Lo de Santos no tiene nombre. No solo le entregó el país a las Farc sino que ahora, por intermedio del ministerio de Hacienda ordenó reducir en un 65% el presupuesto anual que se le destinaba al deporte para el próximo año. Es decir, pasamos de 530 mil millones a 183 mil. Terrible. Gracias a estas reformas que implementó Álvaro Uribe durante su primer gobierno, Colombia pasó de tener en todo su historial olímpico una medalla de oro a cinco. Pasamos de estar entre los últimos puestos de la medallería a estar entre los veinte primeros.
Todo este sueño terminó en un solo día. De un solo brochazo terminó todo. Catherine Ibarguen, quien consiguió la medalla de plata en Londres, no lo podía creer. De una vez expresó su disgusto ante RCN.
Oscar Figueroa, un exmilitar que siempre ha sido crítico con el gobierno Santos, también saltó de rabia. No puede ser. ¿A dónde irá esa plata?, ¿al posconflicto? Otra vez con el cuento de la paz se le quita la ilusión no solo a jóvenes deportistas de sectores tan marginales como Segovia o Tumaco, sino a los casi 50 millones de colombianos que tenemos como único consuelo para poder vivir en un país sin oportunidades, en donde no funciona nada, en donde los niños se mueren de hambre en La Guajira. Qué vergüenza me da con Nairo, con Rigo, con Catherine, con Marianita, con todos nuestros campeones.
¡Qué vergüenza! Da dolor ver cómo este presidente está acabando con todos los sueños, con la facilidad pasmosa con la que nos está convirtiendo poco a poco en una Venezuela chiquita.