Nada más complejo que entender a Santos, sus políticas, sus nombramientos, sus discursos siempre nos dejan en un limbo y siempre esperando las explicaciones necesarias para poder asumir alguna posición sobre sus actos.
Santos ha sido bien conocido por ser un “extraordinario” jugador, pausado, calculador y medido; un personaje que “no da puntada sin dedal”, el cual tiene todo bajo control y todas sus decisiones tienen un interés y un fin preestablecido. Así nos lo han vendido y así lo hemos creído, pero en el despelote de país en el que vivimos no sé sabe qué creer, si es toda una estrategia montada o si por el contrario es el festival de la improvisación y la toma de medidas a la loca esperando que alguna tenga un efecto positivo.
El mito empieza con su aguante en el Ministerio de Defensa, defendiendo las políticas de Seguridad Democrática, solo para ser el elegido por Uribe y convertirse en el presidente de Colombia y después cambiar parte de esa agenda dándole un posicionamiento diferente al conflicto, proporcionando un estatus político a las Farc y empezando negociaciones con ellos. Toda una proeza de cálculo y precisión en sus decisiones de juego.
Pero ahí se enredan las cosas, quiere terminar con un conflicto de 60 años y con las raíces que lo generaron, negocia con una guerrilla de izquierda y concierta una agenda de seis puntos para lograrlo, pero todas sus políticas de gobierno son igual o más neoliberales que las de su antecesor.
Nos mandó a ahorrar energía, pasan comerciales sobre el cuidado del agua y de las fuentes hídricas, pero en su gobierno no ha nombrado a ningún buen ministro que pueda cumplir adecuadamente con esta cartera, es más, su última designación para este cargo es un experto en minería a gran escala, una de las locomotoras santintas y quizá la que más daño medioambiental le ha hecho al país.
No le gusta la oposición, uno de los requisitos fundamentales para que haya democracia, entonces hace hasta lo imposible para que los partidos que no van con su gobierno pertenezcan a su combo, sin importarle pasar por encima de la institucionalidad de cada uno de estos grupos políticos; una mala señal para la guerrilla, porque seguramente cuando lleguen a la vida política serán ellos uno de los principales contradictores de las políticas que él ha emprendido.
El sucesor debe ser alguien que esté convencido de este proceso
y ese no puede ser Vargas Lleras, ya que él no está ni convencido,
ni interesado en lo que está pasando en Cuba.
Pero lo que más sorprende y confunde son los últimos anuncios ministeriales y la terna para fiscal. Si en verdad quiere que los acuerdos que se firmen en La Habana tengan larga duración después de que él salga de la casa de Nariño, sabe que su sucesor debe ser alguien que confíe, crea y esté convencido de este proceso y ese no puede ser Vargas Lleras, ya que él no está ni convencido, ni interesado en lo que está pasando en Cuba.
Nadie sabe cuáles fueron los negocios entre ellos y si Santos se comprometió con Vargas Lleras para que fuera su remplazo, pero tampoco se ve que le esté quitando poder burocrático para debilitarlo en la contienda del 2018, por el contrario cada vez se nota como le aumenta más cupos para sus allegados.
Muy pocos saben que es lo que quiere Santos (más allá del Premio Nobel de la Paz), ni cuál es su estrategia, descifrarlo es toda una odisea y la percepción generaliza es que todo está desencajado y su fama de estratega está siendo solo un mal chiste.
@julianelpolit
