La pandemia que amenaza a la especie humana está marcando la hora cero de un estallido popular nunca antes visto en la historia. Este fenómeno poco a poco ha llevado a desenmascarar lo atroz y violento que es el sistema productivo capitalista, sistema que muta y se fortalece a cambio de la explotación del hombre y del principio darwinista de quien sobrevive es quien resista o se someta a las condiciones impuestas por el capital.
De hecho, este modelo de acumulación, de competencia y de despojo ha llevado a que las brechas sociales sean aún más agudas y que la realidad de países subdesarrollados, como Colombia, sea la pobreza y la hambruna.
En ese marco, la localidad de Ciudad Bolívar, al sur de la ciudad de Bogotá, está viviendo hoy en día uno de sus peores momentos debido al confinamiento impuesto por el gobierno nacional como medida preventiva del COVID-19. Cabe anotar que las comunidades que históricamente que se han asentado en estas faldas áridas han vivido décadas de marginalidad, abandono estatal, deficiencias en términos de servicio públicos y condiciones sanitarias, militarización, presencia de grupos irregulares, vulneración de derechos humanos y en general una crisis humanitaria por su condición de "población vulnerable", en otras palabras de ¡pobres!
En los últimos días, en diferentes barrios de allí (como Los Alpes, Vista hermosa, El Paraíso, entre otros) las personas han salido a las calles, se han manifestado a través de plantones, cacerolazos y barricadas, exigiendo a entidades locales y distritales una sola cosa: que no los dejen morir de hambre.
Ancianos, vendedores ambulantes, recicladores, obreros, desempleados y familias enteras llenas de indignación han salido a las las vías de mayor circulación con palos, banderas tricolor, tambores y redoblantes improvisados a dar una batalla por su dignidad. Esta batalla que día a día germina es el reflejo del acumulado de décadas de rechazo y olvido social. Sin embargo, a su vez es una muestra de valentía y rabia de quienes día a día resisten con una sonrisa en sus rostros los desatinos de la muerte.
Tras la movilización social desarrollada en los últimos días, se han venido proponiendo una serie de mandatos y exigencias para que la situación se pueda "solucionar" temporalmente. Las comunidades en un ejercicio de democracia popular y a través de la vías de hecho piden tener voz y que les ayuden con estos puntos:
- Primero. Asistencia y presencia estatal que garantice las condiciones mínimas en términos sanitarios, además de una renta básica para toda la comunidad (lo cual demanda una inversión presupuestaria por las entidades locales y distritales a través de subsidios y bonos).
- Segundo. Fortalecimiento del sistema de salud en términos de infraestructura, cobertura, asistencia, personal médico e insumos que pueda garantizar la vida y el estado de salud de los habitantes.
- Tercero. Utilización jurídica del estado de emergencia o de excepción como recurso y figura constitucional, lo que posibilitará declarar emergencia sanitaria en los territorios de mayor vulnerabilidad y así priorizar la inversión y asistencia integral en las comunidades.
Estos mandatos solo dependen de la voluntad política de las entidades competentes y de la aplicación del Estado social de derecho. Si no es así, nos estaremos acercando al levantamiento popular más importante en la localidad después del paro cívico-comunal de 1993, lo cual implicaría una batalla definitiva por la vida y la dignidad.
Esta semana y en los días venideros los paros, bloqueos y motines continuarán anunciando la rebelión de los pobres de la ciudad. Si la situación humanitaria no se soluciona, solo queda luchar y luchar hasta vencer.
La situación no se soporta más: no se puede trabajar, rebuscar la comida para la familia, ni pagar los servicios públicos. ¡Solo queda luchar!