Se cayó la oligarquía samaria

Se cayó la oligarquía samaria

De las familias tradicionales ya queda solo un muro que caerá después de 40 años. El bien común triunfó por encima del tráfico de influencias

Por: LUIS F. OSPINO
septiembre 25, 2015
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Se cayó la oligarquía samaria
Foto: archivo del autor

Lo que se pensaba que jamás podía ocurrir por los 70 años que se mantuvieron en el poder económico y político echando raíces de generación en generación, simbólicamente este martes 29 de septiembre, se cae por su propio peso de ignominia hacía el bienestar común de los samarios. El muro que impedía por más de 40 años la terminación de una vía que partía en dos a la ciudad de Santa Marta, sólo porque el predio ubicado en el corredor urbano de la calle 29 que estancaba la Avenida del Río  en el sector conocido como Prado reservado era de posesión en parte de la estirpe Vives, una familia que gozó, planeó y gobernó por más de 70 años  la política del Magdalena, pero que también han estado involucrados en negocios y construcciones en Santa Marta, rodeados de escándalos, corrupción, narcotráfico y parapolíticos.

Un muro que despreció por años el progreso de la ciudad, que obstaculizaba el desarrollo con la complacencia de los administradores de turno. Era el poder vedado al ciudadano donde se le ponía límite a la riqueza con la pobreza de los que vivían a la orilla del río Manzanares, donde por años se les miró de reojo.

Los terrenos detrás del muro que se requieren para el proyecto son 5 inmuebles de los cuales tres de esos fueron liquidados por la Dirección Nacional de Estupefacientes, DNE y cedidos para el proyecto, los otros dos; uno de doña Beatriz Gutiérrez de Vives, solo le corresponde ceder 2 metros de ancho y predio de Eduardo Dávila, condenado en el 2012 a 34 años y dos meses de prisión  por ser el autor material del crimen de Carmen Josefa Vergara Díaz Granados, ocurrido en enero del 2007 en Santa Marta, ex directivo del Unión Magdalena y al cual solo le tocaba ceder un metro con 70 centímetros, al no cederlos le tocó al distrito expropiarlos en cabeza de la directora del Setp Virna Johnson.

Pero esas actuaciones de unos políticos de esa generación decadente no les puede quitar méritos a unos patriarcas de esta familia Vives que de una u otra manera hacen parte de la historia tangible de Santa Marta como fue la construcción del primer edificio en esta ciudad, la edificación Riascos y el Hotel Miami, o con las actuaciones y orgullo del cantautor vallenato Carlos Vives. ¡Una cosa son los unos y otra muy diferente lo que han hecho los otros!

La historia de esta familia se puede remontar en el patriarca José Benito ‘Pepe’ Vives de Andreis que se casó con  Silvia Rosa Campo, hija del expresidente José María Campo, comenzó a adquirir poder político que complementaba con su gran destreza para los negocios. Fue el gran líder de los Vives. Un visionario que logró adquirir buenas partes de las propiedades que dejó la United Fruit Company e impulsó hoteles en la bahía, gestionó la construcción del aeropuerto, del estadio y la villa olímpica de la ciudad. De ahí para adelante el poder político impulsado por la familia Vives se evidenció más en el interés particular que en el bienestar común. Aunque los Vives son tres docenas de núcleos familiares y más de un centenar de hijos, nietos, esposos, esposas, primos, cuñados, sobrinos, tíos y algo más, se puede decir que la descendencia política de los Vives se puede dividir en 2, la de Edgardo Plutarco Vives que llegó a ser alcalde de Santa Marta, gobernador del Magdalena, ministro ante la ONU, embajador en Guatemala y representante a la Cámara. Sin embargo, la sombra del escándalo por corrupción cobijó su administración en La Perla de América cuando, en 1997, luego de expropiar los terrenos de la zona franca turística de Pozos Colorados en favor del municipio, los cedió a una empresa en la que sus familiares poseían acciones. El desenlace fue la destitución. Y la de José Ignacio Vives Echavarría. “Nacho Vives”, como fue ampliamente conocido. Fue un congresista beligerante como lo reconoce el diario El Espectador, lleno de picardía, de un razonamiento demoledor y protagonista de uno de los debates más oídos de la historia de Colombia, en 1969 cuando protagonizó un duro enfrentamiento contra el ministro de Agricultura de la época, Enrique Peñalosa Camargo- padre del ex alcalde de Bogotá- acusándolo de tráfico de influencias por haber conseguido contratos estatales para beneficiar a su familia y algunos amigos.

Nacho Vives fue un hábil político, padre de la creación del departamento de La Guajira salpicado en su momento de haber falsificado firmas para tal propósito como se lo relató en algún momento al diario El Tiempo de forma anecdótica: "Yo llevaba un trabajo adelantado, tratando de convencer al Congreso de la departamentalización y me hacía falta una firma para la aprobación, entonces tuve que falsificarle la firma a Enrique Brito, concejal de San Juan, y la de otro, que no recuerdo el nombre. El notario único de San Juan, el papá del concejal El chinito Gámez, el único que estaba de acuerdo con el departamento de La Guajira, autenticó la firma", El lío era que en su momento La Guajira no cumplía con los requisitos para convertirse en departamento. Vives necesitaba las firmas de las tres cuartas partes de los concejales del presunto nuevo territorio. Con dos de ellas falsas, el Congreso aprobó la ley 19 del 10 de noviembre de 1964, que le dio vida jurídica al departamento.

Nombres como los de Pepe Vives, Edgardo Vives, Nacho Vives, Juan Carlos Vives, Luis Eduardo Vives siempre tendrán un significado para los magdalenenses, en Santa Marta y sus alrededores los reconocen, bien sea para odiarlos o para agradecerles algún favor. Tienen su propia casa periodística, El Informador, que es el reflejo de su ocaso, o más bien de esa generación que de una u otra forma poco o nada le aportaron a la ciudad que no fuera escándalos en el círculo político.

De esta estirpe hay ricos, pobres, de clase media, campesinos, empresarios, ganaderos, sindicalistas, artistas y políticos. Don Pepe fue hijo de Nelson Vives Vergara, un maestro de escuela, comerciante de curtiembres y cultivador de tabaco y de banano, Pepe Vives —como se le conoció en toda la Costa Atlántica— creció viendo al país transitar por las turbulencias de las guerras, en las que su padre fue uno de los furibundos colaboradores de la revolución liberal de principios del siglo XX

José Benito se casó con Rosita Lacouture Dangond, de cuya unión nacieron diez hijos. Dos de esos hijos fueron asesinados y Luis Eduardo, logró abrirse paso en la política. Fue primero concejal de Santa Marta, luego diputado del Magdalena y por último senador en 2002. Pero su carrera se vio truncada cuando en noviembre de 2006 fue llamado a indagatoria por la Corte Suprema de Justicia y posteriormente condenado por parapolítica, mácula que todavía los persigue principalmente a los descendientes (delfines) en sus aspiraciones a ocupar o mejor revivir su presencia activa en la política.

Otro escándalo se suma el caso de Nelson Vives Lacouture quien estuvo privado de la libertad tras el saqueo del Seguro Social del Magdalena. La Fiscalía denunció un detrimento patrimonial por 9.500 millones de pesos.

El último hecho en el que se vio envuelto un integrante de esta familia ocurrió en el marco del escándalo de Agro Ingreso Seguro. Alfonso Vives Caballero tuvo que pagar una multa de más de 281 millones de pesos y el reintegro de 920 millones de pesos valor equivalente a dos subsidios que había recibido.

Aunque dicen que los pecados de los padres no son responsabilidad de los hijos parece que en materia política si tienen grandes repercusiones más cuando esta familia de estirpe liberal hoy con la excusa de que la política es dinámica pueden ser tanto conservador como de cualquier otra corriente, algo que demuestra las incoherencia políticas actuales;  ¿qué pensarán esos patriarcas que defendían los colores de su partido con la efusión de su discurso como lo hiciera en su momento “Nacho” Vives y el mismo don “Pepe”?

Se puede decir que el muro es el último recodo que quedaba simbólicamente de una estirpe y lo de Santa Marta es producto de una transformación por tantos años de desidia y abandono, el que el actual alcalde Carlos Caicedo rompa con la historia política de una ciudad acostumbrada a ver gobernar a los mismos de una casta que se sirvieron de ella, donde el ejercicio político lo practicaron al contrario, el bienestar particular por encima del común, debe dejar una buena enseñanza. Es preferible ser un ambicioso de obras para la ciudad, para el ciudadano; que un resguardado del patrimonio familiar cuando se trabaja en política, porque los perjuicios se pagan con creces y lo peor se degrada el desarrollo; pero lo más humillante es la imagen que le queda al hombre que encarna al político, la mala fama de la cual no es culpa del alcalde Caicedo, sino de aquellas obras que nunca hicieron, ¿por qué? Sólo lo sabrán en su conciencia.

 

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