En Uvalde lo único que movía las hojas de los árboles era el viento. Pocos, fuera de Texas, sabía que existía esta población de 40 mil habitantes. Todo cambió en el atardecer del martes 24 de mayo. El joven Salvador Ramos estaba cansado de que lo matonearan en el colegio por su aspecto latino, por su tartamudez, por su manera de vestir, por su obsesión por la guerra. Era problemático, hasta el punto de que sus papás, a finales del 2021, se cansaron de él. Por eso se lo dejaron a su abuela.
Los vecinos del barrio escuchaban cada noche, antes de dormir, la misma discusión, los mismos gritos amenazantes de Ramos contra su abuela. El muchacho trabajaba en la hamburguesería Wendy del pueblo y en marzo de este año se cansó de estudiar y a meses de graduarse decidió encerrarse en su cuarto y cavilar lo que sería el apocalipsis.
En el mes de abril fue a una armería y compró dos rifles de asalto. Texas es uno de los estados con más poder de la Asociación Nacional del Rifle, uno de los eslabones con los que el partido republicano consigue más escaños en el congreso. Su comunicación con el mundo se realizaba a través de su cuenta de Instagram y Tik Tok en donde publicó, en dos fotos, las armas con las que terminaría desatando el horror. En Instagram tenía 211 seguidores.
El 20 de mayo publicó una imagen de dos rifles estilo AR-15 y etiquetó a una usuaria que tras la matanza aseguró que "apenas" conocía a Ramos. Antes de mencionarla ya intentó establecer una conversación con dicha joven. El 12 de mayo volvió a enviarle otro mensaje preguntándole si iba a "volver a publicar mis fotos de armas".
A la única persona que etiquetó la joven le reprochó eso y le dijo que “le daba miedo” lo que estaba haciendo. La foto era él acomodando un proveedor en uno de los rifles. “¿Qué tienen que ver tus armas conmigo?", le siguió preguntando, angustiada la estudiante, a lo que él respondió “Tengo un pequeño secreto que quiero contarte… aunque ahora, después de las 11 de la mañana te darás cuenta de lo que sucederá”.
Para muchos jóvenes, matoneados y obsesionados con ser famosos mundialmente, el único camino que queda es el de cometer una masacre. En Wendys, sus compañeros de trabajo decían que era grosero con las cocineras y que a veces amenazaba con pelear con guantes de boxeo a los clientes que iban a la hamburguesería. Tenía fama de perturbado hasta el punto de que unas semanas antes se cortó, con un cuchillo, la cara.
Adicto a Instagram mandaba a sus compañeros fotos de él con un rifle AR-15. Desollaba gatos. Era silencioso, inseguro y usaba las redes sociales para expresar sus ideas. Incluso una vez publicó un video en donde aparecía gritándole perra a su mamá mientras lo echaba de la casa.
Como sucedió en Colombia con el sicópata Campo Elias Delgado que mató a 12 personas en 1984 en el restaurante Pozzeto, lo primero que hizo Ramos fue matar a su abuela. Luego tomó un camión, lo estrelló contra la entrada de la escuela en donde abrió fuego y mató a 19 personas dejando heridos a doce personas más de una escuela en donde estudiaban 500 niños. La mayoría de las víctimas no habían cumplido los diez años. Ramos se atrincheró en la entrada de la escuela hasta que disparó la última bala.
Hoy en Estados Unidos todos se preguntan después de esta terrible matanza: ¿Qué está pasando?