Un fantasma recorre a todo el país de Colombia. Pareciera que su omnisciencia no basta y que desea quedarse por más tiempo entre nosotros. Alegrarse con el mal ajeno es una pandemia.
Todo lo malo que le pasa a medio país que no comparte credos, convicciones, actitudes, fundamentalismos y caudillismos políticos, desde una visión mesiánica y totalizante; es condenado a la hoguera de una inquisición trasnochada pero que amenaza con mantenernos despiertos y moribundos.
Todo lo malo que le sucede al proceso de Paz es festejado con cualquier sonoro o estrambótico aplauso desde sus contradictores más enconados y desde su ciega masa amorfa de seguidores. El final está cerca y las máquinas para hacer triza a lo más racional que hemos podido construir en los últimos 50 años, tiene su fin: dichas máquinas están ansiosas por estrenar sus filosas cuchillas.
Todo lo malo que le sucede al proceso de Paz
es festejado con cualquier sonoro o estrambótico aplauso
desde sus contradictores más enconados y desde su ciega masa amorfa de seguidores
Todo lo malo que le ocurre al gobierno es atronadoramente gozado en la oposición mezquina que no calcula sino en términos de votos ciegos y cautivados con la fe en el cielo cristiano y la amenaza del infierno para los impuros enemigos de la democracia y el orden secular. Nada es posible sino desde su reducida mirada parroquial.
Todo lo malo que se experimenta desde quienes defendemos al proceso de Paz sin estar untados de mermeladas y de apoyar la sensatez antes que la barbarie; se señala como una revelada camaradería con un pasado que no compartimos en ninguno de los métodos de violencia empleados por la exguerrilla que tanto nos martirizó hasta hace poco.
Todo lo malo que como fatalidad griega ocurre en este país, de inmediato es atribuido a la conspiración castrochavista con la que nos quieren atormentar a todos los que no creemos en las mentiras bien montadas sobre el caballo de paso fino de unas montañas cercanas.
El schadenfreude de la columna es de origen alemán (consulte brevemente a Wikipedia). Regocijo por el mal ajeno. En español: regodearse, es decir, “Complacerse maliciosamente con un percance, apuro, etc., que le ocurre a otra persona.”
Entonces ese schadenfreude que nos invade a la mayoría de los colombianos, tiene visos de convertirse en una actitud generalizada y que desarticula cualquier proyecto de construcción de sociedad; un sadismo social que goza con el infortunio de lo que se quiere construir desde orillas distintas y distantes, pero que, por lo mismo, susceptibles de tender puentes y vasos comunicantes.
No se trata de que ustedes tengan éxito con su proyecto político y que su propuesta de sociedad sea validada en política y puesta en marcha en el gobierno al que se accede. No. Se trata de apostar al fracaso de lo que se emprenda y sin desechar cualquier medio y en especial, recurrir a la mentira como argumento categórico. Tu fracaso será mi mayor satisfacción, aunque el país termine en un callejón sin salida.
El schadenfreude que nos invade como peste social también se inocula en la empresa, en la entidad de gobierno, en el barrio, en la familia, en los clubes sociales y en las redes sociales de manera hipócrita y también descarada: por cada uno que te alienta en tus triunfos; hay un ejército de sádicos sociales que están haciendo fuerza para que fracases y de qué manera también intervienen para ello.
Las desgracias ajenas y propias de medio país que le apostamos a una ilusión de reconciliación, son regocijadas por otro medio país que nos ve caer y espera con la carcajada que toquemos el suelo para con saña, emprender la reconquista de la barbarie.
Resulta difícil encontrar un liderazgo nacional centrado en objetivos superiores cuando el sadismo social y el schadenfreude que nos acosa y supura sea el argumento más sólido para tomar decisiones en una democracia poco sensata.
Empecemos por desmontar cada uno ese sentimiento schadenfreude que llevamos dentro y dejemos de ser los sádicos sociales que tanto aprovechan los desalmados de la política colombiana. Los cuales todos sabemos quiénes son. No se engañen.
Coda: “Sentir envidia es humano, gozar de la desgracia de otros, demoníaco.” (Arthur Schopenhauer).