Sí, es evidente el temor por parte del Gobierno nacional para asumir un debate de altísima importancia para el futuro de todos los colombianos, el cual responderá a la siguiente pregunta: ¿qué pasará con el Sistema General de Pensiones? Con seguridad será la reforma más importante y estructural que se haya dado al SGP (compuesto por el Régimen de Prima Media administrado por Colpensiones y el de Ahorro Individual a cargo de los fondos privados) desde el Acto legislativo 01 de 2005.
Se sabe que hay un consenso generalizado sobre la insostenibilidad fiscal, inequidad y baja cobertura del SGP, de forma tal que la reforma es indispensable para el futuro del sistema pensional colombiano. Por eso todos los sectores interesados llevan años exigiéndola al Gobierno. Sin embargo, no resolverá nada, absolutamente nada, si mucho hará más “sostenible” fiscalmente al SGP por 10 o 15 años.
La realidad es que el problema no se solucionará con reformas parciales a un sistema que solo representa una derivación del auténtico problema que atormenta al país: la precaria formalización laboral, la altísima informalidad y los contratos humillantes a los que nos tenemos que someter porque “mejor es algo que nada”. Ese SÍ es el problema y no se resolverá atacando la insostenibilidad de un sistema pensional. Si la reforma pensional no se acompaña de una profunda reforma laboral que priorice la formalización y reduzca la informalidad solo será un pañito de agua tibia. Y al parecer Santos no quiere lidiar con ese chicharrón porque representaría un costo político muy alto para su desprestigiada imagen y su agotado capital político. Entonces, ¿quién lo hará?
Esa actitud de desinterés solo evidencia falta de compromiso con el futuro de los colombianos. Una actitud reprochable en un hombre calificado de estadista y que se jugó todo su prestigio en una negociación pensada para las próximas generaciones. Acaso, ¿las próximas generaciones no nos vamos a pensionar? Santos sabe que la grieta es muy grande porque año tras año el sistema resulta más insostenible.
Las pensiones representan una porción gigantesca para el Presupuesto General de la Nación y de entrada no hay garantía de que los millones de trabajadores que hoy cotizan vayan a adquirir una pensión que les otorgue estabilidad en su vejez. El temor de Santos no se entiende si consideramos que desde hace varios años el proyecto de reforma reposa en el despacho de sus ministros de trabajo. En su momento Lucho Garzón y Rafael Pardo hablaron ante los medios sobre su importancia. Seguramente ya olvidó su compromiso de presentar la reforma y sus ministros no se lo han sabido recordar, ¿por qué el olvido?
Entre las propuestas comentadas se encuentran: subir la edad, semanas de cotización, condicionar los subsidios, descartar el Régimen de Prima Media para fortalecer el de Ahorro Individual. Hacer modificaciones parciales a un problema estructural no solucionará nada. Todo se resolverá cuando se haga algo con la informalidad laboral que se mantiene en un 50%, muy superior al promedio de América Latina y El Caribe, y con la preocupante cifra de una informalidad juvenil por el orden del 64%, que convierte a Colombia en uno de los países con más informalidad de Latinoamérica.
En ese sentido, la pensión se terminará convirtiendo en el privilegio de unos pocos y los subsidios a la vejez una constante en un sistema que a base de beneficios económicos muy inferiores al salario mínimo pretende aliviar la carga económica de los colombianos en su vejez. Montos irrisorios en un país que se avecina a subsidiar a sus ancianos mientras busca resolver el serio problema de equilibrar un sistema que actualmente solo le responde a unos pocos.