Carlos Jaca, como le dicen sus amigos, expone en la galería Garcés toda su serie de pinturas, un documental que hizo el mismo sobre sí mismo y unos dibujos en papel con tinta china. Un viaje al ego donde no cabe nadie.
En verdad que algo de ser otro hombre se rompió porque el indio amazónico ha cambiado el yagé por algo más lúgubre. No sé cuáles sean las razones de su ideología espacial y temporal pero cambió un poco el punto de vista. O, se trata más bien un canje de actitud donde se acerca a otra composición de lugar donde los colores radiantes y la composición de color. Igualmente aburrida, pero al menos cambió la cosmovisión de su creencia inmediata. Ya “la lora en licuadora” apagó sus luces. Ahora en los cuadros no maneja con el mismo cuidado en su trabajo al óleo, ya se apagó la energía de los cuentos radiantes de luces donde el color recalcaba un esquema sistematizado en el que todas las obras tenían la misma nomenclatura acuática.
El resultado que es una lora en licuadora de gestos energizados pasó en la serie Intersección para trabajar el óleo sin moderación. La pintura “dripping” tan de moda en los años setenta norteamericanos, acerca al indígena a una forma donde se trata de liberar el pincel y de asomarse a la pintura de otra manera. La acumulación de empaste depende del control. Pero en su nuevo inventario, algunos cuadros tienen alguna transparencia, en otra saturación de colores que se confunden en una pasta densa.
Ahora quiere ser figurativo costumbrista. Como en los dibujos tan de moda en estos últimos tiempos, al calidoscopio se le cuela un objeto que muestra el acto figurativo que ya no son luces eléctricas sino objetos tímidos —correctamente dibujados con un pincel fino— donde cambió las luces ancestrales por los aparatos urbanos y domésticos mientras se le olvidaron los acuarios, sus antepasados. Así que ahora se trata de registrar emblemas inútiles de la sociedad contemporánea, es una tina doméstica, sillas modernas o un piano de cola. Lo único coherente que vi fue un orangután.
El video en blanco y negro cuenta —como si él fuera el único— de padecer la terrible requisa de un oficial de aduana en Inglaterra. Los prejuicios son complejos. Y su video es testimonio de su complejo. Todos los latinoamericanos y, más los colombianos, estamos en la mira. La desgracia es ser lo que somos. Sin distinción de raza. Pero como el indígena es ególatra piensa que las circunstancias se entrelazan con el mundo del narcotráfico, la culpa la tienen los anglosajones que no le permitieron conocer el viejo continente. Nada ni nadie se salva del prejuicio pero, solo pocos, saben que es un inconveniente pasajero. No una historia de vida. Es la historia de siempre.