El reencuentro el pasado miércoles 5, del presidente Santos con el ahora senador Álvaro Uribe y los principales líderes del No, para acordar una agenda tendiente a revisar y discutir los acuerdos con las Farc, es un paso adelante para no perder el trabajo adelantado en la búsqueda de una paz consensuada y más estable que aleje el fantasma de la guerra.
La paz se hace entre enemigos y si el acuerdo de La Habana intentaba hacerlo con el mayor grupo político armado del país, durante los cuatro años de discusión del ladrilludo texto firmado en Cartagena ,el 26 de septiembre, el nivel de pugnacidad entre partidarios del No y el Sí, llegó a tales extremos de juego sucio, mentiras al por mayor, insultos e intolerancia, que a través de los foros, medios de comunicación y redes sociales, se cimentaron las bases de futuros y enconados enfrentamientos entre colombianos. Aún si ganando el Sí, se hubieran desmovilizado con más celeridad los guerrilleros de las Farc, a tiro de concentración en las zonas veredales y campamentarias y de desarme en un cronograma trazado con supervisión de la ONU, estábamos en el escenario de una pelea entre dos bandos irreconciliables cada vez con mayor pugnacidad.
Según algunos ‘ancianos de la tribu’ que alcanzaron a vivir los preliminares de la ‘violencia’ entre ‘rojos y godos’, antes que se desbocara con el asesinato de Gaitán en 1948, el grado de intolerancia verbal era muy parecido al que se vivió en las campañas previas al Plebiscito del 2 de octubre, entre los alineados con la propuesta de Paz del gobierno de Santos y los opositores a su plena vigencia encabezados por el expresidente Uribe. Esta exacerbación de pasiones que llevó hasta al rompimiento de viejas amistades y divisiones familiares se evidenció no sólo en las concentraciones públicas, foros, medios de comunicación y en las omnipresentes redes sociales, que en esos tiempos de la ‘violencia liberal-conservadora’ y del transistor como última novedad tecnológica, eran inimaginables.
Si el coletazo del huracán hubiera llegado hasta gran parte de Antioquía y el eje cafetero, por estar ocupados sacando agua de sus viviendas, y al no poder viajar por caminos inundados muchos partidarios del No probablemente no habrían votado en la cantidad que lo hicieron y es probable que hubiera ganado el Sí; pero no con la contundencia que señalaban las encuestas y seguiría rondando el fantasma de las sospechas de fraude y del sectarismo en el enfrentamiento con los partidarios del No.
Ante hechos cumplidos en esta patria del realismo mágico, de huracanes intempestivos y vírgenes voladoras en medio de sábanas blancas, donde los más descabellados sucesos aparecen como sacados del sombrero de un mago y al constatar que ni el gobierno ni la oposición tenían un Plan B y a todos el chaparrón electoral nos cogió con los calzones abajo pujando y sin papel higiénico en mano, como Pacho Santos es mejor ver el vaso medio lleno y saludar la prudencia y aptitud de continuar el diálogo civilizado mostrado por el gobierno nacional, las bancadas en el Congreso y los principales promotores del Sí, del No y las Farc, para intentar rescatar gran parte de lo acordado y no interrumpir el proceso de desmovilización y concentración de los guerrilleros de las Farc.
Qué la crisis sea oportunidad para no perder lo adelantado con las Farc, tomando sin dilación acciones consensuadas y puntuales como puente para construir entre todos los colombianos, los partidarios del Sí y del No, que son los mismos que vienen enfrentados desde hace 6 años, alrededor del proceso de Paz impulsado por Santos y la oposición liderada por Uribe, más las Farc cuya cúpula al igual que todos deben actuar con grandeza y no aferrarse a líneas rojas, invitando además al Eln y demás sectores marginales a integrar un gran Frente Nacional, no para repartirse milimétricamente el poder como el votado en 1957 para sellar la paz entre dirigentes liberales y conservadores. Que sea un verdadero pacto de paz incluyente y de convivencia democrática firmado después de una convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente que complete y ajuste las fallas y carencias evidenciadas por la Constitución de 1991.
Para construir una democracia real aún están pendientes por desarrollar Reformas como: la Política y Electoral, Judicial, Tributaria, Agraria, Urbana, en la Salud, Educación, Ordenamiento Territorial, entre otras que cimentarán las bases de una sociedad justa y funcional en donde los partidos sean verdaderos faros que iluminen el pensamiento y las propuestas de sus dirigentes y militantes y no simples asociaciones para delinquir apropiándose de las instituciones y presupuestos públicos como predominantemente lo son en la actualidad.
Que los egos y ambiciones presidenciales de dirigentes del país no interfieran en la oportunidad de cimentar una mejor democracia.