Se llamaba Diana, Diana Yunis. Era médica: pertenecía a la organización Médicos Sin Fronteras. Murió desangrada el jueves pasado, 28 de abril, durante un ataque aéreo contra un hospital en el barrio de Marjé en Alepo, Siria, que mató a por lo menos 57 personas. Ella fue una de las víctimas fatales. Otra más de la guerra fratricida que ensangra a ese país.
Para algunas otras personas –entre las cuales me incluyo— no fue, sin embargo, otro muerto más, un número sin nombre, una estadística sin memoria. No, porque todas y cada una de las víctimas de esa y las demás guerras tiene su semblanza, su historia… su vida.
Conocí parte de esa vida hace algunos años mientras cubría otra de esas guerras sin fronteras que se inventan los negociantes del exterminio, los que arrasan con la vida para aumentar sus fortunas y su poder. Era parte de una familia de médicos y enfermeros, gente dedicada a sanar y a cuidar la vida, no solo para ganarse la propia, sino para preservar las de sus congéneres. Nació en Zahlé, Líbano, a unos 250 kilómetros del sitio donde la encontró la muerte haciendo lo que mejor sabía hacer: salvar vidas.
Diana trabajaba en un hospital pequeño, precario, en Zahlé. Durante sus vacaciones viajaba con otros voluntarios de Médicos sin Fronteras a donde se necesitara, con frecuencia a sitios inmersos en conflictos bélicos: Afganistán, India, Gaza, Siria, Irán o Irak, donde la conocí e iniciamos una amistad –más epistolar que presencial— que se prolongó hasta la fecha señalada antes cuando una bomba “amiga” destruyó el hospital de Marjé y acabo con su vida y la de decenas de otras personas: hombres y mujeres niños y ancianos con familias, nombres, rostros e historias; grandes y pequeñas memorias de vida que pocos conocieron, que nadie recordará porque se han perdido para siempre en las estadísticas de la infamia.
Esta vez le volvió a tocar Siria. Llegó de nuevo, junto con otros tres médicos –entre ellos una prima suya— y dos enfermeros a finales de febrero pasado. Diana, su prima y una enfermera fueron remitidas a Alepo, mientras a los demás los enviaron a otros lugares de Siria, que padece una guerra civil sempiterna que se ha recrudecido en los más recientes cinco años.
En Siria hay diferentes bandos en contienda: el gubernamental encabezado por el presidente Bashar Hafez al-Assad, con un apoyo abierto de Rusia; los grupos llamados “rebeldes moderados” o “luchadores de la libertad” armados y financiados por Estados Unidos, y sus aliados de la Organización del Tratado (de intervención militar) del Atlántico Norte (Otan) donde figuran Francia, Italia y España, entre otros países. Dentro de esos rebeldes se cuentan miembros de Al Quada de Osama Bin Laden, y Yihadistas del Estado Islámico. También hay diversas facciones que combaten al mismo tiempo contra el gobierno y los rebeldes, e incluso entre ellos mismos.
Así las cosas, no está claro, hasta ahora, quien o quienes estuvieron detrás del ataque que acabó con las ilusiones de Diana y de las otras personas que murieron o quedaron heridas de gravedad en el ataque del jueves. Hay indicios serios, sin embargo, de que se trató de un bombardeo de las fuerzas aliadas a Estados Unidos, igual al ocurrido a comienzos de este año contra otro hospital de Médicos sin Fronteras en Afganistán.
Como quiera que sea, desde el incremento de la guerra en Siria a mediados de marzo de 2011, más de 10.000 personas han muerto, mientras que más de 200.000 se han desplazado a otras zonas dentro del país y unos 40.000 se han refugiado en el extranjero. Se dice que el motivo principal ha sido quitar del poder a la familia Assad, que ha gobernado Siria por más de 40 años. Pero detrás de eso existe un componente geopolítico-económico más importante: apoderarse de la riqueza petrolera de Siria, como ha sucedido en Irak y en otros países. De hecho la lucha intestina actual se inició con la entrada de Estados Unidos a Irak.
En efecto, la presencia de Estados Unidos en Irak, luego en Afganistán y después en Siria, procura encerrar –geográficamente hablando— a Irán, pues a pesar de haber llegado a algunos acuerdos en materia nuclear, el que sigue en este proceso intervencionista es este país, igualmente rico en petróleo y otros recursos naturales. La estrategia es derrotar primero al más débil, Siria, y después al más fuerte: Irán. Pero ¿y los muertos, heridos, desplazados y refugiados qué?
Nada: están heridos, desplazados, refugiados o muertos… como Diana.