La última década se ha destacado por innumerables hechos en la sociedad, por un lado, el COVID-19 que acabó con aproximadamente 7 millones de personas en el mundo; por otro lado, aumenta el conflicto entre países como Rusia, Ucrania, Palestina e Israel, todos con diferentes intereses que desde su punto de vista merecen cada uno el derramamiento de sangre de sus enemigos, pero esta mancha de sangre y de muerte no ha sido el único suceso a destacar, también con la evolución global y las nuevas tecnologías llega la Inteligencia Artificial (IA) la cual se ha podido demostrar que en los últimos años ha avanzado a pasos agigantados, posicionándola hoy día como la herramienta más destacada en ámbito educativo.
Esta herramienta se ha vuelto la principal aliada para los estudiantes, ya que en cuestión de segundos genera textos a partir de una idea central, soluciona ejercicios matemáticos con un 99 % de confiabilidad, da solución a preguntas que desde diferentes puntos de vista pueden llegar a ser subjetivas, entre infinidad de usos que se le pueden dar. Sin embargo, el uso inadecuado y mal intencionado ha hecho que diferentes académicos en el mundo vean la herramienta como un retroceso, más no como un avance, teniendo en cuenta que los estudiantes en su mayoría no cuestionan los resultados arrojados y dan por sentado que lo obtenido se encuentra dentro de la realidad.
Aun cuando Chatgpt puede llegar a ser una fuente confiable de información, el mal uso de la misma puede traer consigo consecuencias nefastas para la formación académica, tanto así que según estudios estadísticos realizados por Edtech Digest (2023) revelan que aproximadamente un 60% de los estudiantes universitarios han hecho uso de las IA para tareas de carácter académico, catalogándolo así como el grupo con mayor frecuencia dentro de la plataforma. Seguido por los estudiantes de secundaria, que según Common Sense Media (2023) un 40 % de estos han recurrido a esta herramienta para dar solución a sus tareas, especialmente en asignaturas como ciencias, literatura y matemáticas.
En conclusión, el mal uso de la IA en los estudiantes suscita diversos interrogantes éticos y profesionales, lo que exige una reflexión profunda y una mayor responsabilidad por parte de los estudiantes, maestros y padres de familia, esto con el fin de garantizar que el uso de la tecnología sirva como complemento y enriquecimiento de los procesos educativos. Para lograrlo, es muy importante que se establezcan políticas que promuevan una cultura integral académica, asegurando por parte de los estados que dichas inteligencias promuevan el uso responsable y respeten los principios éticos que son pilares de una educación de calidad.
