América Latina pasa por uno de los momentos más críticos de la política y casi ningún país tiene claro el futuro en esta área. Lo que acaba de pasar en Chile es un campanazo para todos los políticos latinoamericanos, pero este mensaje es aún más claro y necesario para Colombia. Quienes hemos tenido el privilegio de conocer personalmente a Ricardo Lagos, expresidente de Chile, y seguir muy de cerca su trayectoria desde cuándo señaló con el dedo acusador al dictador Pinochet y lo vimos como figura clara para la llegada a la democracia a su país, nos sorprende lo que le está sucediendo actualmente. Además, como si esa parte de su historia política no fuera suficiente, su presidencia se reconoce por muchos avances y entre otros por su gran revolución en infraestructura que abrió las puertas para que su país llegara a indicadores económicos y sociales que lo han puesto a la vanguardia de América Latina. Solo un dato para corroborar esta afirmación: Chile tienen actualmente 13 % de pobreza mientras nosotros, relativamente exitosos en ese campo, todavía tenemos 29 % de pobreza por ingresos.
Chile que se tomó como modelo de políticas económicas neoliberales en el mundo, tanto así que estamos pagando el precio de haber copiado muchas de sus estrategias, con la llegada de la democracia generó grandes avances sociales y económicos. Pero como decía un asesor de Michelle Bachelet durante su primer gobierno, que fue exitoso, "en Chile, durante estos años, le dimos mucho a los pobres, pero le hemos dado más a los ricos." No obstante, el crecimiento de su clase media y su reducción en el número de pobres, los índices de concentración de ingreso siguen siendo muy altos y la privatización de muchos bienes públicos ha causado tremendo malestar precisamente en las clases medias que formaron.
A Michelle Bachelet no le ha ido bien en su segundo mandato, como le sucede a casi todos los que repiten, y se ha visto enfrentada a temas de corrupción y a explosiones de insatisfacción de amplios sectores. En medio de ese clima difícil por el que atraviesa la política chilena, Ricardo Lagos se lanza nuevamente a la Presidencia de su país. Su gran reconocimiento internacional y dentro del país le había generado mucha confianza y pensaba con la gran experiencia adquirida, llegar a reparar los desajustes que vive su país. Pero no contaba con algo que le frena sus aspiraciones: el rechazo por parte del electorado a todo aquel al que se le pueda endilgar el pertenecer a "la vieja política".
Como lo reconocen los analistas internacionales, más que sus logros como político, senador, presidente, que son innegables, ahora le ha tocado cargar con los pecados no solo de su partido sino con aquellos que se atribuyen a la forma como se ha ejercido hasta hoy, la política en el mundo, para ser justos. Su partido que tanto le debe, así como la izquierda optaron por el nombre de un recién llegado a estas lides, un periodista que ha logrado desempeñarse muy bien en el Congreso. Estos eventos pueden ser el principio de la profunda crisis de la forma de ejercer la política latinoamericana.
En Colombia, sus numerosísimos precandidatos
Tienen que preguntarse honestamente
si representan o no esa vieja manera de hacer política
Lo pertinente para Colombia, que ya está en campaña presidencial 2018, es que sus numerosísimos precandidatos, unos buenos, otros regulares y varios malos, tienen que preguntarse honestamente si representan o no esa vieja manera de hacer política. No es un tema de edad, es un tema de cómo se concibe el ejercicio de esta profesión tan desprestigiada en el mundo y en Colombia. Además, esa politiquería ahora está marcada por el odio, por esas confrontaciones y ese lenguaje arrabalero y nada menos que por ser uno de los sectores donde nace, pero no muere la corrupción. Si esto le está pasando a Ricardo Lagos, un hombre con una larga vida llena de éxitos y con una sana vocación de poder, pregúntense señores y señoras precandidatas, si ustedes tienen esos vicios que han desprestigiado profundamente la política.