No sé por qué tenemos que construir nuestros ideales cimentándolos en el pasado, en nuestras mal llamadas verdades históricas. La poca historia que he vivido y puedo abordar razonable y conscientemente a través de la lectura no coincide para nada con lo que fueron mis verdaderas y reales experiencias. La cuentan, y así lo han hecho siempre, amañada, a su manera. Y nos la continuaran contando, hasta siempre, con el único interés de torcerla y acomodarla para que todo lo que sobre ella se construya sea otro torcido, éste también, por supuesto, a su manera y sin otro interés que el de utilizarla transformando en provecho: fortuna, poder... su retorcido acomodo.
Claro que también estoy mamado, sí, mamado pero no torcido de ver cómo todos: gobierno y partidos políticos, grupos al margen de la ley y medios, iglesias y sociedad civil… se desbordan y, sin dejarse atrapar para enfrentar el implacable juicio de los honestos que indefensos pero seguros los esperamos con la verdad más allá de la orilla de la realidad, se camuflan engañándonos con un sartal acomodado de mentiras despiadadas y mezquinas que no nos dejan progresar.
La diferencia entre Santos y Timochemko, que no es otra que la misma que existe entre gobierno y guerrilla, es que a ambos dios les entregó el poder revelándoles el “Catecismo del padre Astete”, sólo que a Santos, el rico, se lo reveló en latín, y a Timochemko, el pobre, en pésimo castellano; que a ambos sus educadores los domesticaron a punta de forzadas lecturas y vulgares puestas en práctica de la “Urbanidad de Carreño”, sólo que al rico fue en excelente inglés y en un colegio con muebles de alta gama y al pobre en terrible español y en una escuela pública ni siquiera con pupitres; y que a ambos, y sin mentiras, la misma vida, para uno cargada de refinados tratos y riquezas y para el otro de terribles atropellos y falta de dinero para todo, se encargó de enseñarles a jugar haciendo trampa marcando las cartas y convenciéndolos radicalmente de que los comodines no eran los haces verdaderos de siempre, sino los irritantes próceres torcidos de la patria: “con Bolívar pierde el pobre, con Santander gana el rico y con la Verdad perdemos todos”. Y mientras estas terribles pero simples diferencias sean y sigan siendo las verdades históricas sobre las que se quiere construir y negociar la paz que definitivamente sacará del atolladero a este país de locomotoras varadas, de ciudadanos patriotas votando por políticos torcidos en busca de la verdad y guerrilleros de a peso echando tiros al aire y quebrando patas con sus minas de oro, no habrá ni fórmula ni poción, por mágica que sea, que los ponga de acuerdo.
Estoy mamado de esperar, y no sé qué hacer…. distinto a gritar: Señores, pónganse de acuerdo ¡carajo!