El movimiento democrático colombiano le dio el triunfo al presidente Santos el 15 de junio pasado. Fue sin condiciones ni pactos previos. Sin embargo, los resultados forjaron una nueva realidad política en Colombia. Los votos de una ciudadanía madura y sensata decidieron que Santos debe ponerse a la cabeza del Frente Amplio por la Paz. Dicha orden surge de los votos más conscientes y limpios de la sociedad colombiana.
Al darle ese mandato, el movimiento democrático se puso al frente de la lucha contra Uribe. En esa tarea desplazó a Santos y, a la vez, se convirtió en su jefe. Simultáneamente, hizo a un lado a las FARC enviándoles un mensaje contundente – no de respaldo – sino de conminación a que deben firmar pronto la terminación del conflicto armado.
El problema actual consiste en que los principales líderes del movimiento democrático no son lo suficientemente conscientes de que ese movimiento existe y que ha acumulado la fuerza para liderar al conjunto de la sociedad colombiana en su lucha por la Paz y la Democracia. Los dirigentes de las fuerzas independientes, alternativas, progresistas y de izquierda, al estar divididos y dispersos, no perciben todavía la fuerza de esa corriente.
Esos líderes y liderezas son los/as que tomaron la determinación de llamar decididamente a la población a “votar por Santos contra Uribe”, por la conquista de la Paz y en defensa de la democracia. Se destacan Clara López, Carlos Gaviria, Aida Abella, Gustavo Petro, Iván Cepeda, Antanas Mockus y Claudia López, pero es claro que hacen parte del movimiento democrático otros/as dirigentes que aunque tenían dudas terminaron por aceptar que ese paso era absolutamente necesario.
Pero el movimiento democrático en Colombia va más allá de sus dirigentes. Está conformado por unos tres millones de personas que tienen sus raíces en el M19 y la UP de los años 80s y 90s del siglo pasado (XX), que tiene su nicho principal en Bogotá y en algunas regiones (Nariño, Costa Caribe, Valle, Cauca y otras ciudades). Fueron los que eligieron como gobernadores de sus departamentos a Parmenio Cuéllar, Floro Tunubalá y Guillermo Alfonso Jaramillo en el año 2000.
Esa ciudadanía independiente ya se expresaba en la elección de Mockus y Peñalosa, se fue alineando a la izquierda eligiendo a Lucho Garzón y Samuel Moreno y ratificó su decisión apoyando a Gustavo Petro en 2012. Igualmente, se manifestó con la votación por Carlos Gaviria en 2006, hizo parte de la “ola verde” y ahora se dejó sentir con su voto contra Uribe y por la Paz.
El movimiento democrático también se manifiesta como movilización social aunque no todos los que protestan por necesidades sectoriales son parte del movimiento democrático. Por ejemplo, muchos de quienes participaron en el paro cafetero y agrario de 2013 fueron canalizados por Zuluaga, lo que deja ver todavía la debilidad del movimiento social y la necesidad de cualificar políticamente esas luchas. No contribuye en ese avance la actitud de algunas organizaciones y partidos que anteponen intereses económicos sectoriales a la lucha democrática del pueblo colombiano.
Hacen parte del movimiento democrático las mujeres y sectores LGTBI en su lucha por igualdad de género y contra la discriminación; los ambientalistas por el respeto de la naturaleza y la preservación de nuestros recursos naturales; los jóvenes con sus expresiones culturales de diverso tipo; los animalistas en contra de los manejos crueles a los animales; los intelectuales progresistas y científicos sociales con sus aportes teóricos al desarrollo de nuestra identidad y la crítica al modelo neoliberal y al capitalismo depredador. Igualmente, los trabajadores del campo y de la ciudad alimentan con sus luchas ese movimiento.
A la vanguardia del movimiento democrático se encuentra un sector de la población que podríamos denominar el “nuevo proletariado”. Son trabajadores calificados, profesionales y técnicos, en su mayoría jóvenes citadinos, pero que por sus condiciones laborales – muchos de ellos desempleados o trabajando en la informalidad – son parte de los “precariados”[1]. Por primera vez se manifestaron masivamente con los “cacerolazos” de solidaridad con el paro agrario en agosto de 2013 y lo volvieron a hacer con las movilizaciones de diciembre de 2013 y enero de 2014 contra el Procurador y de apoyo a Petro.
Como se puede observar, el movimiento democrático requiere con urgencia la unidad de sus principales líderes y el diseño de una estrategia conjunta y colectiva. Para potenciarse en el momento actual, el movimiento democrático necesita concentrarse en dos grandes temas: La terminación consensuada del conflicto armado y la defensa de la democracia.
Dicha estrategia no puede negar la realidad política expresada el 15 de junio de 2014. El pueblo le otorgó un mandato a Santos y el movimiento democrático debe, no sólo estar a su lado en la ejecución de esa política, sino que tiene que empujarlo, presionarlo, hacerlo el líder del Frente Amplio por la Paz, para poder resolver el problema central de la coyuntura.
Si Santos avanza en la dirección correcta, si se construye una Gran Coalición Democrática por la Paz, si se aprueban las políticas sociales y económicas que requiere la verdadera Paz, si Santos en verdad “traiciona a su clase”, Colombia se enfilará hacia la resolución estructural de sus problemas históricos y un burgués estaría liderando la revolución democrática. No es lo más probable pero no podemos desecharlo a priori.
Si no lo hace, si no rompe ni con su política neoliberal ni con los lazos que lo atan al uribismo, si no se arriesga a ponerse a la cabeza del movimiento democrático, éste pasará por encima de él y su liderazgo será barrido por la dinámica popular. Quedará desenmascarado ante el conjunto del pueblo y su oportunidad habrá sido desaprovechada. La forma como se desarrolle ese proceso aún no la sabemos. Podrá ser por medio de una gran movilización popular al estilo boliviano o ecuatoriano o el paso hacia la modernidad y cambio social se puede dar en las elecciones de 2018.
Todo depende de la decisión de los principales líderes del movimiento democrático. Si después de haber elegido a Santos se acobardan y se echan para atrás, si simplemente se van a la oposición, si no entienden que las contradicciones hoy se juegan en el terreno de la política, si no comprenden que lo inmediato es la derrota del uribismo y del latifundismo clerical y reaccionario, si se dejan enredar por posiciones economistas y fundamentalistas, si los paralizan los escrúpulos falsamente moralistas, se perderá una ocasión única para avanzar hacia la efectiva Paz y hacia una consistente apertura democrática.
Es urgente la unidad de los dirigentes más destacados del movimiento democrático. Es perentorio presionar a Santos con una propuesta de alto nivel político y de carácter de Estado. El momento exige pasar por encima de intereses estrechamente partidistas que ya fueron superados por la realidad del movimiento.
Santos va a querer cooptar a los dirigentes del movimiento democrático entregándoles algún ministerio pero para convertirlos en nuevos “angelinos” o “luchos”. La tarea es impedir esa farsa y para hacerla se requiere una iniciativa unificada que comprometa al gobierno con un verdadero programa de transformación estructural para construir la Paz.
Si el movimiento democrático no lo hace, Santos podrá hacer apariencia de reformismo sin realizar verdaderas reformas, como ya lo viene haciendo. Eso hay que impedirlo.
[1] Precariados: clase de desempleados y trabajadores que se encuentran en situación de precariedad prolongada por su bajo nivel de ingresos y por la incertidumbre sobre su futuro laboral.