Santos y el provincianismo tropical envenenado
Opinión

Santos y el provincianismo tropical envenenado

No era en el Támesis donde había que poner a enfriar el petaco de cerveza. Tampoco era el escenario para llevar jabón y refregarse ahí las miserias locales.

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noviembre 02, 2016
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Por exótico que se vea, a mi la verdad me parece una delicia la invitación que le cursó la reina Isabel II al presidente Santos. Puro “fairy tales”, o cuento de hadas que llaman. Yo me sentía viendo La Cenicienta en su carruaje de calabaza halada por los ratones. El más puro snob. Rico; esas oportunidades tan pinchadas son de esas de “es ahora o nunca”.

Que cómo se va con el país como está, que hay cosas más importantes… Que… Que… Que todo lo que quieran. Esas son las mieles que se disfrutan cuando se gana el Nobel de Paz. Si fuera por los problemas nacionales,  pues ningún presidente podría salir de su país. Claro que hay momentos de momentos, pero en estas circunstancias tan finas y tan especiales hay que aceptar, ir y disfrutar. Como se diría en el más puro lenguaje plebeyo y criollo: “de paseo en carro como perro de rico, sacando la cabeza por la ventana”.

Lo que definitivamente no se puede hacer, es irse a semejante invitación con discurso de paseo de olla. Que el presidente Santos estaba impecablemente vestido… Que Pepa Pombo dio en el clavo con los vestidos de Tutina… Que todo iba divinamente hasta que al presidente, nuestro Nobel de Paz, le llegó la hora de “lanzarse al agua”, es decir, la hora de dirigirse a los parlamentarios de las Cámaras de Westminster y, como crecí en provincia, aquí recuerdo a ese integrante del paseo que se sube vestido a la piedra “trampolín” del río y empieza a mirar para abajo a ver por dónde se va a lanzar, mira al horizonte, parece conocedor de esas aguas y comienza a alistarse; se quita los tenis, las medias, el reloj, la camisa, la cachucha...:

“Señor Presidente de la Cámara de los Comunes, Lord Presidente de la Cámara de los Lores, mis Lores, señoras y señores”. ¡No, elegantísimo! Y así siguió. Y llegó a la explicación –no pedida- del triunfo del No: “Sé que es difícil comprender que la mitad de los votantes en mi país no haya apoyado un acuerdo para detener una guerra que nos ha dejado más de 250 000 muertos y cerca de 8 millones de víctimas y desplazados”. Bueno,  hasta ahí bien.

Pero llegó la hora de la pirueta del clavado, la de impresionar a las niñas del paseo y continuó: “La explicación tiene muchos matices…”. Se desapuntó el botón, se bajó la cremallera, se quitó las bermudas y…: “Primero, acepté el veredicto de las urnas, así fuera por la mínima diferencia –¡solo el 0,4 por ciento!– y así fuera resultado de una estrategia de desinformación y mentiras, como lo admitió el propio gerente de la campaña por el No”… ¡Y quedó en tanga narizona, ni más ni menos! Peor que sentado en calzoncillos posando para la foto de las casas de interés social en Santa Marta.

Así de grotesco fue lo que dijo del No respetado Presidente-Nobel. No era en el Támesis donde había que poner a enfriar el petaco de cerveza. Tampoco era el escenario para llevar jabón y estropajo, y refregarse ahí las miserias locales.

Un amigo me dijo: “Perdió toda majestad de Nobel de Paz y de Jefe de Estado llevando esas costras de provincianismo tropical envenenado. Tenía que hablar de temas globales de importancia: el hambre, la desigualdad, los recursos naturales, la juventud. Planteamientos de fondo sobre amenazas como el terrorismo, el tráfico de personas, paraísos fiscales, la construcción colectiva de la paz. Y terminó hablando como un concejal de Chipaque, de miserabilismo local, ¡con una mesa de negociación abierta con las personas que criticó!”.

 Mire lo que opinan algunos “plebeyos” que consulté:

— “Flaco favor hace el nobel de Paz a su país desdibujando a opositores en el exterior... Hmmmm, qué falta de grandeza!”

—“Me parece que ‘asuntos domésticos’ pueden obviarse tratándose de imagen internacional. La referencia a dichos resultados sobraba. Con eso logra efecto contrario”.

— “Lleva 6 años haciéndose el bobo... ¡Desconectado de un país, solo haciendo lobby para reconocimiento internacional, anteponiendo sus intereses por sobre todo un país y todo con disfraz de paz!
¡Que vergüenza este narciso fungiendo como Nobel de Paz mientras con sus equívocos polariza a toda Colombia! Uff.

— “No era necesario explicar algo que no le suma al proceso. A la monarquía le interesa la paz, pero las rencillas políticas internas pueden ser tratadas en otro escenario. Para qué poner manto de duda en algo que debe ser resuelto aquí por nosotros. O acaso la Reina va a venir a contar los votos? El problema es nuestro, lo resolvemos nosotros. Todo el mundo sabe que no es fácil y el respaldo internacional es necesario. Pero es que ese comentario sonó a queja. Y para qué”.

Sí, esa actitud se parece a la de las quejas que le da el cuidandero de la finca al patrón cuando viene, o a las del elector cuando le puede hablar a un  político, o al simple chisme de la fámula a la señora de la casa.

Busque las palabras de Mandela la cuando se ganó el mismo premio que usted y visitó a la misma reina que usted: "No debe olvidarse que las gentes en este país estuvieron en la vanguardia de la lucha contra el apartheid. Y es absolutamente necesario, ahora que hemos triunfado, venir a agradecer esa contribución". ¿Ve? Gratitud como mínimo. Es que muchas veces la clase no está en la cuna.

¡Por qué las mamás terminan siempre teniendo la razón!: “Aunque el mono se vista de seda, mono se queda”. ¡Al Presidente-Nobel, se le salió la colombianada!

¡Hasta el próximo miércoles!

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