Quién iba a creer que floreciendo el siglo XXI, en las llamadas democracias, volveríamos a ver algo similar al fascismo del siglo XX, con un poder totalitario de los estados sobre la vida y la mente de los ciudadanos con una de las armas más poderosas para influenciar y acallar nuestras voces: el miedo.
Las cartas constitucionales quedaron en el papel. Sin voz ni voto quedaron padres, adolescentes, profesores, estudiantes, trabajadores formales e informales y ni que decir de los niños que prácticamente nunca los han tenido. Se han tomado decisiones desde el pequeño nicho de los poderosos del mundo, que bajo estados debilitados fundamentalmente por la corrupción, se encontraron con una “oportunidad” para reencaucharse: el COVID-19. Ese estado controlado por los grandes empresarios de todos los sectores de la economía, por las multinacionales de la industria farmacéutica, el sector de las telecomunicaciones y el capital financiero principalmente, tomó decisiones favorables a los grupos de poder para “paliar” la pandemia. Pero a veces pareciera más bien una ola de políticas globales de exterminio contra los pobres y desposeídos. No pueden trabajar, no pueden salir ni a pedir ayuda, son perseguidos, multados y confinados como si fueran criminales. Eso no es “lo políticamente correcto”.
Y sin pelos en la lengua, hay que decir que el sector salud, ha sido uno de los grandes beneficiados por la situación, aunque suene crudo. La verdad es que ahora millones de colombianos tenemos recortados los servicios de salud porque no tenemos el terrible virus y lo peor, es que los ancianos no son atendidos, sino aislados; las medicinas si no las hay, “cómprelas. No espere que se las lleven a su casa” me dijeron en Cruz Verde”; no hay servicios odontológicos. Moriremos solos, desnutridos y sin dientes…Gran beneficio eso sí, para los dueños de las EPS e IPS que son grandes inversionistas extranjeros, incluidas órdenes religiosas (ver: Los dueños extranjeros de la salud en Colombia). Tendríamos que conocer sus estados de cuenta, para saber cuánto se han ahorrado por la pandemia. El otro lado, son los servicios funerarios, se especula con los servicios funerarios para los muertos, así el gobierno diga que congeló los precios. Triste verdad, importa más el dinero.
Y ni qué decir de nuestras pensiones. Los que fuimos engañados por los fondos privados y tuvimos la “fortuna” de pensionarnos con un salario mínimo a pesar de los altos montos de capital que ahorramos, ahora sin consulta alguna, nuestras pensiones pasarán a Colpensiones para “protegernos”. ¿De qué? ¿Qué hay detrás de eso? ¿Volarán los fondos privados con nuestros ahorros y todo? Yo lo que quiero es que me devuelvan la plata que ahorré durante 45 años de trabajo, es mía no del fondo privado, no quiero que me sigan pagando menos del salario mínimo aunque esté prohibido por la ley, pero la ley de los mercados es más fuerte. No quiero que sigan mezclando mi expectativa de vida con con lo que ahorré tener una vejez digna, los trabajadores no merecemos esto. El gobierno debe expedir un decreto que nos favorezca pero de que los fondos se queden con nuestros ahorros. Estamos inermes ante tan oprobiosas situaciones. Pero ese gobierno que dice interesarse en la gente ahonda más nuestras privaciones y ahora hasta nuestros ahorros es posible que queden embolatados por el cambio del modelo. Me opongo con todas las fuerzas a ello, así muera en esta lucha.
La calidad de la educación también se fue al traste. El ministerio por su parte, demostrando una ignorancia supina, decretó educación virtual sin más ni más. “Todo el mundo tiene un celular” ¿Se medirá la calidad por el número de chats? Estudiantes y profesores sin ninguna formación sobre este modelo educativo, tuvieron pues que obedecer y adaptarse. Yo empecé siendo docente universitaria en la educación a distancia en el año 1986 y después con el modelo virtual, se a lo que me refiero y las políticas educativas, ya tan cuestionables, no pueden contribuir a que empeore la calidad de la educaciones de miles de colombianos. La población vulnerable y rural, sin conectividad y mucho menos un computador (en esto la información de MinTIC es una mentira de a puño) tienen, si o si, que cumplir para pasar el año. Los profesores por su parte, sometidos a una sobreexplotación trabajan hasta 16 horas diarias sin remuneración extra. ¿Por qué no se cerró del semestre? Lo mas posible, es que los dueños de colegios y universidades e incluso el sector público desfinanciado que dependen de sus matrículas para sobrevivir, también perdieran dinero. Con razón las pruebas Saber, se desecharon alegremente. Revelarían lo que todos sabemos ya. Bajísima calidad de nuestra educación a más de desconectada con las problemáticas de la población. Otra triste verdad.
Lo peor en el sector educativo está por venir. Las nóminas se han congelado, los contratos se han suspendido y no hay fondos para investigación. El Consejo Nacional de Acreditación (CNA) ve caer al piso los factores que acreditan la calidad en educación superior ¿Seguirá acreditando instituciones y programas en esta situación? Los recién doctorados no encuentran trabajo; los que están realizando estudios en el exterior y se les venció la visa, no tienen recursos ni cómo volver a casa. Urge que el gobierno haga vuelos humanitarios no solo para los extranjeros, sino también para todos aquellos estudiantes atrapados en otro país, que pronto serán ilegales. ¡Ellos son la esperanza de un futuro mejor!
En medio de las situaciones ejemplificadas, surge una especie de lánguido y transitorio estado asistencialista y de dueños del capital “humanitarios”. ¡Se reparten mercados! ¿La vida así, reducida a la necesidad básica más elemental en qué nos convierte? #Quédate en casa. Resultamos encarcelados por el delito de existir. Por supuesto, debemos ser responsables con nosotros y con los otros, pero tenemos tanto miedo y estamos tan “paniqueados” por la propaganda intrusiva para que nos aislemos, que esos otros no son solo invisibles, sino que se tornaron en culpables de posible contagio. Sin juicio, ¡son culpables!
¡No visiten a sus padres, no lleven a sus nietos a verlos! Obedecemos y los dejamos solos. ¡No salude de mano y mucho menos de beso! ¡Guarde la distancia social! Claro, entonces desconfiamos todos de todos. Ahora somos sospechosos solo por el hecho natural de estornudar o toser alguna vez. El pánico se apoderó rápidamente de todas las esferas de nuestra vida, alimentado por el gran aparato de propaganda del estado. El totalitarismo está allí afuera, esa es la nueva pandemia global. El fascismo, o como quieran llamarlo en esta época, controla nuestras mentes: el sueño de muchos dictadores en el mundo.
Colombia, antes de que fuera tomada por el famoso virus, liaba con profundos problemas enconados en la clase política que por más de cien años ha gobernado el país. Los abusos de poder y la corrupción que diariamente notificaban los medios de comunicación nos causaban repugnancia, cuando menos. Los paros de finales de 2019 que continuarían en 2020 protagonizados por nosotros aquellos llamados “ciudadanos” del común”, ya ni recordamos por qué los hicimos. Nuestra conciencia de la desigualdad y la inequidad también está silenciada aprovechando la pandemia. Todos callamos y obedecemos.
Si los padres no tienen leche para sus bebés y no tienen recursos para comprarlos y se arriesgan a salir para que no mueran de hambre son multados con sumas de más de un salario mínimo, dinero que tal vez nunca han visto en su vida. ¿Es justo esto? En el sur de Bogotá, los controles policiales son estrictos, allí donde precisamente vive parte de la población mas necesitada. La Policía y el Ejército también controla si podemos o no, trabajar para vivir. Cuando su función es la de proteger a los ciudadanos, ahora se ensañan con furia contra aquellos que necesitan alimentos para sus familias. Ellos, también obedecen. Pero cuidado, el pueblo no aguanta más.
Cuando dentro de cincuenta años o más surja otro Snowden que se atreva a desclasificar los archivos, sabremos algo de las verdades que nos han ocultado. No sabemos por el momento si son Estados Unidos o China los que tienen la responsabilidad en la creación del letal virus, pero lo que si sabemos es que las batallas desde la segunda guerra mundial y ahora las comerciales, se ganan a través de mortíferas armas biológicas. Si la población está en medio, no importa. La competitividad global forma parte de la historia de la humanidad. La famosa premio Pulitzer Bárbara Truckman la denominó “la marcha de la insensatez”.
Seamos sensatos en medio de esta crisis. La llamada es al cambio de un modelo económico que nos cosifica y hasta nos biovigila. Que vuelva la tranquidad y la esperanza a nuestras mentes y nuestras vidas. No sigamos atemorizados, ni encarcelemos nuestro espítiru y nuestra libertad de expresión. “Nada es para siempre”.