Cuando Alfonso López Pumarejo llevaba dos años de su segundo mandato y la situación económica del país soportaba las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial, una acumulación de eventos de orden público en las regiones, la recia oposición de Laureano Gómez desde su periódico El Siglo y un rumor gigantesco que se fue apoderando del país sobre los negocios de la familia presidencial, perturbaron por completo la consolidación de la república liberal.
Las actitudes de rechazo de los latifundistas y empresarios molestos por los decretos que obligaban a pagar primas, cesantías, botas y seguridad social y los cuales dizque le abrían las puertas al fantasma del comunismo que con la Virgen de Fátima ondeaba la Iglesia. Pero sobre todo los escándalos de la Handel, la Trilladora Tolima y la muerte de Mamatoco, que enredaron desde Pedro López, su hermano, hasta Alfonso López Michelsen, llenaron la taza de los colombianos.
Para recuperar la patria unos y otros se pusieron de acuerdo y eligieron a Alberto Lleras Camargo en un gobierno de transición mientras se convocaban nuevas elecciones
El intento frustrado del golpe de estado en Pasto del coronel Gil, cuando alcanzaron a retener al presidente López Pumarejo por varias horas. Todo, como suele hacerse en Colombia con el sancocho, se combinó para hacer tambalear al gobierno y López, sabiamente, sintió que debía apartarse del poder ejecutivo. Para recuperar la patria unos y otros se pusieron de acuerdo y luego de hacer renunciar a los dos designados presidenciales, Echandía y Carlos Lozano, a quienes no se tragaban en la alta casta bogotana, se pusieron de acuerdo y eligieron a Alberto Lleras Camargo en un gobierno de transición mientras se convocaban nuevas elecciones. De eso hace casi 80 años y aunque el país actual no busca en la historia la solución a sus problemas, por más idénticos que resulten ser a lo ya vivido, valdría la pena pensar en cómo podemos repetir el modelo y salir de este sancocho donde nos metieron Petro y sus alfiles deshonestos de pipiripao.