Sanar, para luego morir. Sí, es morir lo más sano posible. No es sanar para continuar viviendo. No. Es morir sano en mente y emociones. Alguna enfermedad se llevará al cuerpo y con él, nuestro espíritu partirá.
Son las reflexiones que me surgen al ir transitando este camino de aprender a morir y de acompañar a morir. Ha sido un camino tomado a consciencia y en el que la vida me ha puesto los elementos necesarios a través de amistades, libros, videos y, sobre todo, experiencias vivenciales cuando alguien muere. No puedo desconocer para nada la energía que pasa por mi hogar hace unos pocos días mientras alguien muy querido moría. No la esperaba, -la sensación- la “despedida”, como la llamo yo, cuando ella estaba a más de mil kilómetros de distancia. Sucedió, unas seis horas antes de que su cuerpo se apagara definitivamente.
Lo más reciente, que motivó esta columna, para a los pocos días vivir la experiencia relatada, fue un video del médico Atul Gawande acerca de su libro Ser mortal, donde pregunta a las personas (que sabemos van a morir pronto o de edad muy avanzada) cuál es su propósito de vida, cómo quieren vivir, qué los hace felices, aún ante una corta expectativa de vida, hace toda la diferencia de vida, del vivir a plenitud, de saberse querido, de ser reconocido como ser vivo, -no muerto- (como matamos a tantos, tantos días, semanas o meses antes de su muerte real al desconocer su capacidad de decidir sobre ellos mismos), de saber que todavía nos relacionamos. Relación, palabra mágica. Es acercarse a la muerte con una sonrisa, incluso.
Sano al sanar mis relaciones. Sano mi mente, sano mis emociones.
Considero que la vida se resume a las relaciones. Trabajo, familia, amistad, obras sociales, política, artes, ciencia, todo, todo cae en el terreno de las relaciones. Relaciones con los demás seres humanos, con la naturaleza, el planeta, el universo entero y por supuesto, consigo mismo. Sano al sanar mis relaciones. Sano mi mente, sano mis emociones.
Entonces, ¿Qué mejor propósito de vida, la que sea que reste, que sanar nuestras relaciones humanas y sanar nuestros conflictos internos? Considero con toda firmeza que esto da paz en el último momento de vida terrenal. Da un sentido al vivir. Puede ser uno de tantos fines, metas o logros que nos proponemos.
Lo mejor es que si nuestra mente no es capaz o nuestras emociones no nos dejan sanar, estoy convencido que nuestro espíritu si lo ha hecho. Mas esta reflexión no es para echarse a la locha y decir “si el espíritu lo logra, para que hago yo nada”. No, es para sentirse bien. ¿Quién no lo desea? sentirse bien y en paz.
El médico tiene la oportunidad, única, de acercarse a sus pacientes con estas reflexiones. Esto es parte de nuestra recompensa al ejercer el arte de la medicina. Gracias doctor Gawande, doctora Kubler-Ross, doctor Santoyo y tantos otros que me han permitido arañar la superficie de este tema: la muerte.
Esta mariposa está en su proceso de morir, sus alas lo ponen de manifiesto, y ella sigue allí firmemente anclada al árbol, su sostén, su nutrición. Relaciones. Nada más que decir.
P. D. En mi página web, ya quedaron además de los libros, tres audios de “meditaciones”. Los llamo “mis hijos”. Todo para descargar sin costo y sin necesidad de inscribirse. Disfrútenlas.
Sano al sanar mis relaciones. Sano mi mente, sano mis emociones
