Tras su regreso de vacaciones, en mayo de 2000, Sandra Mora —para entonces teniente con seis años en la Policía— se enteró de que su cabeza estaba en la mesa de la Junta Asesora de Generales y que ya tenía un pie afuera de la institución. Sin embargo, no fue este hecho el que la llenó de impotencia y rabia sino la razón de su salida: ser señalada de tener nexos con los paramilitares y el narcotráfico.
Sandra sabía cuál era el motivo real y quién estaba detrás de su destitución. Se trataba del coronel Mario Gutiérrez, su superior, quien en 1999 le había designado la comandancia del aeropuerto Vanguardia del Meta, el cual a su llegada ella lo recibió plagado de desorden y corrupción.
Fue precisamente allí donde creció la manzana de la discordia. Sandra se enamoró de una piloto civil que la llevó a terminar su relación anterior con otra mujer e iniciar una con ella. A partir de ese momento, iniciaron los seguimientos y grabaciones contra Sandra y su pareja, que terminaron desembocando, un 10 de octubre a las 3:00 p.m., en una citación a la oficina del coronel Mario Gutiérrez.
El mismo que la admiraba por sus pantalones para enfrentar la corrupción, comandar a 675 hombres y ser la primera mujer instructora de escoltas en la institución, le pidió que terminara su relación amorosa con la piloto o la echaría de la Policía diciendo que tenía nexos con los paramilitares y el narcotráfico.
Sandra lo retó a que le probara los nexos por los que la acusaba. Siete meses después de la reunión en la oficina de Gutiérrez, Sandra fue destituida. Desde ese mismo día inició un viacrucis judicial para recuperar el trono que había construido en la Policía desde que se graduó de bachiller y entró en la Escuela General Santander de la misma organización.
Metió a su proceso de reintegro a cuatro abogados diferentes sin éxito alguno. Pero el trabajo constante de su abogado y amigo, Miguel Ángel Villalobos, surtió efecto: 11 años y 9 meses después de su salida de la Policía consiguió que el Tribunal del Meta fallara en segunda instancia a favor de su reintegro a la institución y, además, que le pagaran todo el tiempo que estuvo por fuera.
Su reincorporación a la institución fue celebrada por el director de la Policía de la época, Óscar Naranjo. La noticia la recibió en una llamada de un amigo del colegio, hoy periodista, mientras estaba de compras con su pareja en el Centro Andino de Bogotá. Ese día no solo ganó ella sino la comunidad LGBTI y su dignidad como mujer.
Durante esos 11 años y 9 meses dejó de ser la teniente para ser la mensajera en un parqueadero, mesera de un restaurante y vendedora informal de productos naturales de Herbalife. Sus amigos le dieron la espalda.
Pero el sol brilló en medio de la oscuridad. En un supermercado de Surtimax se convirtió en la jefe de seguridad y después creó una fundación llamada Jóvenes Empresarios Mora Morales. De todos los trabajos que tuvo sacó para pagarle a los abogados que llevaban sin éxito su destitución en los tribunales, y se ayudó para sacar adelante su carrera de Administración de Empresas a la que le metió todo su esfuerzo día y noche.
La ruleta de la vida giró a favor de Sandra en 2009. La entonces alcaldesa de Chapinero, Blanca Inés Durán —quien fuera una de las primeras funcionarias en reconocer abiertamente su homosexualidad— le ofreció trabajar como interventora de proyectos de seguridad en la localidad. Esto llevó a Sandra a reconstruir su vida. Durán la condecoró por ser su mejor carta al frente de la interventoría de seguridad de Chapinero. Sandra laboró para Durán hasta el día en que recibió la llamada de su amigo del colegio con la noticia de su reintegro a la Policía.
Ser o no lesbiana
Su salida de la institución la llevó a cuestionar si su decisión de ser lesbiana era pecado. Tanto, que leyó la Biblia tres veces, recorrió siete iglesias cristianas y se hizo un exorcismo porque le dijeron que tenía el espíritu de la homosexualidad.
Pero Sandra se sentió más lesbiana que nunca, como cuando reunió a sus tres hermanos, su mamá y su papá —quien soñaba entregándola en el altar de la iglesia el día de su matrimonio— para decirles que era gay.
Lo hizo acompañada de su primera novia y siendo subteniente de la Policía. Sufrió mucho porque su padre, ante la noticia que sepultaba su sueño de verla casada, se mantuvo en un solitario y doloroso silencio contra ella por un tiempo, pero respetó su decisión, mientras que su mamá resumió diciendo que podía ser lo que quisiera, menos una ladrona.
Como ironía de la vida, fueron ladrones quienes motivaron su destino en la Policía. Cuando era una niña fue raptada por un grupo de criminales en Bogotá que la usaron como rehén para cometer sus delitos. Pasó tres años entre Cali, Armenia y Quindío siendo obligada a robar supermercados y a traficar con drogas.
Una llamada ganadora
Su mamá —conocida en la política del Vichada y a quien le frenaron por amenazas, producto de la destitución de Sandra, su intento de llegar a la Gobernación — recibió la llamada con la información del paradero de Sandra tras su secuestro. Cuando el DAS y la hoy Sijin, antes F2, la rescataron en la capital del Quindío nació su inspiración de cambiar su sueño de ser médica por el de ser Policía.
Esa inspiración la llevó a ser la oficial de la Policía que tuvo a su cargo la vida del exministro de César Gaviria, Carlos Medellín; el defensor del pueblo, José Fernando Castro Caycedo (hermano del periodista Germán Castro Caycedo); y el gobernador del Meta, Alan Jara.
Llegó a ser directora de Derechos Humanos de la Policía Metropolitana de Bogotá y ha llevado las banderas de la inclusión social y diversidad sexual en la institución. Este liderazgo se ha materializado con su intervención directa en el reintegro de cuatro oficiales en el Ejército y uno en la Policía que fueron despedidos por prejuicios como los que ella vivió.
Sin embargo, sus condecoraciones por incautaciones de armas, operativos contra el narcotráfico y capturas de policías corruptos no se hubieran podido lograr sin el que ella considera su 'ángel de la guarda', el fallecido mayor general Aldemar Bedoya, el primero al que contactó luego de lo ocurrido con el coronel Gutiérrez, y quien declaró a su favor ante el Tribunal del Meta contando los inventos de nexos con el narcotráfico y el paramilitarismo que Gutiérrez tenía contra Sandra en la mencionada Junta Asesora de Generales.
Sin el testimonio de Bedoya, la carrera policial de Sandra Mora estaría arruinada. Pero todo lo contrario ocurrió y hoy la coronel, que aún vive con su esposa piloto y Zeus Perceo, su perro, busca ser generala.
La nacida en Villavicencio a principios de los setenta, que ha incomodado a la Policía por defender su homosexualidad, continuará siendo una defensora de los derechos de la comunidad LGBTIQ, de su amor propio como mujer y, sobre todo, el de ser reconocida, no por lesbiana, sino como una profesional de la Policía Nacional de Colombia.
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