Son personajes altamente sospechosos, pues pretenden mantener en la ignorancia total a quienes legitiman su poder, sumiéndolos en las penumbras de la incultura, del desconocimiento sobre de la realidad nacional y regional. Aleccionan bajo su conveniencia, con respecto a creencias espirituales, incluso coartando la posibilidad de libertad moral. Se hacen acompañar de personajes igualmente sospechosos e inmaduros que comulgan con sus decisiones ya sea por libre convicción, por aleccionamiento doctrinario o por temor a salir de las esferas del poder.
Sin embargo, como se señaló en el párrafo inicial de este humilde escrito, la mecánica social se construye a partir de la prueba y el error. Frase lapidaria para todos aquellos sistemas de gobierno autoritarios y déspotas que sin importar el direccionamiento de izquierda o derecha, tienen garantizado su fracaso total, en la medida que los asociados tomen conciencia de la participación activa en las decisiones trascendentales de su devenir histórico, y se den perfecta cuenta que la evolución social no puede ser delegada en una sola persona que excluye de dicho proceso a sus dirigidos, que en definitiva, son quienes marcan las pautas decisorias frente al desarrollo social, cultural, económico y político de una región.
El clímax social, entendido como aquel donde un grupo social conformado mediante reglas acordes con sus necesidades y deseos, se adquiere cuando los pueblos conciben que son partícipes y responsables de las medidas que les aseguren la libre decisión por las oportunidades ofrecidas y que la diferencia, sea signada tan sólo por esa decisión de aceptar o no las oportunidades.
Sin embargo, en materia política, seguimos siendo infantiles, nos alegramos con los caramelos, incluso con los espejos que dados a cambio de nuestra opinión direccionada, perpetuán en el poder a esos déspotas tiranos.
Y los que buscan el poder, manejan de igual forma una psicología infantil, son gente en extremo sospechosa; el deseo de poder bajo la presunción, siempre utópica de honestidad administrativa, usualmente implica convicciones mesiánicas, egocentrismo en extremo, expectativas desmedidas, avidez de privilegios, deseo de perpetuación, arrogancia, despotismo, desconocimiento de las limitaciones personales, imposición por la fuerza de las opiniones propias, intolerancia con las adversas y ánimo vengativo.
La solución a la problemática que suscita una mala elección y por ende un mal gobierno radica en la consecución de una madurez política que garantice dirigentes comprometidos con las causas sociales, representantes que antes de gobernar, se gobiernen. Políticos amantes del servicio social, incluso a costa de sus propios intereses.
Pero se debe tener presente que aquellos que buscan el favor de las masas, considerándolas como entes ignorantes y carentes de toda reflexión política, no dejarán de insistir y persistir en sus propósitos dañinos. Que al igual que cerdos, gruñen por alimento, teniendo el chiquero lleno.
No se puede permitir que lleguen a los altos cargos decisorios a limitar con sus erradas medidas y sus ideologías vetustas, la necesaria evolución social. Recuérdese que se acaba primero el helecho que los marranos.