Que Bob Dylan sea el ganador del Premio Nobel de Literatura es como si este año el Balón de Oro se lo ganara Wilder Medina. La academia sueca dice que se lo ganó por “haber creado nuevas expresiones poéticas dentro de la gran tradición de la canción americana.” Una tradición que incluye a Eminem y Justin Bieber.
Si el premio hubiese recaído en Colombia las ganadoras habrían sido las Hermanitas Calle. Bob Dylan es como si James Joyce y Silvio Rodríguez hubiesen tenido un hijo marihuanero, o como si el Comité del Nobel Noruego decidiera premiar a Juan Manuel Santos con el Nobel de la Paz en un arrebato mariguano, irresponsable. Nobel de Paz sin Paz, vaya jugarreta.
En las Academias sueca y noruega deben de andar de farra desde hace una semana. A los dos Nobel ya mencionados se une el de Economía, obtenido por Oliver Hart y Bengt Holmström, dos señores que se hicieron famosos por explicar cambios en contratos, incluyendo los viales.
Desde Da Vinci el mundo no conocía una proeza de la inteligencia de ese tamaño.
Lo bueno de todo esto es que, una vez más, Murakami se quedó sin el Nobel. Ya está comprobado que el japonés es el Leonardo Di Caprio de la Literatura. Lo único que falta es que RCN anuncie que pronto saldrá la telenovela de Bob Dylan. Su protagonista será Carlos Vives. La serie se llamará “El folk de mi pueblo” y se rodará en un bar de Chapinero.
Con Santos y Dylan el Nobel se desprestigia, se convierte en una gaviota de plata cualquiera.