Desde hace dos meses he querido comprar mi pasaje para ir a Cúcuta y pasar el fin de año con toda la gente que quiero. Esperé a que pasara el tal paro de pilotos. Empecé a preocuparme cuando Germán Efromovich, un personaje al que los medios tratan con la reverencia de un labriego miserable a su patrón despiadado, empezó a decir que no, que sufríamos de una alucinación colectiva, que era mentira que un pasaje ida y vuelta a Cali superara el millón de pesos, que era más barato viajar a Múnich por Lufthansa que ir a Leticia por Avianca. Pelear contra la lógica de Efro es más difícil que ganarle un pulso a Hulk o intentar vencer a punta de argumentos a un uribista.
Anoche intenté por última vez. Yo viajé en junio a mi peladero por 250 000 pesos. Un precio que incluso podía conseguirse más barato si me hubiera levantado a esculcar internet a las tres de la mañana. Anoche un pasaje a Cúcuta por trayecto superaba largamente los 400 000 pesos. Si el capataz Efromovich pudo aguantar la presión de más de 700 de sus pilotos que lo hicieron perder USD 2.5 millones al día, a nosotros, sus clientes, por más que nos reciba con sus camisas baratas en los counter de El Dorado, vamos a ser pisoteados por sus zapatos de cuero –por un momento pensé en escribir sus Crocs pero ese es otro personaje-. Ahora lo que toca es santiguarse y subirse en un bus. A Cúcuta, sumida en su agonía económica, no va el Expreso Bolivariano que parece ser la única compañía decente de transporte de pasajeros terrestre. Tiene Wi Fi, sillas completamente reclinables y que tales. Entonces tocará subirse en cualquiera de sus rivales en donde la gripa, debido a la imposibilidad que tiene de controlar sus fucking aires acondicionados, y la desesperación es lo único que está garantizada en las catorce tortuosas horas de viaje.
A mí me toca mirar al cielo
y preguntarle al universo si me da una manito.
No sé a quién más gritarle, porque nadie puede con Efro
A mí me toca mirar al cielo y preguntarle al universo si me da una manito. No sé a quién más gritarle porque nadie puede con Efro. No le tembló el pulso para adelantarle la jubilación a Maribel Porras, una gloria de la aviación latinoamericana, la primera mujer de este continente en comandar un Boeing 767, y desde ya anuncia una terrible vendetta contra los pilotos que estuvieron en huelga durante dos meses. Nosotros, los pasajeros de Avianca, no seremos más que actores secundarios en su venganza. Este comerciante brasilero-boliviano ya hizo sus cuentas y sabe muy bien como cuadrar caja con los cerca de USD 170 millones que perdió en el paro: subiendo los pasajes en un 300 %. Yo estoy maniatado. En flota no me voy ni loco. Ya no tengo veinte años y mi morbidez me ha convertido acaso en un cuadripléjico. Necesito comodidad y, desde que Viva Colombia dejó de ir a Cúcuta, he espaciado mis visitas. Entonces me toca entrar esta misma noche y comprar. Estoy seguro que estarán más caros y ni me quiero imaginar como estarán en diciembre.
Como no existe Dios ni una entidad seria que proteja los intereses de los clientes, nos toca suplicarle piedad al señor Efromovich, suplicarle también a sus esbirros periodistas, que son casi todos, para ver si le tocamos su frío corazón de Shylock. Aunque creo que nuestras súplicas demostrarán que somos débiles y Shylock-Efro, no dudará un segundo en sacarnos, sin anestesia, la libra de carne de nuestro cuerpo que él cree vale viajar en su flotilla de aviones.