Como levitando entre un abismo, en el centro de un valle de montañas empinadas, sobre el cauce del rio Guaitara está el Santuario de las Lajas. La laja, la piedra gris y blanca, contrastan en armonía con el entorno vertiginosamente verde y lleno de precipicios en el que fue construido. El toque místico de este lugar lo ha convertido en la principal atracción turística y una parada obligada del municipio de Ipiales, a pocos kilómetros de la frontera de Colombia y Ecuador.
Detrás de la belleza del Santuario de las Lajas hay una historia que cada año mueve a miles de colombianos a visitarla por impulsos religiosos. Según dice la historia escrita en las paredes del camino que lleva a este, la imagen de la Santisima Virgen del Rosario ha vivido en este lugar y sus alrededores durante siglos. La primera vez que fue vista fue en el año 1754 en la cueva del cerro de Pastarán ubicado entre Ipiales y Potosí – Colombia, por dos mujeres indígenas: una niña de 5 años sorda de nacimiento llamada Rosa, y su madre María Mueses de Quiñones. En respuesta al milagro, primero se construyó una humilde capilla en la cueva y poco a poco se fue ampliando hasta tener el aspecto actual.
Según cuentan los guías turísticos, el santuario actual es la culminación de otras construcciones que sirvieron de base a la primera, que fue una modesta choza de madera y paja hasta llegar a lo que es hoy en día: un edificio de casi 28 metros de fondo por 15 metros de ancho, en donde hay tres naves cubiertas con bóvedas de crucería. Explica que, hasta esa basílica menor, construida entre 1916 y 1949, llegan a diario miles de peregrinos para pagar promesas o turistas para conocer este prodigio de la arquitectura.
Y fue el pastuso Lucindo Espinoza, un ingeniero empírico quien diseñó y dirigió los trabajos. Varios obreros perecieron al caer de semejante altura, pues las medidas de seguridad eran mínimas y las manilas que los sostenían trenzadas con cabuya.
En los taludes bajando al santuario han colocado cantidades de lápidas de Acción de Gracias. Cada quien busca que la suya sea la más vistosa o mejor diseñada. Incluso hay un mármol que recuerda la visita que el General Gustavo Rojas Pinilla hizo a este santuario en 1.953. Al templo, de estilo neogótico, solo se puede llegar por ese camino construido con piedras. Las paredes, tapizada con cientos de placas de diferentes tamaños, cuentan miles de historias que los peregrinos de todo el país y el mundo han instalado en agradecimiento a la Virgen por los milagros concedidos.
La peregrinación de devotos al santuario es permanente, pero crece fuertemente en tres épocas del año: en septiembre cuando se celebran las fiestas patronales, sobre todo los días 15 y 16 de septiembre; el Jueves Santo cuando, los peregrinos, especialmente desde la ciudad de Pasto, o de Túquerres y pueblos cercanos, y del Ecuador, llegan a pie después de una travesía de más de 12 horas. También hay peregrinación en diciembre y los primeros días de enero de cada año.
Adentro del templo, los vitrales, diseñados y elaborados en el sitio de la construcción por el alemán Walter Wolf Wasserhouen, representan apariciones de la Virgen, entre ellas las de Guadalupe, en México; el Cisne, de Ecuador, y Chiquinquirá, en Colombia, al igual que apariciones especiales como la de Fátima. Wolf Wasserhouen nació hacia 1906 en Düsseldorf (Alemania). Llegó a Colombia en 1940 y después de trabajar en varios oficios abrió en su casa un taller en el barrio de La Candelaria de Bogotá, donde vivió hasta 1980, cuando fue asesinado.
Hoy es una parada obligada para todos los viajeros que quieren cruzar la frontera entre Colombia y Ecuador por medio del Puente Internacional Rumichaca. Turistas de todo el mundo llegan diariamente al templo y se mezclan con visitantes y peregrinos colombianos que mantiene este destino como uno de los más importantes y reconocidos en el repertorio del departamento de Nariño y Colombia. Solo en el corregimiento de Las Lajas, recinto donde se encuentra el templo hay 17 pequeños hoteles y 20 restaurantes que antes de la pandemia mantenían un promedio de ocupación anual superior al 80%.
En el 2006, este santuario fue declarado bien de interés cultural de carácter nacional, y en el 2007 fue elegido como una de las siete maravillas de Colombia, pero su gran éxito llegó en 2015. Ese año, el diario británico 'The Telegraph' reconoció el templo como la iglesia más bella del mundo, y la publicación para viajeros 'Condé Nast Traveler' lo escogió entre los lugares más bonitos de Suramérica para visitar.