La ciénaga de Santa Isabel fue un lugar próspero, y más digno cuando era rebosante de vida y los campesinos cultivaban sus fértiles tierras al lado de la serranía del Perijá, vendían sus productos en la plaza de mercado del pueblo, donde las familias de las veredas cercanas compraban y comerciaban muchas frutas, verduras y el pescado, su principal fuente de alimento, días te tanta belleza, como en muchos de los poblados de esta hermosa región del Cesar. A esta plaza de mercado ya no le quedan más que los cimientos, y los pobladores deben ir a comprar y vender en Curumaní, y suplican que el estado les ayude a restablecerla. Muchas casas aún permanecen abandonadas y destruidas por la guerra.
Santa Isabel fue un pueblo tan golpeado, que en algún momento hasta le pusieron precio, un cartel en la entrada decía: “Se vende este pueblo”, incitando que las comunidades se desplazarán, cosas horribles hicieron aquí estos señores de la guerra, hombres sin sueños, incapaces de saber lo que está bien y hasta donde se puede llegar, como “ser” habitante de este inmenso y rico planeta. Estos hombres capaces de cometer los delitos más despiadados para sembrar el terror y desplazar a estas comunidades, enterrando cabezas en las puertas de las casas y quemando vivas a las personas, permeadas en esos días de oscuridad por los delincuentes que buscaban comprar las riquezas de estas tierras, apoyados por las mismas fuerzas del estado que hacían gran presencia en esta época, y asesinaban numerosos inocentes, legalizándolos como falsos positivos, arrebatándole las tierras a sangre y fuego a estas ricas y trabajadoras comunidades, que aún se encuentran desoladas; en el cementerio aún se observan cráneos y otros huesos de las víctimas de esta guerra.
Hoy la ciénaga está casi muerta, ya que su única fuente de oxigenación era un río que le daba vida y que ha sido desviado para que las plantaciones de palma se rieguen, dejando a la ciénaga sin vida y cada día más seca. Santa Isabel que fue un pueblo de pescadores, que ya hoy no tiene bote, ni canaletes, ni atarrayas y ni siquiera un anzuelo.
Estas comunidades han retornado pero temen y se sienten solas, pues aun los ronda la muerte. Al llegar con el carrusel de la alegría con cuarenta jóvenes legionarios que se desplazaron desde Valledupar, Santa Marta, San Jacinto, San Pablo, Puerto Wilches, Barrancabermeja, Medellín y otras zonas más para brindar un mensaje de esperanza y de afecto por medio de lenguajes alternativos (danzas, malabares, música, etc.) estas comunidades hoy más que nunca necesitan nuestro apoyo para seguir adelante, ya que la reparación no puede ser solo económica sino también afectiva, pues se rompieron muchas de las fibras que sostenían estas comunidades, que retorne también la alegría y la esperanza de un mejor vivir, durante nuestro paso con los legionarios realizamos una linda actividad alrededor del fuego, religándolo y sacralizándolo como elemento de vida por medio del juego, las danzas y los tambores ancestrales.
Fueron muchas las emociones que sentimos al compartir sus sueños en estos dos días con esta linda comunidad, en la noche nos llevaron colchonetas y sábanas, las señoras nos invitaron a quedarnos en sus casas, nos acogieron como sus hijos. Al día siguiente acompañamos la actividad de cierre, realizamos diferentes rituales en homenaje a los pescadores, a los que retornaron pero también a los valientes que a pesar de la muerte rondante persistieron y se quedaron.
