"Santos es un tipo frío… no inspira confianza", Timochenko

"Santos es un tipo frío… no inspira confianza", Timochenko

El comandante de las FARC se sinceró en esta entrevista con su amigo de juventud, Jorge Rojas, la última persona que lo vio antes de irse para la guerrilla

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mayo 07, 2017

Antes de ese encuentro en La Habana, en febrero del 2016, Jorge Rojas había visto a su amigo Rodrigo Londoño por última vez en Quimbaya Quindío, en 1976, unas horas antes de que decidiera sumarse a las Farc. Lo primero que hizo Rodrigo fue mostrarle la máquina de afeitar que le había regalado su amigo cuarenta años atrás. Era de las pocas cosas personales que había guardado en tantos años de caminatas por la selva, esquivando serpientes y bombardeos.

La conversación entre los dos viejos amigos, que se extendió hasta la firma de los acuerdos de paz en el Teatro Colón de Bogotá, se derivó en este libro titulado Timochenko, el último guerillero, publicado por Ediciones B y lanzado oficialmente en la Feria del Libro de Bogotá.

Estos son extractos de los tres capítulos en donde Londoño da su visión del presidente Juan Manuel Santos.

Marulanda dijo alguna vez que seguramente iba a ser más fácil negociar con un gobierno conservador que con uno liberal. Yo me acuerdo de esa frase.

“Sí...”.

Y al final la negociación fue con un liberal.

“Con un liberal que es bien godo”.

Santos no inspiraba mucha confianza.

“No, ni inspira”.

Pero fue Santos el que tomó la decisión de abrir el camino de la salida política al conflicto.

“Sí, y que se la jugó por la paz”.

Traicionando a su propia clase, o por lo menos al uribismo.

“No está traicionando ninguna clase. Está resolviendo un problema que hubiera sido mucho más grave si no lo resuelven a tiempo. Hubiera sido mucho más complejo. Otra vez hay que recordar a Manuel Marulanda Vélez cuando decía que ‘entre más se demore el proceso y más se prolongue la confrontación, las heridas van a ser más profundas y más difíciles de sanar’. Esa tesis de Marulanda es válida para ellos y es válida para nosotros también”.

¿Qué tuvo que ver el hermano mayor del presidente Santos, Enrique Santos Calderón en la decisión de iniciar el diálogo y la negociación?

“Enrique Santos fue alguien que le ayudó en su proyecto. Incluso la propuesta inicial era una reunión con Enrique Santos cerca de donde estaba Pablo Catatumbo. Incluso se habló de que fuera Alfonso Cano también. El presidente dijo ‘mire, yo mando a mi hermano para que hablen y para diseñar la arrancada de esto’”.

¿Cuándo fue la primera vez que se reunió con Juan Manuel Santos y cómo fue ese primer encuentro cara a cara con el presidente?

“Eso ocurrió en Cuba, el 23 de septiembre de 2015. Fue un encuentro rápido y muy tenso, porque era para definir el tema de la fecha de la firma del Acuerdo. Recuerde que estaba pendiente la fecha. Yo sabía que estaban en ese debate y no estaba seguro si venía o no a La Habana.

Eran días de mucha discusión, se hablaba de la posibilidad de que el Papa Francisco estuviera en la firma, porque acuérdese que el Papa realizaba por eso días su visita a Cuba. Después me informaron que eso no iba a ser posible, que no viajara. Después surgió que se estaba definiendo la fecha para la firma. Y entonces se decide: ‘No, que sí, que se venga’. Y yo me vine para La Habana y mientras que yo estoy volando, están todas esas discusiones aquí desarrollándose.

Creo que Santos suspendió el viaje tipo once de la noche. Porque él decía, que pues, a qué iba a venir. Cuando yo aterrizo aquí como a la una y media de la mañana, me informan de una reunión con el presidente para definir el asunto de la firma. Fue un saludo distante y yo siento de entrada que el presidente es un hombre más bien frío. Comenzamos a hablar temas varios. Pero no tocaba el tema que para mí era pues como principal. Entonces yo le digo: ‘Presidente, no es conveniente anunciar una fecha para la firma del Acuerdo Final, sobre ese asunto aún hay divergencias’, y enseguida me dijo:‘¿Cómo?’.¿Entonces yo a qué vine a aquí, a perder el tiempo? Eso ya está definido’. Le dije: ‘Presidente, mire, yo tengo otra información’.

Pues le cuento que el presidente se estaba alterando un poquito. Entonces le digo yo: ‘Presidente, hagamos una cosa. Llamemos a los jefes de delegación. Mande usted a llamar a Humberto de la Calle y yo a Iván Márquez y aclaramos el asunto aquí y tomamos la decisión’. Efectivamente, vinieron los dos, intercambiamos opiniones con los jefes de delegación y, al final, concluimos en anunciar la fecha.

Cuando terminó ese encuentro, yo le dejé constancia al presidente de que a mí no me parecía. Me parecía peligroso fijar una fecha y le dije: ‘Presidente es que es muy sencillo: es válido que en este proceso ustedes estén buscando que nosotros terminemos lo más disminuidos políticamente posible, como es igualmente válido que nosotros busquemos salir lo más fortalecidos políticamente posible. Lo que no es válido son las trampas y las argucias, y ustedes tienen a su disposición una capacidad mediática que nosotros no tenemos. Y pueden vender la idea, como ya ha sucedido otras veces, de que somos nosotros los responsables, que fuimos nosotros lo que no cumplimos. Ese es el temor que yo tengo’.

Ya más calmado el presidente me ¡aseguró que ‘eso no va a suceder’.

‘Bueno presidente, confío en su palabra, vamos para allá’. Y salimos a hacer el anuncio…

La fecha no se cumplió. El Presidente honró su palabra y Timochenko tenía razón. Humberto de la Calle anunció: “Tenemos que informar que en este momento subsisten diferencias importantes con la guerrilla de las FARC sobre temas de fondo”. Finalmente, el primer acuerdo se firmó el 26 de septiembre de 2016, en Cartagena, y el Acuerdo Final, el 24 de noviembre en el Teatro Colón, en Bogotá.

Entonces ¿pudo haber existido otra silla vacía?

“Ah sí, claro. Pero logramos superar el impase, aunque después, efectivamente se presentaron muchas dificultades. Lo que pasa es que el presidente viajaba de La Habana a Nueva York a la Asamblea de Naciones Unidas y quería llevar algo concreto para anunciar allá. Son cosas que uno va aprendiendo. Que el otro también tiene necesidades, pues que a la larga no es una cosa de principios, ¿no?

Son cosas de forma, lo que pasa es que son peligrosas si se usan mal. Y frente a ese peligro todavía estamos, y lo estamos sintiendo y siempre pasa lo mismo, el Gobierno tiene una capacidad de incidencia y manejo de los medios que no tenemos nosotros y, al final, imponen su versión”.

¿Usted siente que cedieron ante la urgencia del presidente de anunciar una fecha, que al final, tampoco se pudo cumplir?

“Nosotros no cedimos. Entendimos los momentos y actuamos con base en ellos. Yo hubiera podido decir: ‘Yo no voy a firmar nada que lleve una fecha comprometedora porque después nos dejan a nosotros colgados de la brocha’. ¿Qué explicación le doy después a la historia, a la organización y al esfuerzo?

Porque otra característica de este proceso, es la gente que ha estado a su alrededor. En Colombia, todas las organizaciones han estado a la expectativa, la confianza que se fue ganando poco a poco. La ilusión, la esperanza, pero también toda la gente del mundo que de una manera u otra se han acercado en función de estar aquí, aunque sea ahí, a un ladito, observando. En función de alentarnos, de contarnos experiencias, entonces uno dice: ‘No, yo no puedo hacer eso por un capricho’”.

         ¿Qué sintió usted en Cartagena?

“Pues que por fin llegábamos al final. Porque esto ha sido desgastador. Hay quienes afirman que ha sido mucho tiempo, pero en la práctica el proceso no fue muy largo. Lo del tiempo es relativo. En todo caso sí fue muy desgastador. Negociando siempre bajo tensión, demasiada tensión, de un lado y del otro.

Así ocurrió, por ejemplo, en el tema de la justicia, el de-bate que se dio alrededor de la Justicia Especial para la Paz parecía interminable. Pero logramos el acuerdo. Uno no podía desanimarse. Había que insistir y seguir. Ahora vamos a entrar a otro tipo de tensiones, pero ya son escenarios distintos, pues viene la implementación y la verificación de la implementación del Acuerdo”.

Un punto culminante era Cartagena. Y ahí hizo usted un discurso que llamó mucho la atención por la forma, y por el contenido. Usted era consciente del momento histórico, el presidente también. Los aviones que pasaron, hicieron lo suyo. ¿Qué significó ese momento de la firma, de estampar esa firma en ese acuerdo?...Tarea cumplida.

“Tarea cumplida. Sí, lo que le estaba diciendo. Ahora nos alistamos para la otra”. ”.

Y después de que firmaron el acuerdo, ¿por qué el protocolo se des-ordenó? ¿Por qué ustedes quedaron ahí como...?

“En Cartagena todo fue un desorden. Eso fue un problema de ellos allá”.

¿Pero las FARC no estuvieron en la planificación del desorden?

“No, no nos llamaron para eso”.

Todo lo organizó el Gobierno. Y lo que salió bien o salió mal, fue el Gobierno.

“Fue el Gobierno”.

   Siete días después del acto en Cartagena se realizó el plebiscito. Ese dos de octubre, cuando se confirma casi a las 7 de la noche que ganó el No, ¿usted en dónde estaba?

“Estábamos todos los miembros de la Delegación de Paz de las FARC en el salón del Tabaco del Club Habana, con toda una serie de periodistas internacionales y correspon-sales.Ahí estábamos mirando los resultados por Telesur,que era la cadena que entraba ahí.Ahí estábamos, pues, con toda la delegación”.

Nadie esperaba una derrota.

“Nadie puede decir que esperábamos una derrota, eso sería echarnos mentiras. Que era una posibilidad, sí. Es que uno se enseña en esta actividad (yo no sé si en la demás tam-bién) a planificar, por ejemplo, uno planifica un combate y va seguro que va a ganar, que va a obtener la victoria, pero siempre tiene un plancito por si de pronto no”.

¿Y ustedes tenían un plan B si ganaba el no?

“Yo tenía en unas anotaciones unos punticos para decir en caso de que ganara el ‘Sí’ y llevaba unos puntos escritos por si ganaba el‘ No’. Lo único que tuvimos que hacer fue retirar la prensa unos cinco o diez minutos, revisar, leer, escuchar las opiniones de los demás compañeros del Secretariado, ajustarlo y listo. Ahí fijamos nuestra posición”.

Ahora sabemos que el “No” ganó, según un concepto inicial del Consejo de Estado por “Propaganda engañosa”. Y hay quienes insisten en que se caigan los efectos jurídicos de ese plebiscito. Pero más allá de ese asunto formal, algo pasó en la comunicación, algo pasó en la gente, porque mucha gente salió a votar por el “No”. ¿Qué lectura más pausada se le puede dar a ese asunto?

“Hay una cosa que yo siempre digo: hay que tener en cuenta lo que dicen los demás, pero también tenemos que analizar lo que nosotros hicimos o dejamos de hacer. Claro, nosotros teníamos muchas limitaciones. Más de una vez le planteamos al Gobierno la necesidad de mejorar lo que han llamado la pedagogía de paz. Porque no se justifica que acuerdos como el de tierras y el desarrollo agrario, que fue uno de los primeros acuerdos, que se había suscrito hacía más de dos años, el país no lo conocía.

Nosotros insistimos en la Mesa que hiciéramos algo que le llegara a la gente. El Gobierno decía que sí, que lo estaban haciendo, pero no se hacía. La comunicación de temas como el de tierras no le llegó a la gente. Otra cosa ocurrió con la campaña del ‘No’. Yo vi a una campesina hablando por televisión, diciendo que ella tenía siete vacas y que le habían dicho que si ganaba el ‘Sí’ le quitaban cinco vacas y le dejaban dos no más. Imagínese ese tipo de cosas, ¿y nosotros qué hicimos? En el caso de las FARC, al interior

nuestro nos faltó hacer más, porque al interior de las regiones

hubiéramos podido haber hecho pedagogía también. Aunque el Gobierno dijera que no, que no era necesario.

Acuérdese lo que pasó en el Conejo, que volvieron eso un escándalo. ¿Cuál fue la razón? Pues que había un montón de gente a la expectativa de nosotros, gente de las zonas de influencia de las FARC”.

Algo de razón tendrá Timochenko porque antes del proceso de paz la “favorabilidad” de las FARC en todas las encuestas de opinión en Colombia nunca superó el 3% de las personas encuestadas. En cambio, una medición del estado de opinión realizada en febrero de 2017 indicaba una favorabilidad del 19%, superando a muchos políticos e instituciones del país.

“Claro que a la sociedad colombiana le han inculcado odio hacia nosotros,pero en la medida en que conoce la realidad de este conflicto cambia de opinión.Yo he conversado con gente que era anti-FARC.Me acuerdo de un muchacho uni-versitario de familia uribista que vino de Medellín y cuando se despidió me dijo delante de toda la gente:‘Hasta luego señor, me tengo que ir, pero déjeme decirle que yo tenía de usted muy mala imagen y me voy con otra impresión’”.

 

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