A 93 años de la Gran Depresión de 1929 no hay consenso aún sobre sus causas, pero sí sobre sus consecuencias y formas de propagación dentro de la economía mundial.
Las consecuencias para el mundo fueron nefastas: altos niveles de desempleo, quiebras empresariales con su correspondiente caída de precios (deflación) y el fortalecimiento de una marcada ideología propensa a la confrontación armada que se materializaría, años después, con la Segunda Guerra Mundial.
En cuanto a la forma de propagación de la crisis al interior de Estados Unidos y el resto del mundo, los académicos coinciden en señalar el rol desempeñado por las expectativas negativas que sobre el mercado financiero y la economía asumieron los inversionistas, empresarios y consumidores durante dicho periodo.
Desde la disciplina económica, el concepto de expectativa ha sido el centro de candente debate por su importancia dentro de las decisiones futuras de los agentes económicos.
El diccionario de la Real Academia Española la define como la “posibilidad razonable de que algo suceda”. Ello es, un análisis que se centra, de forma “racional”, hacia el futuro. Aunque la racionalidad, es uno de los elementos esenciales del análisis económico, no fue en principio, la base central del análisis de las expectativas.
Primeramente, la situación presente de la economía fue el elemento determinante para la toma de decisiones futuras. La Gran Depresión socavó por completo dicha noción. Durante los años cincuenta y bajo el liderazgo de Phillip Cagan, las condiciones de adaptación de las decisiones futuras (expectativas adaptativas).
Para la década de los sesenta se gesta, bajo el liderazgo de John Muth, una visión más holística que asume el uso de la mayor cantidad de información posible para la toma de decisiones futuras; noción que aún se mantiene hasta nuestros días y que además de asumir un conocimiento sobre el mercado, tiene en cuenta también elementos del pasado, presente y futuro (expectativas racionales).
Con el paso de los años y el desarrollo tecnológico que ha integrado a las economías en un solo entramado de comercio mundial, las expectativas asumen actualmente un rol de estabilidad macroeconómico fundamental. Y ello se explica, además de lo ya dicho, por la facilidad de su transmisión entre los agentes económicos. Proceso que se ha acelerado a marchas agigantadas, pasando de la radio de los años treinta del siglo XX, a la inmediatez desaforada de información con las redes sociales del siglo XXI.
En Colombia, la politización de las expectativas económicas ha hecho que la crisis que padece actualmente el mundo entero, se viva y se sufra de forma diferenciada. Lejos de un plan de nación que prime la calma de los mercados, se vislumbra, por el contrario, un escenario de alta incertidumbre que se propaga, de acuerdo con la ideología política, de manera inmediata y sin control desde las redes sociales.
Escenario de incertidumbre caracterizado por la pérdida de independencia del Banco de la República frente a la política monetaria del Banco Central norteamericano-FED; la injerencia del ejecutivo frente a las decisiones autónomas del Banco de la República.
Las opiniones fragmentadas y contradictorias de los diferentes ministerios frente a las decisiones económicas del gobierno; y, los mal habidos réditos políticos que intenta sonsacar la oposición, de una crisis que agrava aún más la situación de las poblaciones vulnerables.
El mejoramiento de las expectativas de los agentes económicos dentro de un plan de nación debe ser priorizado, en la medida que una agudización de la crisis económica en el país afecta de igual forma tanto a los partidarios del gobierno actual como de aquellos que no lo son.
Por un lado, se requiere de un accionar coordinado entre la política fiscal y monetaria que marque la ruta a seguir frente a los efectos económicos externos que afectan; y, por otro lado, de una oposición política forjada bajo una visión de país que comprenda que sacar réditos políticos afectando las expectativas de los agentes económicos, sería una enorme vergüenza para su gestión.
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