Si bien es cierto que en el círculo de quienes aprendieron a leer y entender de corrido, el término demagogia es más o menos familiar, también lo es, el hecho del espeluznante desconocimiento de ciertos temas políticos que tiene un gran número de paisanos y paisanas. En este sentido, vale la pena recordar que la palabra demagogia tiene origen griego y se usaba en principio para describir las características del sistema político del gobierno del pueblo, de hecho, según Valentina Pazé *; “el término tiene una acepción neutral, que indica simplemente la “guía política de la ciudad”, es decir, la actividad política desarrollada en posiciones de mando".
Con el paso del tiempo, la demagogia, prima hermana de la democracia, terminó siendo utilizada para describir el accionar de quienes aspiran el favor del pueblo, bien sea en forma de su voto, su me gusta en los perfiles de campaña o la suscripción a un canal de You Tube; apelando una y otra vez a la vieja y efectiva estrategia de repetir discursos y mensajes llenos de lugares comunes, recomendaciones de autosuperación, reclamos de la gente y promesas obvias o imposibles de cumplir.
Así, el neo demagogo del siglo XXI ya no está limitado al campo de la política electoral, sino que ha expandido su accionar a otros campos, como, por ejemplo, la comunicación y los negocios, específicamente los relacionados con los de mercadotecnia, en el que se han refinado estrategias y herramientas para convencer al consumidor-votante de las supuestas bondades del producto-candidato(a) previamente modelado(a) y exhibido (a) según los resultados de encuestas o sondeos de opinión.
Tal y como se esbozaba al principio de la nota, las estrategias de mercadeo político, lo mismo que las campañas publicitarias apelan al desconocimiento (de hecho, lo promueven) que tenemos un inmenso número de personas, sobre el funcionamiento del Estado, los asuntos de la política que nos afectan, así como de los verdaderos costos y efectos indeseables de tal o cual producto ofertado. En este escenario de ignorancia inducida y amplificada, el ciudadano de a pie termina siendo presa fácil de la manipulación bien aprendida y orquestada por los nuevos-viejos demagogos profesionales, ahora ya preparados formalmente en las universidades.
El peligro de la demagogia radica en la facilidad con la que los candidatos utilizan algunos referentes sociales muy fuertes de las comunidades tales como la corrupción, la ineficiencia y la incompetencia de sus momentáneos rivales políticos. Igual de peligroso y efectivo termina siendo la facilidad con la que repiten la promesa de emprender las tareas necesarias para brindarle bienestar y seguridad a sus electores, quienes, no saben, han olvidado o les han hecho olvidar que mucho de lo que promete el candidato es exactamente lo que la misma ley les obliga a hacer, es decir; prometen lo que sí o sí tienen que hacer y que, sin embargo, impunemente no hacen.
En Santander de Quilichao la alternación en el poder político-administrativo durante los últimos 20 años ha sido el laboratorio de formación y experimentación de la demagogia municipal. Con un muy bajo margen de error, es posible afirmar que casi todos y todas quienes han tenido cargos en la administración de Quilichao (Alcaldía, Consejo municipal, entidades descentralizadas municipales y departamentales) pertenecen al mismo grupo político encabezado por los exalcaldes Eduardo Grijalba y Carlos Bonilla, quienes en extraordinario ejercicio demagógico han convencido al electorado municipal de que no son lo mismo, así sean los mismos.
Para el próximo escenario electoral quilichagüeño, en el que, salvo una que otra opción aún no cuajada (al momento de escribir la nota) del Pacto Histórico; las cosas parecen no variar mucho, tal y como lo demuestran la pública intención de reelección del exalcalde Eduardo Grijalba y la tercera postulación del dos veces exgerente de Emquilichao y reciente exfuncionario del Hospital Francisco de Paula Santander: Andrés Sadovnick. Aunque suenan otros nombres, fuentes cercanas confirman que, salvo una o dos propuestas que estarían dispuestas a llegar hasta el 29 de octubre próximo; casi todas las precandidaturas andan buscando fortalecerse para negociar con el candidato más fuerte y así asegurarse una buena tajada burocrática.
Entre tanto, en las calles y las redes sociales, casi todos se autodefinen como los candidatos del cambio (incluidos Sadovnick y Grijalba) como la renovación de la política quilichagüeña, poseedores de las soluciones que Quilichao necesita (incluido el exalcalde Grijalba), los otros, también pertenecientes al mismo grupo político de hace 20 años, apelan a mostrarse como jóvenes, renovadores y hasta alternativos, aun cuando sus mentores, asesores y jefes políticos sean los exalcaldes, sus ex secretarios (as) o sus allegados.
El quilichagüeño de a pie nuevamente oye una y otra vez las mismas promesas, las mismas obviedades, las mismas naderías por boca y publicaciones de los mismos (así sea en cuerpo ajeno) quienes, incluso, ofrecen argumentos tan ridículos como “la tercera es la vencida” y “que como exalcalde ahora si se sabe qué hacer”, todo adornado con discursos motivacionales de unidad y recuperación del rumbo de la Ciudad Región, en otras palabras: La demagogia en todo su esplendor y la democracia en toda su decadencia.
*La demagogia, ayer y hoy. Texto publicado originalmente como: “La demagogia, ieri e oggi”, Meridiana, núm. 77, 2013, pp. 67-81. Ver en: http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1870-00632016000100113
