Seguramente no pasará nada y los comensales seguirán a manteles olisqueando con cinismo los hedores de la olla. Después de los escándalos causados a estilo de "golfas esquizofrénicas" las graves acusaciones entre algunos miembros del Concejo de Neiva quedarán reducidas a anecdóticos berrinches o a desquiciados relatos paridos desde su traicionera imaginación. Todos pasarán de agache, incluyendo a un sector del periodismo, el mismo concejo neivano, la Fiscalía y a los entes de control. Como ciudadanos simularemos no saber mayor cosa del asunto blindados en el letargo de la indiferencia.
Dicen que cuando las comadres se disgustan todo se sabe, pero después de recíprocas acusaciones y amenazas con destapar " guardados" entre concejales a uno le queda la misma asombrosa impresión que como en la muerte de Santiago Nasar: todos sabían pero nadie en su momento dijo nada. Ojalá la mía termine siendo una torpe presunción y los que tengan que hablar por fin hablen, y que la justicia deje su cojera y meta en cintura a quienes sean responsables.
Lo que sí quedará evidenciado es el baldón y la vergüenza de una corporación edilicia chabacana, circense y de bajas calidades humanas, al menos en los protagonistas del sucio pugilato que develó el supuesto plan del concejal Carlos Posada para torturar y matar a un periodista.
Posada se autoproclama el " papá Noel de Neiva" en una fanfarrona actitud publicitaria por los favores y regalos que hace a personas pertenecientes a sectores vulnerables. Su vida pública y personal ha estado preñada de enredos, maledicencias, insultos, peleas, amenazas y comportamientos deprimentes, azuzados por sus recurrentes excesos con el alcohol. Una de sus obsesiones es alcanzar la presidencia del concejo por lo cual está dispuesto a pagar paseos y francachelas a sus correligionarios en la corporación. Dicho logro constituiría para él "el título universitario que nunca tuvo", según declara en una grabación subrepticia.
Sin embargo, su conducta licenciosa no pasaría de ser la de un ciudadano ordinario y vulgar, carente de modales, si no fuera por las íntimas confesiones hechas a un colega, en las que deja traslucir su ruindad.
Expresiones macabras como "a mí sí me gusta la perversidad" y "yo le dije hermano, si le van a hacer, sáquenle los ojos, córtenle las orejas, que sufra ese hijueputa" delatan a un presunto Posada lleno de sevicia y que iría más allá de sus habituales baladronadas. Sin aspavientos el cuestionado personaje acusa recibo de un vídeo donde un hombre es torturado sin piedad y al que le sacan los ojos con un destornillador.
En el audio grabado a hurtadillas por su colega Deiby Martínez, el que parece ser el concejal Posada hace ostentación de tener estrecha relación con oscuros personajes."Yo tengo los amigos de arriba, yo me iba a tomar whisky con Cumba, con Benjamín, (...) el jefe de sicarios es el Indio, pregúntele al indio por mi".
Desde toda perspectiva resulta oprobioso escuchar declaraciones de tan dudosa índole en boca de un servidor público, cuya investidura, creería uno, lo alista en los terrenos de la ética y la probidad. El alarde que hace de sus "amistades peligrosas" antoja no solo los ininteligibles vericuetos de la condición humana, sino los peligrosos "dobladillos" de una democracia a veces impúdica, laxa y libertina que permite elegir a personas sombrías en cargos de alta dignidad.
Este es el resultado de una contracultura ejercida en las urnas por ciudadanos de a pie, carentes del discernimiento suficiente para elegir a alguien diferente a quien les empuja un billete en el bolsillo, o les ayuda a burlar el hambre por unos días con un mercado. Aunque para ser sinceros, lo de Posada no pasa de ser una atómica partícula en el dilatado universo de la corruptela nacional. Amanecerá y veremos, es la esperanza que queda entre tantos aparentes tuertos y ciegos.