Como se ha evidenciado en las dos columnas anteriores, San José tiene muchas problemáticas que si no tienen soluciones estructurales y de índole gubernamental difícilmente se podrán superar. Pero mientras eso pasa y la voluntad política llega a la ERUM y a la alcaldía de Manizales, hay algunas organizaciones sociales que hoy se preocupan y hacen aquello que las organizaciones administrativas no.
Desde los diferentes barrios de la Comuna, se vienen desarrollando trabajos de organización y unificación con la firme intención de poder oponerse a las decisiones nefastas que han tomado por seis años quienes han gobernado a Manizales. Desde el Comité de Voceros, pasando por las organizaciones de Liborio y de la Plaza de Mercado, han venido trabajando de la mano de los habitantes de esta comuna con el fin de incentivar la participación de estas personas en el contexto social y así poder alzar sus voces para defender sus derechos.
Si no fuera por estas organizaciones, hoy muchos crímenes, violaciones de la ley y arbitrariedades administrativas se quedarían sin denuncia y sin futuros castigos, porque fue gracias a la presión y organización de la sociedad civil que el manejo y ejecución del Macroproyecto San José, tuvo una Audiencia Pública en el 154 Período de Sesiones de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), el pasado 19 de marzo del presente año (https://www.youtube.com/watch?t=261&v=60QeK4eo5d4), sin contar con las voces nacionales en contra de este proyecto. Proceso en el que se reconoce el compromiso de líderes de esta comuna, que buscaron apoyo de expertos en derechos humanos para asesorase y demandar todas las faltas que se cometieron por no haber tenido como prioridad a los habitantes a quienes le vulneraron sus derechos.
Una de las fundaciones que más admiración causa por su compromiso y trabajo continuo con niños y jóvenes de la comuna, es la Escuela Contra la Pobreza, liderada por Víctor Caicedo, estudiante de Ciencia Política quien ha demostrado que pese a sus dificultades y a su pasado, nunca es tarde para reivindicar el camino y construir tejido social, mitigando conductas de riesgo a través de la pintura, el deporte y los proyectos productivos en ambientes hostiles y vulnerables como los tiene hoy San José.
Unido a Víctor, hay un grupo de personas de los barrios de la comuna y de otras partes de la ciudad que le han apostado a la educación y formación para la vida de los niños y a la sana convivencia, enseñada a través de juegos y trabajo en equipo que permiten un momento de esparcimiento y aprendizaje.
Para los jóvenes que hacen parte de esta Fundación, pintar es una resistencia civil enmarcada en la no violencia, y en el barrio San José se destacan los colores en las lúgubres casas caídas a causa del Macroproyecto, donde niños, adolescentes y adultos se han vinculado para llenar de alegría lo que queda de la comuna.
Pero con el tiempo los niños y voluntarios de la Fundación se han quedado sin espacio para jugar; el asfalto se angosta para dar paso a un proyecto que no se tiene en concreto y tampoco en presupuesto, destruyendo sueños, obligando a sus habitantes a tener que ver cómo se derrumba la historia de una comuna y cómo los niños cada vez son menos porque deben emigrar a otras partes de la ciudad y adaptarse a otras circunstancias.
Una de las estrategias que usa la administración para legitimar su Macroproyecto ante los habitantes de la comuna, es contratarlos para que trabajen en algunas de las obras que se están realizando en ese lugar, pero está claro que estas personas, aunque no creen en este Macroproyecto, necesitan trabajar para poder sostener a sus familias porque esta es su única forma de subsistir.
Mucho se podrá decir de San José, las dificultades son evidentes y claras, pero mientras haya ganas de luchar, de transformar su entorno y de denunciar las injusticias, esta comuna tendrá esperanza y para que esto suceda urge la necesidad de reformular el Macroproyecto San José.
@julianelpolit