamente al Procurador, ello destrozaría el proceso de Paz. Significa de hecho borrar de un plumazo lo que el gobierno acaba de pactar con las FARC sobre garantías para su participación política. Si cae Petro, se van a pique las conversaciones de La Habana y la candidatura de Santos se va al piso. El uribismo estará al acecho.
Por el contrario, si Santos hace respetar la Constitución, llama al orden al Procurador Ordoñez, y respalda la continuidad de Petro en la alcaldía, ello sería un fuerte empujón al proceso de Paz, ya que fortalecería la confianza entre el gobierno y la guerrilla. Sin embargo, ese acto sería interpretado por el uribismo como una traición al establecimiento, como un desacato al órgano de control y sería presentado ante la opinión pública como una entrega del país a la insurgencia. En este caso, Uribe va a ejecutar el complot que ya tiene preparado. Realizarán atentados criminales de sabotaje para culpar a la guerrilla y presionarán a los altos mandos militares para dar un Golpe de Estado. ¡Tienen con qué!... el ministro Pinzón es su principal agente infiltrado y tiene en sus manos las fuerzas militares.
El círculo infernal se está cerrando en torno de Santos. Sus vacilaciones y debilidad ante los chantajes de Uribe no le han permitido jugarse a fondo por la Paz. La prueba de fuego que le ha lanzado Petro y la misma dinámica política del país, lo tienen arrinconado. O sale a defender la Constitución, a hacer valer su propia autoridad y respalda a Petro, o cede ante el chantaje y cae en la trampa tendida por Uribe-Ordoñez. No hay medias tintas.
Por ello es tan importante comprender el momento político. En el centro de la política están las dicotomías “democracia/autoritarismo” y “guerra/Paz”. Incluso el proceso electoral pasa a un segundo plano. Todo se está jugando alrededor de este incidente. El “incidente Petro” concentra en su resolución todas las contradicciones de clase que ha acumulado la sociedad colombiana en los últimos 60 años. La forma y contenido de esa resolución serán determinantes para el próximo futuro de la Nación.
Por ello es fundamental fortalecer la movilización ciudadana y popular. El país ha entrado en una fase de inestabilidad institucional que requiere con urgencia el protagonismo de las masas populares en la calle. Las fuerzas democráticas y de Izquierda deben poner en primer lugar la tarea de construir el “Movimiento por la defensa y ampliación de la democracia, y por la conquista de la Paz” y colocar sus intereses electorales en un segundo plano.
Para hacerlo debemos unificarnos seriamente. A los barrios y sectores populares no podemos llegar con banderas y camisetas de múltiples partidos y con candidatos de todos los colores, para plantearles que está en peligro lo poco que tenemos de democracia. Nos van a decir… ¿Y por qué no empiezan por bajarse de sus intereses políticos que tienen un fuerte olor a politiquería? Es la respuesta natural.
El país está pendiendo de un hilo. Se necesita grandeza y generosidad. Si vamos a impulsar un verdadero movimiento popular y ciudadano para defender la continuidad de Petro y a la vez, derrotar las fuerzas autoritarias y guerreristas – fortaleciendo la democracia –, tenemos que ir mucho más allá de las estructuras organizativas sociales y políticas existentes. Hay que llegarle a todas las capas sociales, hay que desplegar un trabajo de nuevo tipo.
En cada localidad de Bogotá, en cada ciudad de Colombia, deben surgir Comités amplios, incluyentes, participativos, que se coloquen tareas de propaganda, reuniones en los barrios y sectores populares, que agiten consignas que vayan más allá de la defensa del gobierno de Petro, que relacionen el “incidente” con la defensa de la democracia y la conquista de la Paz, que alerten sobre los intereses y estrategias de los guerreristas y autoritarios.
La “nueva apertura democrática” ya no está en manos de la burguesía. Ahora la tenemos en nuestras manos. La torpeza del uribismo con sus cálculos golpistas, nos ha dado la oportunidad de desplegar las fuerzas populares para concretar viejos anhelos democráticos de nuestro pueblo. ¡No podemos ser inferiores al momento! ¡Es ahora o nunca!