La semana pasada me referí a la preocupación creciente por el rumbo que está tomando la minga indígena, principalmente para el sur del país y en especial para el departamento del Cauca. No solo no han prosperado las conversaciones, encabezadas por la ministra del Interior, sino que se han sumado nuevos hechos que complican todavía más la situación y aumentan las desconfianzas de lado y lado.
Por parte de los mingueros se han producido atentados que rallan con el terrorismo como el incendio de la buseta de Transbelalcázar con personas a bordo y los de trasportes de suministros o animales. Por otro lado, los indígenas sumaron una nueva víctima, fallecida por arma de fuego, que como las anteriores nadie ha podido explicar el origen de los disparos, ni el tipo de arma que lo produjo.
Mientras, en un clima enrarecido y una creciente indignación por los daños causados, debidos al aislamiento forzado a que están siendo sometidos Cauca y Nariño, aumentan los indicios de que otros movimientos sociales van a sumarse a esta minga y a complicar la situación; mientras se sigue esperando que el gobierno venga al Cauca o que los mingueros vayan a Bogotá, en un diálogo de sordos, al otro lado del país los conflictos se acallan; mientras aquí aumentan las movilizaciones, más allá de la frontera oriental, parecería que la protesta social ha disminuido de intensidad.
Venezuela, sigue sumida en un caos, con permanentes fallas eléctricas, delincuencia disparada en las principales ciudades, desabastecimiento y arbitrariedades contra la oposición, pero sin un norte claro que haga posible seguir exitosamente el rumbo de las protestas, como en los dos primeros meses del año.
Las amenazas de Trump, han dado paso
a una percepción de que eran bufonadas
y ya no producen ningún miedo en el régimen de Maduro
Las amenazas de Trump, han dado paso a una percepción de que eran bufonadas y ya no producen ningún miedo en el régimen de Maduro. En cambio, apareció esta semana un comunicado de la Asamblea Rusa, donde deja claro que no permitirá ningún acto bélico contra su aliado el Gobierno Bolivariano de Venezuela. A esta amenaza no le ha respondido Estados Unidos, aunque sí lo hizo nuestro canciller Holmes Trujillo, con un énfasis que debe tener temblando a Putin.
Lo complicado es que para el presidente Duque, su política más exitosa, esa que pareció ganarle importantes puntos de aprobación en las encuestas, se trató precisamente en apoyar al gobierno “provisional” de Guaidó y eso se le está desbaratando; se está cayendo la apuesta que realizó por una protesta social generalizada en el país vecino para cambiar el régimen. Mientrás en Venezuela se desvanece la gente en la calle, se le apareció, en su propio patio, una movilización, todavía no generalizada pero sí muy intensa. Y lo grave es que en ninguno de los dos casos Duque tiene ya a quien acudir.
Si se le enfrió Venezuela, la OEA y la ONU son escenarios gastados, así como inútiles parecerían las sanciones económicas contra el país y sus dirigentes. Los militares lograron detener con un torniquete de brutal represión las fugas o disidencias en sus filas. Y los Estados Unidos, con el loquito de Trump a la cabeza, no muestra ya ninguna iniciativa contra Maduro. ¿Qué puede hacer nuestro presidente, entonces? ¿Crear otro órgano inoperante como Prosur? ¿Convocar otro concierto de Maluma o acudir al Grupo de Lima?
Si se le enfría Venezuela, en cambio, no hay iniciativas para levantar el paro indígena y sí muchos elementos combustibles que lo pueden empeorar y hacer que se caliente Colombia. Un Congreso donde las deserciones son mayores que las de los militares venezolanos, un desempleo en aumento, un Plan Nacional de Desarrollo que no deja contento a nadie, un regaño por la falta de control al narcotráfico. En fin, muchos hechos que se le están saliendo de las manos.
Este mes y la Semana Santa que llega pueden ser el parto más duro en sus escasos 9 meses de gobierno. ¡Pobre Duque, tan cerquita de Uribe y tan lejos del pueblo y de los Estados Unidos!