Con la escasa información que se filtra a través de los portales de internet y los mensajes de Twitter, el mundo sigue paso a paso el calvario del pueblo venezolano, sometido a una dictadura mafiosa que acabó la prosperidad petrolera y se robó todo lo que pudo, en estos largos años de gobierno bolivariano.
Pero las cosas parecen estar cambiando, porque la gente está hastiada de Maduro, de Diosdado, de Cilia y de toda la represión utilizada para mantenerse en el poder. Se le empiezan a ver ya las costuras del vestido a ese muñeco presidencial, que de tanto engordar está que explota.
Es cierto que todavía puede ocasionar mucho dolor, puede disparar contra manifestantes, atacar la catedral, cerrar la Asamblea Nacional, matar y encarcelar inocentes, aunque cada vez a un costo político y económico mayor. Un costo tan alto que no se puede esconder, ya no lo pueden maquillar con marchas del oficialismo o con subsidios en un estado quebrado.
Pero sobre todo lo pueden detener el descontento. Cuando el pueblo se desborda es peor que la avalancha de un río, no lo detiene nada, ni nadie, se lleva por delante lo que le pongan, así sea la Guardia Venezolana con todo y helicópteros disparando gases contra una multitud pacífica.
Hay ya señales evidentes de que la unidad en la represión se está resquebrajando, que Maduro puede quedarse solo en cualquier momento y que las ratas de los boliburgueses están alistándose para abandonar el barco, y así intentar sobrevivir a la avalancha de rabia y descontento que se les viene encima.
La primera gran señal fue la posición de la fiscal general que, en abierta discrepancia con Maduro, señaló como lo que había hecho el Tribunal Supremo de Justicia era un golpe a la Constitución. Fue tan duro el mensaje que el gobierno tuvo que recular. Esta posición además dejó abierto el camino para discrepar dentro del gobierno, dándole la razón a la oposición.
Después se dio un tímido mensaje de Tarek Al Assami, Defensor del Pueblo, quien señaló como equivocado disparar desde el aire a las manifestaciones. Este funcionario, uno de los más recalcitrantes chavistas mandó un pequeño regaño a las fuerzas represivas. Pequeño pero significativo.
A continuación, se dio el rechazo del sector popular de San Félix, tradicionalmente afecto al gobierno donde despidieron a Maduro con huevos, tomates e insultos. Fueron escasos segundos los que se filtraron a través de la propia televisión estatal, pero muy dicientes del descontento a que ha llegado el país.
El ministro de Defensa aseguró en un tuit que las marchas pacíficas
no se tocan ni con el pétalo de una rosa.
¿Cinismo o advertencia?
Lo último, no menos significativo, fue el mensaje del ministro de Defensa que en un tuit aseguró que las marchas pacíficas no se tocan ni con el pétalo de una rosa. ¿Cinismo o advertencia? No se sabe, aunque una declaración de ese tono en boca del más alto nivel militar venezolano, podría ser el comienzo de la ruptura con Maduro.
En fin, se espera para el 19 de abril una gran movilización, ambientada toda esta Semana Santa con protestas callejeras como las que hemos conocido parcialmente. Claro en esta lucha popular, el que se canse primero, pierde. Si la oposición llega a caer en el juego del diálogo o a creer las falsas promesas del gobierno, volverá a desmovilizar a la población y habrá perdido su momentum.
Pero si las fuerzas militares y el chavismo se cansan de aporrear al pueblo y bajan, aunque sea un poco la guardia, las costuras del régimen explotarán en mil pedazos para dar paso a la reconstrucción de una nueva Venezuela. Algo que no será fácil, ni rápido, pero en lo que deberá recibir todo el apoyo internacional, como si estuviera saliendo de una tragedia natural. El tsunami bolivariano que arrasó con el país.
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