Los Cerros Orientales de Bogotá son un paisaje excepcional, un verde patrimonio de una belleza única que otros lugares del mundo envidiarían.
Pero para muchos inescrupulosos son una simple moneda de cambio, un bien público del cual, mañosamente, buscan irse adueñando para su propio beneficio.
Otro triste ejemplo de ello, de los muchos que se han denunciado en este espacio, es lo que ha venido ocurriendo en zona rural de la localidad de Usaquén, en Bogotá, con el conjunto residencial Bosques de Torca.
Y es que estos inescrupulosos ambientales aprovechan precisamente eso, los vacíos jurídicos y las grises zonas de limbo regulatorio para hacer de las suyas.
Hace poco, un agente inmobiliario colombiano del sur de la Florida, EE. UU., promocionó en YouTube dos suntuosas mansiones construidas en plenos Cerros Orientales, en medio del bosque nativo, cuyo valor alcanza, una, los 4.700 millones de pesos y, otra, los 12.000 millones de pesos.
En esa parte de la sabana bogotana, desde hace años era ya notoria la gradual degradación del paisaje natural debido a construcciones en plena montaña, lo que incluso motivó una entrevista con el entonces director de CAR, Néstor Franco ("Vivir sobre los Cerros Orientales no da estatus").
Pero al buscar la ubicación de las mansiones recién publicitadas, fue grande mi sorpresa al descubrir que están ubicadas en zona rural de Usaquén, en plena jurisdicción de Bogotá, ni más ni menos que en el conjunto cerrado Bosques de Torca, que literalmente se apropió de la montaña incluso por medio de una larga barda perimetral.
El caso de este conjunto es doblemente vergonzoso, pues en la cartografía de la Resolución 463 de 2005 del Ministerio de Ambiente (con firma de la polémica Sandra Suárez) que redelimitó la reserva forestal, sustrayéndole 973 hectáreas, esta zona quedó claramente marcada como de estricta conservación (verde), de rehabilitación ecológica (azul) y de recuperación ambiental (naranja), categorías que sin excepción prohíben construcciones (posteriores a 2005).
“Se prohíbe el establecimiento de cualquier estructura cuyo uso sea habitacional o comercial”, se lee, por ejemplo, en un parágrafo la sección 2.3.5 del plan de manejo ambiental de la reserva forestal definido por la Corporación Autónoma Regional de Cundinamarca (CAR) para las zonas de recuperación ambiental.
La regulación también es muy clara en establecer que las construcciones posteriores a la Resolución 463 de 2005 “no podrán ser normalizadas al interior de la reserva forestal y deberán ser objeto de las medidas policivas, judiciales, administrativas y sancionatorias conducentes a la aplicación de las sanciones de que trata la Ley 1333 de 2009, o la norma que la modifique o sustituya”.
De modo que, a la vista de todos y ante la indolencia, permisividad o abierta complicidad de las autoridades de los órdenes nacional, distrital y local, nos han estado haciendo conejo a todos.
Las montañas sirven más al país y al planeta dejándolas intactas, como paisaje natural (con la gran biodiversidad vegetal y animal que albergan), como las fábricas de agua que son, no como blanco de la especulación inmobiliaria.
Y si no, basta ver la actual tragedia de la agonizante laguna de Suesca para de una vez por todas entender la urgencia de conservar las montañas en su estado natural, con sus coberturas vegetales nativas y captadoras de agua, e incluso recuperar y reforestar las ya tristemente degradadas por culpa de la avaricia o la ignorancia humana.