María, de 57 años y Cilia de 65, son las más consentidas en la resistencia de Puente del Comercio. Todos los días se levantan desde las cuatro de la mañana a preparar el almuerzo de más de 100 personas, la mayoría jóvenes, que cuidan las barricadas que en la ciudad ya cumplen casi un mes. Esa es su manera de apoyar el paro nacional, desde el 28 abril junto a otras madres son las encargadas de cocinarle a los muchachos, como resistencia para defender a los jóvenes y por ahí derecho, peleando por su pensión.
A veces lo llevan listo desde sus casas, otras, la cocinada termina siendo una fiesta comunal en la que el almuerzo recuerda un paseo de olla típico de Cali: un par de leñas apiladas para mantener el fuego de la olla en la que el sancocho hierve. En dos mesas rimax una olla de arroz gigante, vasos, platos desechables y los cucharones para servir la sopa y el seco. El menú del día: sancocho de gallina.
A las dos de la tarde la fila alrededor del comedor donde está María ya alcanza unos cuantos metros. Hasta su mesa llegan desde los primera línea, encapuchados, hasta las familias de las comunas cercanas: niños, ancianos, jóvenes. El lugar es un festín comunitario que no discrimina, hay para todos, incluso cuando se acaban las 100 presas de pollo que tenían para el día; le echan agua al sancocho y de nuevo hay suficiente para el que llegue.
Lentejas, sancocho, blanquillos, el menú depende de los productos que vayan llegando, hacen la salvedad de que no le reciben dinero a nadie. Los vecinos de las unidades, la junta de acción comunal y los mismos muchachos de la resistencia les llevan todos los insumos para los almuerzos. Gracias a su gestión, aseguran, muchos jóvenes han podido comer nuevamente las tres veces al día, cuando la pandemia obligó a 2,2 millones de familias en el país a comer solo dos veces.
Mientras tanto inicia una obra de teatro que los muchachos de las comunas han preparado. Vestidos de blanco y a ritmo de tambores cuentan alguna historia infantil que reúne a los más pequeños en el borde del andén frente al CAI que están pintando. Hay risas, música y comida, por un momento pareciera olvidarse que la situación es un paro nacional que tiene bloqueadas a varias ciudades del país, y sobre todo, que la pandemia sigue. Es lo que le hacía falta a los caleños, dicen algunos de los presentes.
En el fondo el CAI que queda al lado del cementerio Metropolitano, cerca al sector de la 14 de Calima donde se llevaba a cabo la velatón en la que murió Nicolás Guerrero, lo pintan más de 50 jóvenes para convertirlo en una Biblioteca Comunitaria que lleva por nombre el del joven. Un lugar en honor a los "caídos" que se llenó con libros donados por la comunidad y que empezará a funcionar con truques literarios.
Afuera está el denominado “Pinic literario”, organizado por Griselda Ortíz, alias Gema, una joven de 23 años apasionada por la lectura. A ella la acompaña Heyder, el líder artístico que tomó la vocería en la asamblea popular de Paso del Comercio que reunió las comunas 4,5 y 6 de Cali y en la que se juntaron los artistas para hablar de la resistencia cultural.
En medio de la tensión que ha tenido el sector con desaparecidos, 3 jóvenes muertos, casos de saqueos a bombas de gasolina y algunos almacenes, los jóvenes artistas empezaron a preocuparse por la salud mental y emocional, no solo de los adultos sino de los niños de la comunidad, que en las noches tienen que escuchar disparos, helicópteros, drones y las explosiones de los gases lacrimógenos. De ahí surgió la necesidad de la resignificación de los espacios públicos, empezaron a cambiar los separadores, muros, paredes, todo hacia la cultura, literatura y la gastronomía.
Pintaron el muro del cementerio, tuvieron un picnic en un separador grande del barrio y ahorita están en el CAI, un lugar "sin uso" con el que buscan crear un espacio para las madres de los jóvenes que murieron de la comuna, con un micrófono abierto para que todos hablen de sus sentimientos. Un espacio de “aguante” que usa el arte como forma de resistir.
Toda la comunidad está invitada a estos espacios, la información de lo que hacen se difunde a través de grupos de whatsapp donde están las familias. Entre ellos, adultos mayores que se asombran de la “decisión” de los jóvenes. Cuenta María, una de las asistentes con 63 años, que antes del estallido social Colombia no tenía claro que la gente estaba tan cansada y que los jóvenes estaban tan decididos. Para ella, con este paro tuvieron el espacio para decirlo y sacar toda la ira por la falta de espacios sociales para que se pronunciaran y por eso los apoyan.
La tarde cae y los jóvenes empiezan a instalar los parlantes alrededor de una bandera de Colombia de unos cuantos metros. María y Cilia ya recogieron las ollas y los niños siguen pintando el CAI. Al fondo empieza a sonar una canción que dice "Como dicen los señores, los callamos o se callan, a las balas o a los golpes así el niño esté mirando o así esté usted comiendo, pa' que vaya pues sabiendo cómo son las vainas en las tierras de las altas democracias” una de las tantas arengas en contra de los abusos de la fuerza pública. Cantadoras del pacífico empiezan a llegar y todo se va convirtiendo en una fiesta popular que recuerda cómo era Cali antes de que la pandemia y el paro nacional golpearan con tanta fuerza la ciudad.
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