LXVI
Se amparó en la noche
para multiplicar sus desvaríos
entre una vastedad
de sueños milenarios
y ascender de prisa
a la cuna de los dioses
y solo pudo acercarse
a las columnas del infierno
para aplaudir la miseria de la calle
en el límite de todas las palabras
y la agonía de todos los poemas.