A pesar de que ha sido una de las regiones más golpeadas por la violencia del paramilitarismo y existe el casi innegable nexo de las ramas políticas uribistas en la creación, financiación y protección de estos grupos terroristas, el oriente antioqueño ha sido un fortín de apoyo para las múltiples propuestas del hoy senador de la república.
Durante los últimos periodos electorales ha existido en la región una especie de unanimidad en el apoyo a los grupos políticos aliados del actual Centro Democrático, aportando un gran porcentaje de los votos en conjunto con la ciudad de Medellín en la victoria del no en el plebiscito por la paz y la elección de Iván Duque como presidente. Por ende, uchas preguntas han surgido respecto a ese ferviente apoyo de la región por los candidatos del uribismo; ¿regionalismo?, ¿identificación y apoyo emocional generado por las frecuentes oratorias de acento paisa que acompañan a sus candidatos?, ¿o simplemente han sido condicionados por la campaña de miedo y mentira que típicamente utilizan en sus campañas electorales?
La razón comienza a perder su importancia pues debido a las pésimas gestiones que han llevado durante sus gobiernos y la ocupación de los cargos públicos, la región más uribista de Colombia empieza a darle la espalda al consagrado expresidente Álvaro Uribe, evidencia de esto son las múltiples manifestaciones de rechazo que se han visto durante las visitas del senador a diferentes municipios en la actual campaña electoral, desde El Santuario, Rionegro, Marinilla, San Luis e incluso en su propia ciudad Medellín se ha desatado un rechazo claro y creciente a sus candidatos, políticas y discursos.
A pesar de que la prensa regional no le ha dado la importancia que dichos sucesos requieren, es evidente la degradación de los partidos cercanos al uribismo y la desesperación en la que están inmersos enfrentándose a una de las campañas más difíciles de su historia, con peleas internas que dividieron sus cúpulas en múltiples municipios de la región, la popularidad de Daniel Quintero a la alcaldía de Medellín, el apoyo de la población a los alternativos, el resurgimiento del Partido Liberal y Conservador, el rechazo de la población a la imagen del senador y la falta de gestión del presidente Duque (el que dijo Uribe) han convertido a este espacio de elección popular en un verdadero infierno para el siempre mayoritario uribismo.
Muchas e infructíferas han sido las estrategias del uribismo para retomar el control político de la región, desde el recrudecimiento de sus discursos de odio, la calumnia, la destrucción de publicidad, la amenaza y el último e indignante episodio en la ciudad de Medellín donde contrataron población a peso para que intentarán generar una imagen asociada de Daniel Quintero con el socialismo y Gustavo Petro, una medida desesperada que da luces de lo bajo que ha caído este grupo político en su más aclamada región.
Para muchos puede que esta disminución de la fe uribista en el oriente antioqueño no represente mucho, pero para aquellos que la habitamos representa un avance enorme en la creación de una verdadera democracia, la región más productiva de Antioquia empieza a madurar políticamente y poco a poco el fortín de la politiquería, de la guerra, de la mentira y de la corrupción comienza a desmoronarse, esperemos que el 27 de octubre el oriente antioqueño le muestre al país que una política diferente es posible.