Llega diciembre y nos disponemos a celebrar el día de las velitas. Nos hemos preguntado: ¿una fiesta dedicada a unas velitas?
La historia comienza cuando un niño que aún no sabía hablar, estando en el jardín de la residencia de su padre en Tréveris (Alemania actual) fue tocado por un enjambre de abejas que revolotearon por su rostro. Luego, varias abejas se deslizaron sin picarle en el interior de su boca.
Al ver este hecho tan milagroso, el prefecto de la ciudad exclamó: "Este niño va a ser algo grande". Y efectivamente allí comienza la grandeza de Ambrosio, quien mantendría toda su vida una fuerte relación con las abejas hasta ser considerado el patrono de los apicultores.
A la muerte de Auxentius, un arriano que había usurpado la sede de Milán y ejercía de obispo de esa ciudad, se habían producido grandes tumultos que podían desembocar en una sedición abierta. Los arrianos creían en Jesucristo pero no en su divinidad, mientras para los cristianos la divinidad de Jesucristo no se pone en duda.
Ambrosio pensó que como había aprendido el oficio de abogado y era un gran orador, el deber de su oficio era asistir a la iglesia donde se celebraba la asamblea que iba a resultar en guerra civil. Allí habló con tanta vehemencia que al oír su discurso tanto católicos como arrianos le declararon unánimemente obispo de Milán.
Suerte para el que está en el lugar exacto, en el momento preciso y con la preparación necesaria. De afán bautizaron a Ambrosio, lo prepararon rápidamente en los oficios de obispo y lo consagraron obispo el 7 de diciembre del año 374.
Si usted no leyó bien la fecha, se la vuelve a escribir: San Ambrosio fue consagrado obispo de Milán el siete de diciembre.
Es por esto que todos los 7 de diciembre se celebra la fiesta de San Ambrosio, que sabemos que es el patrón de los apicultores, pero... falta la parte de las velitas.
San Ambrosio se destacó en su faceta de escritor y entre sus obras más importantes están: Sobre la virginidad, De las viudas, Sobre la fe, De los deberes de los sacerdotes y una gran cantidad de libros sobre los patriarcas y profetas, además de muchos sermones.
Este hombre se destacó, sobre todo, por su faceta de orador, donde debido a la calidad de sus discursos se decía de él que "sus palabras eran dulces como la miel", por lo que muchas veces se le representa con unas abejas saliendo de su boca o revoloteando sobre su cabeza.
A San Ambrosio le deben las iglesias de occidente el uso del canto de himnos por el pueblo fiel en masa, durante la celebración de la misa.
Compuso varios himnos que aún hoy se emplean en las liturgias católicas, basados en estrofas de cuatro versos, y de los que se conservan con seguridad cuatro de ellos, aunque se le atribuyen la autoría de al menos doce.
San Ambrosio es uno de los cuatro padres de la Iglesia latina y uno de los 33 doctores de la Iglesia católica.
El obispo implantó un conjunto de liturgias que abarcaban desde la forma de celebrar la misa hasta las procesiones, que se conocen como rito ambrosiano.
Además, se inventó el término “misa” para la celebración de la eucaristía. Y aquí es donde comienzan a aparecer las velitas, porque dentro de la logística de la misa se determinó que se debería celebrar con al menos un cirio de cera de abejas.
La Sagrada Congregación de Ritos exige todavía en su decreto número 4147 que el Cirio Pascual y los usados en la Santa Misa sean de cera pura de abejas en su máxima parte, y que los usados para las demás funciones litúrgicas tengan mayor cantidad de cera pura que de mezcla o adulteración. En Colombia está fijado el 75 por ciento de cera pura para los primeros y el 50 por 100 para los segundos, y esto obliga en conciencia.
Como quien dice, si usted hizo la primera comunión o celebró su matrimonio con un cirio de parafina su sacramento no es válido, ha quedado de nuevo soltero o le toca volver a hacer la preparación y repetir el sacramento con un cirio de cera de abejas auténtica, como una renovación de votos.
Se determinó que el material fuera de cera de abejas porque la cera vino a caracterizar la carne de Jesucristo, nacido de madre virgen, así como la cera nace de las abejas vírgenes.
La cera es segregada por abejas vírgenes que están entre las edades de 12 a 17 días de nacidas, que desde que nacen viven limpiando la colmena, alimentando a sus hermanas menores, preparando la comida, cuidando de su madre, nunca salen de su casa, reciben la comida que traen sus hermanas mayores para distribuirla y almacenarla adecuadamente y no son capaces de agredir a nadie porque no tienen veneno y, por supuesto, construyen panales con la cera que segregan. ¡Un material más virgen no se podía pedir!
Más adelante esas abejas pasan esa infancia y adolescencia de vida dentro de la colmena, se vuelven viejas, no producen cera, se salen todo el tiempo de su colonia, no colaboran con las labores de la casa y se irritan fácilmente destilando veneno, ... pero esa es otra historia.
San Ambrosio no solo escribió un tratado sobre la virginidad, sino que las madres de Milán, tenían miedo de que sus hijas charlaran con él, por temor que las convenciera de que era mejor conservarse vírgenes y dedicarse a la vida religiosa.
Rápidamente la demanda de cera superó la producción, se impusieron tributos en cera de abejas y al llegar a América, los conquistadores se encontraron que las abejas de América producían una mínima cantidad, así que exigieron grandes tributos en cera de abejas a los indígenas, muchos de ellos imposibles de cumplir, sin importar cuántas vidas se sacrificaran para hacer los cirios de la misa, para pedir por los difuntos, que murieron reuniendo la cera de abejas y no cumplieron con la cuota.
Así que se creó la necesidad de traer abejas de Europa. Esa historia nunca ha sido documentada, pues un caballo se lleva asegurado en un barco de vela con buena provisión de hierba y agua y se le tiene a gusto por meses. Sin embargo, una colonia de abejas no puede estar encerrada más de 5 días, así que durante 2 o 3 meses los barcos de los conquistadores debieron parar en el mar cada 5 días para dejar volar un rato a las abejas de las colonias exponiéndolas a una tempestad o un fuerte viento.
Cada convento, cada abadía, cada comunidad cristiana asignó a algunos de sus miembros a cuidar de las abejas, todo con tal de tener la cera para los cirios de la misa. De esta forma toda la apicultura moderna fue inventada por sacerdotes y monjes.
Así fue que San Ambrosio, al crear la misa y su ritual, se convirtió también en el patrono de los fabricantes de velas.
En el carácter de San Ambrosio destacaban la integridad de su vida, una actividad incansable y una extraordinaria firmeza en sus actos y decisiones. Tomó parte en varias luchas a favor de la fe cristiana, pero sin olvidar el precepto evangélico de la caridad, y siendo ya obispo protestó de las sangrientas persecuciones que hacían algunos cristianos contras los herejes de la época.
San Ambrosio comparó a la iglesia con una colmena y a los cristianos con las abejas, trabajando fervientemente y para siempre para la colmena.
San Ambrosio murió en 4 de abril del año 397, cuando tenía 57 años de edad.
Pensar que el 7 de diciembre es el día de las velitas es haber perdido el rumbo de los ritos y las tradiciones. Es como pensar que el 1 de mayo, día del trabajo, es un día festivo para tomar vacaciones, sin pensar que el origen de esta celebración está en la lucha de los mártires sindicalistas de Chicago.
Otro error común es asociar el día de las velitas con la fiesta de la Inmaculada Concepción. La bula Ineffabilis Deus del 8 de diciembre de 1854 del papa proclamó como dogma de la fe católica de la Concepción Inmaculada de la Virgen Santísima. Es decir, como dogma de fe el católico debe creer que solo cuatro personas de toda la humanidad nacieron sin pecado original: Adán, Eva, Cristo y María. Todos ellos fueron concebidos inmaculados.
En resumen, el día de las velitas es la celebración de la consagración como obispo de San Ambrosio y la fiesta de la Inmaculada Concepción es la celebración de la publicación de la bula papal del dogma de fe de la concepción inmaculada de María.
Una fiesta se celebra prendiendo velitas y la otra asistiendo obligatoriamente a misa. Claro está que para la inmensa mayoría no es de interés ni lo uno ni lo otro, sino la rumba que inaugura las fiestas decembrinas.