¡Escuché decir que una mañana la escritora bogotana María Mercedes Carranza se asomó a su ventana y se dio cuenta de que le habían robado el paisaje! Entonces optó por autoapagarse (suicidarse).
Hoy que escuchamos noticias tan desgarradoras y conmovedoras, no está mal ponernos a considerar a todas aquellas que se levantan y precisan que se les han llevado el paisaje y la última esperanza, esto en concreto, viene siendo el combustible de la vida. Muchas no merecen reproche alguno sino un espacio en tu capacidad de comprensión.
Si algún día, por azar, te encuentras con alguien que considere equivocadamente que ha perdido su esperanza, conviértete en escucha y controvierte ese momento de opacidad; enséñale que el simple hecho de respirar o parpadear ahora mismo es sencillamente un milagro.
No se equivocaba García Márquez al decir que dimensionaríamos mejor el valor de la vida si nos contaran que una mariposa tardó 360 millones de años en convertirse en lo que es ahora, que los seres humanos nos demoramos cuatro eras geológicas en en formarnos así como nos vemos hoy, y que lo mejor de todo eso es saber que en ese lapso de tiempo nos dotaron con un corazón que tiene esa bella capacidad de sufrir por amor; eso nos debe hacer entender el prodigio de existir.
Mujer, a María Mercedes Carranza o a José Asunción Silva los hicieron grandes sus poemas y su vida (no su muerte) a Cobain lo convirtió en mito su voz y a Ernest Hemingway, para mí lo ha eternizado esa sentencia narrada en el cuento 'La breve vida feliz de Francis Macomber', cuando a lo mejor haciendo una analogía de la vida, decía que al león hay que temerle solo cuando esté quieto porque cuando se te abalanza y lo vences haces tu consagración; así es la vida: no temas, recuerda también que el mexicano Eduardo Lizalde decía que el miedo es cosa grande como el odio, que es el miedo el que hace existir a la tarántula, cuando creemos que esa araña es el puño negro cortado de un simio negro que también enloqueció por amor “que sería de la tarántula sin el miedo” reclamaba.
Mañana cuando salgas a la calle y veas el sol comprenderás que eres dichosa de no hacer parte de las 90.000 personas que están muriendo en el mundo en este momento mientras te escribo; y es que puedes estar segura de que todos ellos se fueron esperando la oportunidad que hoy nosotros despreciamos. No estás sola.