El pasado sábado 23 de enero, el presidente Juan Manuel Santos presidió un acto de entrega de sentencias de restitución de tierras programada por la Unidad de Restitución de Tierras, y de paso la entrega de 200 viviendas de interés social construidas por el Gobierno Nacional. El acto programado para las 10:30 am se cumplió como estaba contemplado.
Bajo un sol radiante que rayaba los casi 38 grados centígrados de temperatura, una caravana de carros todos ellos tipo camionetas de alta gama se abrieron paso por la céntrica calle del municipio, despertando la curiosidad de propios y extraños que a esa hora deambulaban por el sector.
--¡Mira! ¿Ese no es el presidente manejando una camioneta? preguntó Edwin Montes a su esposa Hilda.
--No. Exclamó ella un tanto desentendida.
--Sí, es él, míralo bien. Insistía el esposo.
Pero la misma percepción la tuvieron otros transeúntes, quienes comenzaron a señalar con sus manos la camioneta que Santos conducía, al tiempo que le gritaban: “bienvenido presidente Santos, a La Hormiga, territorio de paz”.
Minutos más tarde la caravana llegó a la urbanización 30 de octubre, donde 200 familias, todas ellas víctimas del conflicto armado, esperaban ansiosamente que el presidente inaugurara la urbanización y les entregaran las llaves de sus casas. Pero la ansiedad pasó al asombro cuando vieron cómo el presidente se bajaba de un carro el cual conducía y sin tanto esquema de seguridad. Terminado el acto se volvió a montar en la camioneta para trasladarse a la cancha municipal de fútbol para seguir con su agenda.
Roger, un hombre de más de 65 años de edad, quien por más de 40 años ha vivido en La Hormiga sentado en una esquina del parque central donde departía unas cervezas bien frías para calmar el calor, comentó cómo se percibe el olor de la paz:
“Antes, cuando un presidente venia de visita por estas tierras, esto lo llenaban de soldados desde un día antes, cerraban varias calles a la redonda al lugar de la visita y durante la presencia del presidente varios helicópteros sobrevolaban”, señalaba emocionado.
Y Roger no se equivocaba en su comentario porque en verdad, cuando se anunciaba una visita presidencial a cualquiera de los municipios del Putumayo, las medidas de seguridad se extremaban. Y para que una persona del común pretendía ingresar al lugar del evento, tenía que surtir varios filtros de seguridad con varios días de anterioridad y sobre todo debía de estar en la lista de los invitados.
Recordemos que La Hormiga fue un escenario permanente donde los grupos armados ilegales ejercieron una fuerte presencia sembrando muchas huellas de terror como las masacres del Placer y El Tigre, y otras incursiones en otras poblaciones, dejando muertos y desparecidos y un centenar de vicitmas de dolor.
Roger terminó su comentario diciendo: “Esto es el sabor de la paz, que el presidente haya venido manejando su carro sin que le dieran bala”, resaltó el campesino dedicado a la ganadería, a la siembra de yuca y ñame.