Nos encontramos a vísperas del día D, del compromiso histórico con la democracia, con el futuro de Colombia, donde elegiremos a los “padres de la patria”, los futuros legisladores, que se encargarán entre otras cosas de hacer leyes, aprobar el plan de desarrollo y las inversiones pública; lo que se traduce en una función de vital importancia para el desarrollo y progreso de país.
A pesar de la trascendental responsabilidad que los asiste, encontramos con preocupación que en esta contienda electoral los candidatos a la Cámara y Senado no han difundido, planteado y dado a conocer al constituyente primario las propuestas y proyectos que llevarán al Congreso para mejorar las condiciones de vida de sus electores.
Por el contrario, hemos palpado una campaña escasa de ideas, donde prevalece cualquier artimaña o manera de ganar adeptos, menos la de plantear soluciones a la problemática que vivimos en educación, salud, empleo o pensiones; donde ellos, como legisladores, desde el Congreso puedan adelantar las leyes necesarias que permitan cambiar el rumbo y asegurar que estos derechos fundamentales no sigan siendo vulnerados por el mismo estado.
Estamos ante una crisis institucional, la corrupción ha carcomido y desestabilizado las finanzas públicas, coartando la posibilidad de inversión y obras que permitan garantizar la satisfacción de las necesidades que padecemos. Estamos ávidos de propuestas que posibiliten cambiar el rumbo, de verdaderos representantes que con propuestas y gestión proyecten un mejor futuro.
Pero la realidad es otra, las campañas se centran en promocionar sus nombres por redes sociales, desacreditar a sus contrincantes, vender su imagen, pero sin crear espacios que permitan al pueblo conocer sus ideas, su visión de país y sobre todo, la hoja de ruta que implementará desde el Congreso para contribuir en la construcción de una mejor nación, de un verdadero estado de derecho.
Añoro tiempos viejos, donde en plaza pública los diferentes candidatos esbozaban su plataforma o proyecto legislativo, donde el pueblo a viva voz conocía sus planteamientos, pudiendo discernir qué candidato por sus propuestas llenaban sus expectativas y cautivaba su simpatía. Ahora los tiempos han cambiado, los jingles, las redes sociales y publicidad visual son las estrategias predominantes para ganar adeptos.
A las puertas de tan vitales elecciones existe carencia de propuestas que vayan encaminadas a solucionar la problemática económica, política, social o cultural que afecta nuestra comunidades, acrecentando la desesperanza, incredibilidad y resquemores del pueblo con sus dirigentes, ya que no se avizora un verdadero cambio que permita adoptar políticas de estado que conlleven al bienestar de la gente.
De acuerdo a este escenario debemos recurrir a nuestra malicia indígena.